Carta del obispo de Astorga:«Déjate cautivar por su rostro desgastado»
Jesús Fernández González reflexiona en su carta pastoral acerca de la Jornada del Enfermo, que la Iglesia celebrará el próximo 11 de febrero
Madrid - Publicado el
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El próximo día 11 de febrero, coincidiendo con la celebración de la fiesta de Nuestra Señora de Lourdes, tendrá lugar la Jornada Mundial del Enfermo. La Delegación de Pastoral de la Salud de nuestra Diócesis nos invita a unirnos participando en el encuentro que tendrá lugar en el Seminario Mayor de Astorga, en el que tendré el gusto de participar.
La Iglesia española inicia ese día la Campaña que concluirá con la celebración de la Pascua del Enfermo, el 14 de mayo del presente año. “Déjate cautivar por su rostro desgastado” es el lema para esta campaña que pone su foco en las personas mayores y que nos invita a reflexionar sobre su realidad y a comprometernos con el cuidado que necesitan y se merecen.
Recientemente, en el contexto de la Visita pastoral que estoy realizando a la Unidad Pastoral de A Rúa, pregunté a un grupo de personas por los gozos y también por las dificultades que vivían en el día a día. Una de ellas me respondió: “la soledad”. No me cogió de sorpresa: en realidad es algo que se percibe con facilidad en muchas personas, especialmente en aquellas que alcanzan una edad elevada. Y no es una cuestión que afecte sólo a los pequeños pueblos esparcidos a lo largo y a lo ancho de regiones como la nuestra, con una fuerte despoblación; se sufre incluso en las ciudades.
Algo debemos estar haciendo mal para que esto suceda. El pragmatismo ambiental con su búsqueda de la eficacia, el disfrute compulsivo y el bienestar; también la propuesta de valorar la belleza y el vigor de los jóvenes por encima de cualquier otro valor, sin duda alguna, tienen mucho que ver. Lo dice el Papa Francisco: “La cultura dominante tiene como modelo único el joven-adulto, es decir un individuo hecho a sí mismo que permanece siempre joven… La exaltación de la juventud como única edad digna de encarnar el ideal humano, unida al desprecio de la vejez vista como fragilidad, como degradación o discapacidad, ha sido el icono dominante de los totalitarismos del siglo XX”.
No corren buenos tiempos para los que son o se muestran frágiles. Ellos son las primeras víctimas de la cultura del descarte. Como discípulos de Jesucristo, el Buen Samaritano, siempre dispuesto a salir a los caminos para levantar de la postración y curar las heridas de los abandonados, no podemos permanecer indiferentes ante esta lamentable realidad. Dejemos que resuenen en nuestro interior las palabras del Papa: “La desorientación social y, en muchos casos, la indiferencia y el rechazo que nuestras sociedades muestran hacia las personas mayores, llaman no sólo a la Iglesia, sino a todo el mundo, a una reflexión seria para aprender a captar y apreciar el valor de la vejez. En efecto, mientras que, por un lado, los Estados deben hacer frente a la nueva situación demográfica en el plano económico, por otro la sociedad civil necesita valores y significados para la tercera y la cuarta edad. Y aquí, sobre todo, se coloca la contribución de la comunidad eclesial… Necesitamos cambiar nuestros hábitos pastorales para responder a la presencia de tantas personas mayores en las familias y en las comunidades…”.
A partir del próximo día 11 de febrero, la Iglesia nos invita a iniciar una reflexión seria y a trabajar nuestra mirada. A la luz del Evangelio, estamos llamados a reflexionar todos, y especialmente los agentes de la acción caritativa y social, sobre la atención que estamos prestando a nuestros mayores en todas las dimensiones, incluida la religiosa. Al mismo tiempo, somos urgidos a cambiar nuestra mirada para pasar del menosprecio y la indiferencia a la estima y el aprecio. Su rostro está sembrado de surcos de fe, trabajo y fidelidad a la familia y a los vecinos. Sus ojos son tiernos y se ensanchan para que entremos a poblar su soledad. Y su boca, sin pronunciar palabra, nos susurra suave las palabras del salmista: “No me rechaces ahora en la vejez” (Sal 71, 9).
+ Jesús Fernández González
Obispo de Astorga