Carta del obispo de Coria-Cáceres: «¡Feliz Pascua de Resurrección!»

En su carta de esta semana, ya en tiempo de Pascua, Jesús Pulido nos recuerda que este domingo la Iglesia celebra el domingo de la Divina Misericordia

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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El próximo domingo, día 16 de abril celebramos la Divina Misericordia, una fiesta querida por el Papa san Juan Pablo II en el año 2000, a la que enriqueció con una indulgencia plenaria. Desde el miércoles de ceniza y, durante toda la Cuaresma, hasta el Viernes Santo, nuestra oración pedía una y otra vez: "Misericordia, Señor, hemos pecado" (Sal 50). Y la Pascua de Resurrección ha sido la respuesta a nuestras oraciones: Dios ha tenido misericordia de su pueblo; no nos ha tratado como merecían nuestros pecados, sino según su infinita bondad.

El cuadro de la Divina Misericordia revelado a Santa Faustina Kowalska en 1931 representa a Cristo resucitado de cuyo corazón traspasado se desprenden dos haces de luz, uno banco y otro rojo. Son dos rayos que perpetúan el agua y la sangre que brotaron de su corazón al recibir la lanzada en el costado: un haz de luz roja, que recuerda la sangre derramada, en la pasión y en la eucaristía, “para el perdón de los pecados”, y un haz de luz blanca que representa el agua del bautismo y del Espíritu Santo. Jesús, muerto y resucitado, se convierte en la fuente de la gracia, en la Divina Misericordia en persona, en Salvador para todos.

El evangelio de este domingo narra precisamente la aparición de Jesús resucitado a sus discípulos encerrados por miedo a los judíos en la que les transmite el Espíritu santo para el perdón de los pecados: “Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les serán perdonados, y a quienes se los retengáis, les serán retenidos”. Con estas palabras, Jesús instituye el sacramento de la penitencia como fruto de la resurrección. “El perdón es una fuerza que resucita a una vida nueva e infunde el valor para mirar el futuro con esperanza” (MV 10).

La muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo han sido la revelación plena de Dios como el Padre lleno de amor misericordioso. La misericordia es "el rostro de Dios", nos decía el Papa Francisco en la bula “Misericordiae vultus”. Igual que hace salir el sol cada día sobre buenos y malos, quiere que amanezca el día sin ocaso para todos, para lo cual ofrece siempre su perdón a los pecadores.

Esta fiesta, que nació con el inicio del tercer milenio, es característica de la nueva evangelización, rasgo esencial de su nuevo ardor, sus nuevos métodos y sus nuevas expresiones. El dinamismo evangelizador surgido del Concilio Vaticano II, en palabras de San Juan XXIII, “prefiere usar la medicina de la misericordia y no empuñar las armas de la severidad”. Y el Papa Francisco propone, como programa pastoral de la Iglesia para los próximos años, “ir al encuentro de cada persona llevando la bondad y la ternura de Dios”, “ser en el mundo signo vivo del amor del Padre”. El amor misericordioso y compasivo con que Jesús anunció el evangelio es el distintivo de la acción pastoral de la Iglesia y el testimonio de los creyentes.

Jesús resucitado comparte con sus discípulos los bienes pascuales: la paz, el perdón, el Espíritu… al mismo tiempo que comparte la misión que él ha recibido del Padre. Quien conoce a Cristo vivo se convierte también en apóstol de los dones recibidos. De modo que la misericordia no es solo el ropaje del mensaje cristiano sino también su contenido más hondo: “La Iglesia tiene la misión de anunciar la misericordia de Dios, corazón palpitante del Evangelio, que por su medio debe alcanzar la mente y el corazón de toda persona” (MV 2).

Con mi bendición, deseo a todos unas felices y santas Pascuas de Resurrección,

+ Jesús Pulido Arriero

Obispo de Coria-Cáceres