Carta del obispo de Coria-Cáceres: «El sueño de Dios es la fraternidad universal»

Jesús Pulido nos recuerda las palabras del Papa, de cara a la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado: la hospitalidad no es solo acoger, sino proteger, promover e integrar

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Redacción Religión

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Queridos hermanos:

El próximo día 25 de septiembre la Iglesia celebra la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, que constituyen una prioridad pastoral en el programa evangelizador que el Papa Francisco está impulsando en toda la Iglesia. No podemos ser una Iglesia en salida misionera si no acogemos a los que vienen de fuera.

Siempre ha habido movilidad humana, pero en nuestros días es un signo de los tiempos, en el que Dios nos habla a gritos. El sueño de Dios para la humanidad no es otro que la fraternidad universal. En este sueño están incluidos los migrantes, los refugiados, los desplazados, las víctimas de la trata de personas… El Papa nos ha insistido en este punto en su última encíclica, Fratelli Tutti. Contando con “ellos”, que son también “nosotros”, Dios quiere realizar su sueño, integrando a todos, con lo que cada uno aporta. Este es el lema de la Jornada de este año: “Construir el futuro con los migrantes y los refugiados”.

A la luz de la fe, no podemos no vernos reflejados en los migrantes: también nosotros estamos de paso. Somos peregrinos en búsqueda de un mundo y un futuro mejor en la Jerusalén del cielo. Y para poder avanzar hacia el Reino prometido, construirlo a nuestro paso y ponernos en camino hacia el destino que esperamos.

Esta es la forma que tenemos de cooperar con Dios Padre en la creación: haciendo un mundo cada vez mejor, más habitable, más humano, que sea casa común para todos, como Dios lo quiso. Esta es la forma que tenemos de colaborar con Cristo en la salvación de todos, sin dejar a nadie al borde del camino. De nada nos vale ir a misiones a evangelizar si no damos testimonio del evangelio acogiendo a los que vienen de misiones a nosotros. Para el creyente, la diversidad no es nunca un problema, sino una oportunidad y un reto: la unión en la diferencia es la forma de parecernos a Dios uno y trino. Es el camino y la demostración de la renovación de la Iglesia: de hecho, ¡cuánta savia nueva llega de fuera y rejuvenece nuestras comunidades! La Iglesia es un signo, un instrumento y un anticipo del mundo futuro, de la fraternidad universal, y así da testimonio del evangelio que predica.

Vivimos en un mundo globalizado, con sus pros y sus contras: movilidad humana, desarraigo, inequidad, conflictos… Y de globalización sabe tanto la Iglesia que, a lo largo de los siglos, se ha formado como un solo pueblo entre las naciones del mundo, como una familia de todas las razas y lenguas de la tierra.

En la Iglesia, global no significa solamente universal, es decir, que el mensaje cristiano esté extendido y presente en todo el mundo, hasta los rincones más recónditos de la geografía y de la humanidad. La globalidad eclesial también se llama catolicidad. La Iglesia es católica no porque esté en todo el mundo, sino porque está toda ella en cada porción de la Iglesia, por pequeña que sea. Ningún cristiano es extranjero allá donde haya una Iglesia particular. Es una prueba de la autenticidad de la Iglesia: la Iglesia de Jesucristo está allí donde se acoge al hermano que viene de "fuera". La acogida del forastero recorre toda la Biblia, desde el Antiguo Testamento, en el que los judíos tenían una conciencia muy viva de que procedían de un pueblo nómada (cf. Lev 19,34; Dt 24,18; 26,5), hasta el Nuevo Testamento, donde el mismo Jesús se identifica con los extranjeros (cf. Mt 25,35). En ambos Testamentos se subraya la importancia de la hospitalidad, hasta el punto de que “algunos, sin saberlo, hospedaron a ángeles” (Heb 13,1)

La hospitalidad no consiste solo en acoger. También incluye proteger, promover e integrar, nos dice el Papa Francisco: que el forastero pase de ser un objeto de nuestra atención a ser sujeto de su propia vida y en la sociedad. Nuestras comunidades cristianas están llamadas a ser un modelo, una pauta significativa para toda la sociedad en la integración de los inmigrantes y refugiados para vivir juntos nuestro presente y construir nuestro futuro.

Con mi bendición,

+ Jesús Pulido Arriero

Obispo de Coria-Cáceres

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