Carta del obispo de Coria-Cáceres: «Una fe austera que toma en serio las exigencias del Evangelio»

Jesús Pulido dedica su carta a la figura de san Pedro Alcántara, patrono de la diócesis y cuya festividad se celebra la próxima semana

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Redacción Religión

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En 1674 san Pedro de Alcántara fue elegido patrón de la diócesis y de la ciudad de Coria. El 22 de febrero de 1962 san Juan XXIII lo declaró patrón principal, junto con Santa María de Guadalupe, de toda la región extremeña con su breve pontificio “Commune patriae solum” (“El común suelo de la patria”). La próxima semana, el día 19 de octubre, celebramos su fiesta litúrgica en nuestra diócesis y en toda Extremadura.

Juan de Sanabria —que así se llamaba en el mundo—, el día de su profesión religiosa, adoptó el nombre del príncipe de los apóstoles, san Pedro, al que imitó en el seguimiento fiel y en el amor incondicional al Señor Jesús. Como el apóstol, nuestro patrono se distinguió por caminar sobre las aguas. Fue su milagro más característico. En el caso de san Pedro, ir caminando sobre el lago de Galilea al encuentro de Jesús fue un signo de su fuerte adhesión al Maestro, igual que cuando sacó la espada para defenderlo en el Getsemaní o cuando le prometió en la última cena: «Aunque todos te abandonen, yo jamás te abandonaré». Nuestro santo patrono, al menos en seis ocasiones, cruzó caudalosos ríos manteniendo “los pies secos”. Este detalle que aparece con insistencia en los relatos de sus milagros es la característica propia del paso liberador del Mar Rojo y del Jordán por el pueblo de Israel liberado de la esclavitud: a pie enjuto, con los pies secos, sin mojarse. San Pedro de Alcántara experimentó también esa salvación que Dios ha realizado conduciendo la barca de la Iglesia a lo largo de las aguas impetuosas de la historia.

A él le tocó vivir una época turbulenta de la Iglesia “tiempos recios”, -como decía la santa abulense-, con la reforma luterana, el Concilio de Trento, el descubrimiento de América, las guerras con el turco... San Pedro de Alcántara abanderó una respuesta a la situación que le tocó vivir con la reforma de los descalzos dentro de la orden franciscana, siguiendo el mismo espíritu que Santa Teresa, de la que fue acertado consejero. Su vuelta a la observancia primitiva de la Regla de San Francisco, buscaba un seguimiento más radical de Cristo, es decir, asumir fielmente las exigencias concretas del evangelio. Nuestro patrono se identificó especialmente con la pobreza y la humildad, como forma de vida para seguir a Cristo más de cerca. La ascesis y la penitencia no son valores en sí mismos, sino medios para adecuar su propia vida al evangelio y para alcanzar la contemplación espiritual.

Conocido sobre todo por su austeridad y contemplación, es al mismo tiempo un hombre extraordinariamente activo y afable con sus hermanos y con todos los que trataba. Como Jesús, fue un predicador itinerante del evangelio encandilando a la gente con su fácil oratoria. Si bien la fuerza de su predicación no estaba solo en su palabra, sino en su persona, en su porte, en su testimonio. Él mismo era una predicación viva. Prestó atención especial a los pobres y a los enfermos; se ocupó de la enseñanza del catecismo, con el que muchos niños aprendían a leer; denunció situaciones de injusticia e insolidaridad y trabajó por la pacificación de familias enfrentadas.

Esta tierra nuestra de Extremadura, regada por su sudor y su altísima oración, dio fruto de santidad para todos los que le conocieron en su tiempo y lo sigue dando en nuestros días. En 2022 se han cumplido cuatrocientos años de su beatificación, desde entonces no ha cesado de crecer su veneración en nuestra diócesis. El santo alcantarino ha dejado su impronta en "esta pobre y sencilla Iglesia" que peregrina en Coria-Cáceres y ha ido configurando nuestra forma de vivir y practicar la religión. Una fe austera, recia, sacrificada, que toma en serio las exigencias del Evangelio y que privilegia la oración para encontrarse con el Señor.

Y es que no hay seguimiento posible de Jesús sin una decidida asunción de su estilo de vida. Él es el camino, la verdad y la vida. Variarán las formas según los diversos estados en la Iglesia, o las condiciones de cada época, pero la exigencia es la misma para todos: configurarnos con Cristo. Que nuestro santo patrono nos ayude a descubrir nuestro camino, nuestra vocación, en la Iglesia y en el mundo de nuestros días.

Con mi bendición

+ Jesús Pulido Arriero

Obispo de Coria-Cáceres