Carta del obispo de Huesca y Jaca «Espíritu Santo»
Con motivo del domingo de Pentecostés, Julián Ruiz Martorell nos anima a pedir «ayuda, fuerza e inspiración» al Espíritu Santo porque «nuestras capacidades son muy limitadas»
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Queridos hermanos en el Señor:
Os deseo gracia y paz.
Necesitamos reconocer la presencia activa y eficaz del Espíritu Santo en nuestras vidas y en la vida y misión de la Iglesia. El Espíritu Santo nos guía, nos orienta, nos anima. El Espíritu Santo nos hace capaces de recibir la revelación, nos recuerda las palabras de Jesús, nos enriquece con sus dones, nos otorga sus frutos. El Espíritu Santo suscita diversidad de carismas y engendra comunión y unidad. El Espíritu Santo nos unge para que tengamos los mismos sentimientos de Jesús y seamos discípulos misioneros y evangelizadores con Espíritu.
El Espíritu Santo ha inspirado la Sagrada Escritura y es la Palabra que nos sale al encuentro en el Antiguo y el Nuevo Testamento. Él nos habla a través de los profetas y se convierte en profecía de un mundo nuevo.
El Espíritu Santo es quien nos capacita para pensar, sentir, vivir, hablar y actuar. Es quien nos descubre que ser cristianos consiste en un modo de vivir. Él pone luz en nuestras mentes, enciende nuestros corazones, fortalece nuestras manos y da vigor a nuestros pies para seguir las huellas de Jesucristo y salir, con talante misionero, por todos los senderos del mundo.
El Espíritu Santo abre nuestros oídos para escuchar la Palabra, impulsa la misión, hace posible el testimonio, crea fraternidad, engendra nuevas relaciones en el tejido social, nos convierte en sembradores de paz. El Espíritu Santo construye una Iglesia de puertas abiertas, habitada por Jesucristo y donde se generan relaciones fraternas.
El Espíritu Santo hizo posible el acontecimiento de la encarnación y realiza en cualquier rincón del mundo el asombroso milagro de la transformación del pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo nuestro Señor.
San Juan nos dice en su evangelio que Jesucristo Resucitado sopló sobre sus discípulos y les infundió el Espíritu Santo. En la mañana de la creación, el aliento de Dios transformó el polvo de la tierra en el hombre viviente. El soplo de Cristo nos convierte en una nueva creación.
Necesitamos invocar al Espíritu Santo solicitando ayuda, fuerza e inspiración. Nuestras capacidades son muy limitadas y, sin su colaboración, no conseguimos avanzar. Sin su impulso, la rutina nos arrastra y la desconfianza nos abruma. Su presencia dentro de nosotros nos da nuestra vida y suscita esperanza y generosidad.
El Espíritu Santo también nos necesita. Por ello, es preciso que “sigamos construyendo juntos”, como se nos recuerda en este Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar.
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
+ Julián Ruiz Martorell
Obispo de Huesca y Jaca