Carta del obispo de León: «Benedicto XVI: cristiano, teólogo, obispo»

Luis Ángel de las Heras reflexiona sobre la figura del recién fallecido Papa quien, en su opinión, puso el amor de Dios en el centro de la fe, la teología y el ministerio episcop

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Redacción digital

Madrid - Publicado el

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“Iglesia en León” quiere dedicar este número a la memoria del papa emérito Benedicto XVI, fallecido el día 31 de diciembre de 2022. Como sabéis, el 4 de enero celebramos en la catedral de León un funeral por su eterno descanso con una sentida acción de gracias por su vida, su obra y su ministerio. Nos hacemos eco ahora de aquella acción de gracias.

Ante todo, Joseph Ratzinger fue un bautizado fiel creyente en Jesucristo, “amigo del esposo”, un sencillo cristiano. Su encuentro personal con el Señor marcó su vida y bien se puede decir que su fe es la raíz y la fuerza de toda su existencia. Consciente de su ser pecador, se prepara para el encuentro definitivo con Cristo contemplándolo como juez, amigo, hermano y también abogado, en una honda y precisa síntesis vital centrada en Jesús, al que conoce, ama y sigue con todas las consecuencias. En su vida experimenta el gozo que produce compartir la fe y adquiere la certeza de que el cristianismo ofrece alegría y amplitud de espíritu al ser humano.

En fe, recibe y acepta la llamada a pensar y hablar sobre Dios, tomando conciencia de una vocación singular de servicio a la Iglesia y a los hermanos. Joseph Ratzinger llega a ser teólogo, con gusto y habilidad en la transmisión de ideas profundas de forma sencilla y con auténtica pasión por escudriñar la verdad y darla a conocer. Hay quien ha descrito este servicio como la tarea de mostrar a las personas a Dios y acercarles a la verdad sobre los misterios de la creación, la existencia humana y la esperanza en el Reino de Dios más allá de la peregrinación terrena. Junto a su magisterio como teólogo, que no abandonó nunca, pronto tuvo que ejercer el magisterio como obispo. Distinguiendo bien las dos funciones, dio testimonio del Evangelio al tiempo que daba razón coherente y fundada de la fe. Fue “cooperador de la verdad”, fiel a su lema episcopal hasta el final. Y expuso al mundo la verdad, que es Cristo, llevando la fe al ágora pública para que pudiera entrar en diálogo con otras disciplinas desde su razón teórica y su fecundidad para la vida personal y social.

Su fe y su quehacer teológico se imprimen en su ministerio episcopal para ejercer las funciones de enseñar, santificar y gobernar, especialmente cuando es elegido obispo de Roma. Allí el papa Benedicto XVI pone todos sus dones —los de cristiano, los de teólogo y los de pastor— al servicio de la Iglesia universal. No es difícil imaginar su diálogo pastoral con el Señor Jesús —como Pedro, respondiendo a la insistente pregunta: “¿Me amas?”—, para seguir al Buen Pastor y apacentar con Él y como Él se lo pidió: con delicadeza, firmeza y amor. Para enseñar y santificar, sus pensamientos conducen al encuentro con Jesucristo. Como gobernante, sus decisiones revisten el coraje de quien busca ser fiel al Esposo y para ello no duda en desterrar de la Iglesia la inmundicia de asuntos tan graves como los abusos o la corrupción económica de algunos de sus miembros.

Benedicto XVI ha puesto el amor de Dios en el centro de la fe, la teología y el ministerio episcopal; cristiano sencillo, teólogo magistral, obispo, papa y papa emérito, a través de su vida ha respondido al Señor con la palabra definitiva, hasta llegar —así lo esperamos— a las puertas del paraíso desde la humildad del Monasterio Mater Ecclesiae: “Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero”.

Que nosotros acojamos su legado y que la luz de su fe nos ayude a encontrarnos con Jesucristo y a creer en Él con tanta verdad, tanta bondad, tanta firmeza, tanta esperanza, tanto amor.

Con mi afecto y bendición.

+ Luis Ángel de las Heras, cmf

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