Carta del obispo de Mondoñedo-Ferrol: «De la adoración al compromiso»
Madrid - Publicado el
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Celebramos este domingo la fiesta del Corpus. Se trata de una fiesta importante, donde adoramos el misterio eucarístico como el gran tesoro que alimenta nuestra misión y que ofrecemos a nuestra sociedad. La procesión que sigue a la celebración en nuestras iglesias es precisamente eso: una propuesta de vida entregada y una invitación a dejarse tocar y mirar por el Señor.
Porque cada vez que celebramos la eucaristía actualizamos la entrega de Jesús en la cruz por amor. Al celebrar la misa de cada domingo se pone ante nuestros ojos y nuestros sentidos el acontecimiento de un Dios que se nos da, que se rompe por nosotros, que muere para darnos vida, que se empequeñece para engrandecernos, que se hace pan para fortalecer el camino de la vida... ¡Es muy bueno y muy grande el Señor!
Y este Jesús que estuvo cerca de los más necesitados de su tiempo sigue saliendo hoy a nuestro encuentro. En nuestra vulnerabilidad, el Señor nos acompaña. Porque cada vez que lo recibimos en la eucaristía se produce un auténtico encuentro con Jesús. Un encuentro que, como todos los encuentros personales que él tuvo en su vida (pensemos en Zaqueo o en la Samaritana), nunca deja indiferente, sino que trasforma y llena de plenitud a las personas que lo acogen. Así nos lo recuerda el Papa: “Nutrirse de la eucaristía significa dejarse mutar en lo que recibimos. Cada vez que hacemos la comunión nos parecemos más a Jesús, nos transformamos más en Jesús. Como el pan y el vino se convierten en cuerpo y sangre del Señor, así cuantos lo reciben con fe son trasformados en eucaristía viviente, te conviertes en cuerpo de Cristo”. Y en la misma idea insistía san Agustín cuando decía, al reflexionar sobre la eucaristía: “Manjar soy de grandes: crece y me comerás. Y tú no me trasformarás en ti como el manjar de tu carne, sino que tú te transformarás en mí”.
La eucaristía, por tanto, es el sacramento del amor: contemplamos el amor de Dios que nos provoca y nos contagia con su entrega. De ahí que el compromiso del cristiano encuentra plenamente su fortaleza y sustento en la contemplación del amor que Dios nos tiene. Por eso, cuanto más nos empapamos de su amor, más irradiamos su amor. Culto y caridad se unifican, porque contemplar es llenarnos de Dios, que es amor.
No extraña que, al celebrar esta fiesta del Corpus, celebremos también el Día de la Caridad y el Día de Cáritas. En efecto, estos días nuestra Cáritas diocesana ha hecho pública su memoria anual y todo lo realizado a lo largo del año pasado. Son muchos los gestos concretos de amor que han llegado a más de 4.000 personas de nuestra diócesis que pasan necesidad: personas sin hogar, familias, niños y jóvenes, mujeres con hijos, personas dependientes… Hacemos vida, en los diferentes programas y proyectos que sustenta nuestra Cáritas, la Palabra de Dios que en el libro del Deuteronomio nos dice: “Si hay entre los tuyos un pobre, un hermano tuyo, en una ciudad tuya, en esa tierra tuya, no endurezcas el corazón ni cierres la mano a tu hermano pobre. Ábrele la mano y préstale a la medida de su necesidad”.
Y todo ello se ha realizado con las manos y el tiempo de casi 400 voluntarios y agentes de la caridad que han dado lo mejor de sí para llevar esperanza, consuelo, fortaleza, dignidad a cada persona. A través de ellos, mucha gente ha descubierto otra manera de construir el mundo, otra manera de hacer comunidad, otra manera de socorrer que va más allá de la asistencia para promover, integrar, acoger, acompañar, dialogar.
Y junto al voluntariado ha habido también la aportación generosa de muchos donantes, socios y colaboradores que confían en el buen hacer de Cáritas como extensión de la misericordia de la Iglesia. Sin ellos no hubiéramos llegado a tanto. Por eso, en este día, en torno a la eucaristía que nos sustenta, desde la adoración que nos lleva al compromiso, quiero dar las gracias por esta magnífica familia que compone nuestra Cáritas diocesana. Ellos huelen a evangelio y son signo de esperanza. Ellos son amor. ¿Por qué no unirte a esta corriente de nueva humanidad?
Vuestro hermano y amigo.
+ Fernando García Cadiñanos
Obispo de Mondoñedo-Ferro