Carta del obispo de Mondoñedo-Ferrol: «El drama de la Trata de Personas»
Madrid - Publicado el
3 min lectura
Cada 8 de febrero, la Iglesia nos invita a celebrar una Jornada de Oración y Reflexión sobrela Trata de Personas. Lo hace al celebrar la memoria de santa Josefina Bakhita, una santaafricana que padeció la esclavitud. A mediados del siglo XIX esta mujer sudanesa fuecapturada y vendida varias veces sufriendo violencia por diferentes señores. Finalmente, alservicio de sus amos italianos, descubrió el cristianismo, que sintió fundamentalmente como unencuentro con un amor más grande y entrañable que, por primera vez, la trataba con ladignidad que merecía.
Parece mentira, pero la esclavitud hoy sigue existiendo en forma de trata. La trata de personasconsiste en “reclutar, trasladar, desplazar, ocultar o recibir personas por medio de amenazas,uso de la fuerza u otras formas de coacción, secuestro, fraude, engaño, abuso de poder o deuna situación de vulnerabilidad, así como el acto de dar o recibir cualquier tipo de retribución obeneficios con el fin de conseguir el consentimiento de una persona que tenga dominio sobreotra con el propósito de explotarla”.
Y es el drama que hoy siguen sufriendo miles de personas, fundamentalmente mujeres y niñas,que están sometidas a múltiples formas de explotación y a la esclavitud doméstica, sexual ylaboral. Está claro que son objeto de esta injusticia a causa de la vulnerabilidad, la marginacióny el empobrecimiento en el que viven en muchas ocasiones.
Esta jornada debe de ayudarnos a tomar conciencia social ante este drama humano. Hay quedar voz y visibilizar la situación de violencia en la que estas personas se encuentran. Lasreligiosas Oblatas, que han estado con nosotros en Ferrol durante los últimos 115 años, nos hanayudado a sensibilizarnos en ese sentido. Gracias por vuestra tarea silenciosa y escondida.Queda vuestra obra que permanece y acompaña integralmente a las mujeres que quieren salirde esa situación en la que se encuentran.
Este día es una invitación a caminar por la dignidad de toda persona que nunca puede serutilizada para el placer, el deseo, el interés, el beneficio, el egoísmo de ninguna otra persona.Todos tenemos una dignidad, un valor incalculable que nos impide ser tratados como merosobjetos, que nos eleva de la vulgaridad de las cosas y nos vacuna de toda tentativa decosificación. En ese sentido hay mucho que trabajar cuando se constata que el consumo deprostitución es de gente cada vez más joven; cuando la violencia de género está establecida yextendida; cuando el individualismo nos impide vivir la comunión y la relación; cuando lospatrones de relación entre sexos están marcados en muchas ocasiones por el poder…
Dar dignidad a cada persona que nos encontramos, y especialmente a las personas vulnerables,nos eleva como sociedad. Conseguiremos dar dignidad cuando seamos capaces de tener ojosabiertos que nos permitan reconocer junto a nosotros los procesos que llevan a las personas atrata; de caminar con un corazón atento para descubrir caminos de cuidado e inclusión de laspersonas; de poner nuestras manos al servicio de acciones que busquen promover la lucha contrala trata de personas; de empeñarnos en construir una cultura del encuentro, una Iglesia casa detodos, hospital que acoge a los más vulnerables.
En la fe cristiana encontramos una fuerza grande para luchar contra la trata: la dignidad quetenemos al descubrirnos como hijos de Dios nos lleva a tratarnos siempre como hermanos, acontemplar en el rostro del herido la presencia sacramental del mismo Cristo, a denunciar todainjusticia. “La violencia que sufre cada mujer y cada niño es una herida abierta en el cuerpo deCristo, en el cuerpo de toda la humanidad, es una herida profunda que también nos afecta acada uno de nosotros” (Papa Francisco). Os animo a que nuestra Iglesia diocesana no esté almargen de esta realidad terrible de la trata que vive mucho más cerca de nosotros de lo quepensamos, aunque sea invisible. Ojalá nuestra Iglesia promueva una cultura de la dignidad quenuestro mundo tanto necesita.Vuestro hermano y amigo.
+ Fernando García Cadiñanos
Obispo de Mondoñedo-Ferrol