Carta del obispo de Mondoñedo-Ferrol: «La vida consagrada que camina entre nosotros»

Fernando García dedica su carta pastoral a la Jornada por la Vida Consagrada eindica que es hermoso percibir que los consagrados no son ajenos al entorno donde tienen sus obras

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Un año más, la fecha del 2 de febrero nos recuerda la presencia entre nosotros de aquellos hombres y mujeres que, a través de los votos de castidad, pobreza y obediencia y la vida en comunidad, conforman el vasto mundo que llamamos la vida consagrada. Se trata de un día donde, al recordar la Presentación de Jesús en el templo, todos los bautizados que han experimentado una llamada de especial consagración renuevan públicamente su compromiso y entrega al servicio de la Iglesia y para el bien de nuestra sociedad. Yo lo haré con todos los religiosos y religiosas de nuestra diócesis en sendas celebraciones en Ferrol y Ribadeo.

Es bueno que, en estos momentos donde existe una escasez de vocaciones para la vida consagrada y donde es evidente el envejecimiento de nuestras comunidades, dediquemos una jornada para valorar y agradecer el don que supone la vida consagrada en el seno de nuestra Iglesia diocesana de Mondoñedo-Ferrol. En la pluralidad de sus carismas embellecéis el testimonio y la vida de nuestra comunidad cristiana. Es mucho lo que hacéis en la Iglesia y con la Iglesia a favor de la evangelización y de la humanización. Pienso en vuestro testimonio en los colegios; en el acompañamiento que hacéis a personas con discapacidad; en la atención de las personas sin hogar; en el acogimiento de niños y jóvenes con dificultades; en vuestras tareas en las parroquias rurales donde estáis; en la ayuda a nuestros mayores…

Sin duda, como decía Juan Pablo II, la vida consagrada se asemeja a una planta con muchas ramas que, teniendo sus raíces en el evangelio, produce muchos frutos en cualquier época y lugar de la Iglesia. Unas ramas que sirven de cobijo y descanso a tantas personas vulnerables y necesitadas que encuentran en vosotros, en vuestras obras y vuestras iniciativas esperanza, fuerza y consuelo.

De esta manera sentimos que la vida consagrada hace realidad el lema elegido para esta celebración: “Caminando con esperanza”. En tantas ocasiones hemos asemejado la vida de la humanidad a un viaje, a una peregrinación. Un camino que nunca hacemos solos. En el proceso sinodal en el que nos encontramos, especialmente, nos descubrimos en camino con otros peregrinos. Las personas consagradas, en los diferentes carismas existentes entre nosotros, son hombres y mujeres que caminan junto a nosotros, compartiendo nuestras dudas, miedos, ilusiones y esperanzas.

Es hermoso percibir que los consagrados y consagradas no son ajenos a la vida de las personas que viven en el entorno donde tienen sus obras. Unidas a ellas sufren y gozan, comparten el caminar de nuestra historia marcada por la vulnerabilidad. Pero lo hacen con una actitud especialmente necesitada en el hoy de nuestro tiempo: la esperanza. En medio del mundo pero sin ser del mundo, son generadoras de una nueva mirada hacia el futuro que es capaz de engendrar siempre la virtud de la esperanza y que solo deriva de la confianza en aquel que nos sostiene y nos da vida.

Las personas consagradas, porque han hecho de Dios su fuerza y su baluarte, nos contagian la esperanza de mirar la vida con sentido. En medio de nuestro mundo, su experiencia compartida de lo que Dios hace en la vida de los creyentes, nos ayuda a vivir las dificultades con una luz que nos impide desvanecernos. Ellos, como decía Juan Pablo I, nos recuerdan especialmente las bases sobre las que se basa la esperanza: “Dios es todopoderoso, Dios me ama inmensamente, Dios es fiel a las promesas”. Por eso, la esperanza es posible y nos capacita para vivir desde la meta que da sentido y valor a todo, así como a tener las motivaciones necesarias para un compromiso en la transformación del mundo según el plan de Dios.

Gracias por ello y sigamos orando y fomentando las vocaciones que nos son tan necesarias.

Vuestro hermano y amigo.

+ Fernando García Cadiñanos

Obispo de Mondoñedo-Ferrol