Carta del obispo de San Sebastián: «Rasgad vuestro corazón, no vuestras vestiduras»

Fernando Prado nos recuerda que la Cuaresma es un tiempo de prueba, un combate espiritual para fortalecernos en la lucha contra el pecado

FernandoPrado

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Algunos sacerdotes se rasgaban las vestiduras, alzando las manos al cielo, proclamando públicamente el escándalo que producían los comportamientos de los demás, creyéndose y apareciendo ante el resto como justos y puros ante Dios.

Pero la voz del profeta pone el contrapunto: ¡Rasgaos el corazón, no las vestiduras! (Jl 2, 12). Volved, con humildad a vuestra verdad. No os escandalicéis tanto de los comportamientos de los demás. Volved a vuestro corazón y caed en la cuenta de que quizá no tengáis mucho de lo que presumir. No seáis hipócritas. Tened cuidado de que vuestro rasgaros las vestiduras no se convierta incluso en motivo de mayor escándalo que el que queréis denunciar. Esa falta de humildad, en verdad, habla de una lejanía real con Dios, de una vida sin corazón, sin caridad, de una falta grave de misericordia, impropia no solo de un sacerdote, sino de cualquier creyente. Al Padre, que ve en lo secreto, no se le puede engañar (Cf. Mt 6).

En definitiva, ¿Qué es entrar en cuaresma, sino un volver a nuestra verdad más profunda, volver al corazón y ver si este está o no en sintonía con el Dios que nos ama y nos llama? Esto es la cuaresma: un camino espiritual de preparación para la Pascua en el que nos ponemos ante Dios, porque queremos volvernos a él, queremos convertirnos, volver a mirarlo cara a cara, volver a recuperar nuestra verdad más profunda de hijos y hermanos, alejando de nosotros todo aquello que lo impide.

Se trata de un tiempo litúrgico fuerte; un tiempo también de prueba, en el que vivimos —en la intimidad con Dios—, un combate espiritual. La Cuaresma supone para todos nosotros una oportunidad nueva para seguir a Jesús y fortalecernos en la lucha contra el pecado y contra el mal, contra sus efectos en nosotros y, sobre todo, contra sus causas. Entrar en cuaresma significa, por tanto, renovar la decisión personal -y comunitaria- de afrontar el mal junto con Cristo y disponernos para vivir, a la luz de la Resurrección, una vida nueva y renovada. La luz de la Pascua es nuestro horizonte. Somos gente de Pascua.

En este combate espiritual, las tradicionales armas —ayuno, limosna y oración—junto con otras prácticas, nos ayudan. En ese sentido os propongo cuatro cosas sencillas que podemos hacer durante esta cuaresma para ayudarnos en el camino:

Os deseo, de corazón, un buen itinerario hacia la Pascua. Que el Señor nos de la gracia a todos de vivir una cuaresma que nos renueve y nos ayude a vivir en verdad y en toda profundidad la verdadera alegría del Evangelio, la de aquellos que se encuentran con Jesús (cf. EG, 1).

In Corde Matris,

+ Fernando Prado Ayuso

Obispo de San Sebastián