Carta del obispo de Sant Feliu de Llobregat: «En comunión con la creación. El ideal»

Agustín Cortés Soriano continúa con su ciclos de escritos semanales dedicados al cuidado de la Casa Común

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Redacción Religión

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¡Ojalá nuestros contactos con la naturaleza estas vacaciones despierten ese diálogo gozoso con el Creador a propósito de las maravillas que captan nuestros sentidos! Quien entre en ese diálogo alcanzará una experiencia aún más gozosa: la comunión con Dios y con todo lo creado (incluida la humanidad entera).

No todos pueden alcanzar este sueño. En primer lugar, porque la creación, en sí misma, es muda. Y por sí misma la naturaleza no tiene sentido, a pesar de ser tan digna de admiración. Su sentido y su voz le vienen del ser humano, que, en cuanto imagen de Dios, ocupa la cima de la creación.

Es a través del ser humano como decimos que la naturaleza “habla”, habla o canta alabando a Dios y nos habla a nosotros, comunicándonos algo de su verdad y belleza.

Así lo expresamos en la liturgia de la Misa:

Por eso, Señor, todas tus criaturas en el cielo y en la tierra, te adoran cantando un cántico nuevo; y también nosotros, con los ángeles…” (Prefacio de la Eucaristía II).“Y por nuestra voz las demás criaturas…” (Prefacio Plegaria IV)

En los salmos invitamos a las cosas y los seres vivos creados a que alaben a Dios, como si tuvieran entendimiento y libertad, y fueran capaces de amar (pues la alabanza no es posible sin amar).

¿Qué queremos expresar cuando decimos que la naturaleza habla? Algunos, que captan su belleza y perfección, logran barruntar en ella bellos mensajes a los que responden y traducen, a veces, con hermosas palabras u obras de arte: poetas, pintores, músicos, etc. (¿Hablan consigo mismos, encerrados en un monólogo, quizá solo abierto al lector anónimo, al amigo o al espectador ocasional?).

Mucha gente habla con los animales. Hace unos días vi por la calle a uno que dirigía un largo discurso (quizá una riña) al perro que había sacado a pasear. Admitimos que exista una cierta interacción. Pero esto está muy lejos de ser un diálogo. “Hoy muchos tienen hijos como si tuvieran mascotas y tienen mascotas como si tuvieran hijos”, decía una periodista. La suerte de tratar con los animales es que nunca te critican, ni te contraargumentan, no reivindican su dignidad, les puedes dominar una vez conocido el mecanismo de su psicología… Muchos, incluso, creen que eso es fidelidad y afecto y que, en consecuencia, es mejor tratar con ellos que con personas humanas, siempre expuesto a la traición… (¡es peligroso tratar con personas libres!)

Pero éstos, que captan el lenguaje de la creación e incluso hablan con las criaturas, se quedan en el umbral de la casa donde se disfruta de la verdadera comunicación y comunión. El creyente es capaz de discernir siempre su lenguaje, un lenguaje que es verdadera palabra del Dios creador: la fe, y todo lo que le acompaña (la vida del Espíritu), despierta y educa la vista y el oído, es decir, el corazón, para percibir un inmenso mensaje, el que transmiten la belleza y perfección de la naturaleza. Situado como interlocutor, el creyente trata de responder (con el sentimiento, la palabra, el silencio, la contemplación, y también con el arte, etc.) y en esa conversación experimentamos una gran alegría.

Y en ese diálogo las cosas creadas alcanzan su sentido… y cantan de gozo.

+ Agustín Cortés Soriano

Obispo de Sant Feliu de Llobregat

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