Carta del obispo de Tarrasa: «Madre de la Merced»
Salvador Cristau Coll nos recuerda que en nuestro mundo existen aún muchas formas de esclavitud
Madrid - Publicado el
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Dios, que es Padre de misericordia, Padre bueno que nos ama, ha ido poniendo en nuestro camino, en el camino de los hombres y mujeres que ha creado todo lo que él sabe que necesitamos. Y por eso nos ha dejado María, su Madre, la Virgen María, como Madre nuestra también, y va haciéndola presente en nuestra vida.
La hace presente de muchas formas, casi siempre discretamente, como hacen todas las madres con sus hijos. Y normalmente siempre también a través de otros hijos suyos, que son hermanos nuestros, como en las bodas de Caná cuando Jesús se dirigió a los criados y les dijo: “Llenad estas tinajas de agua”… (Jn. 2, 7) Pero, ¿no era vino lo que necesitaban? Sin embargo, los criados lo hicieron: “Las llenaron hasta arriba”. El Señor hizo el milagro de convertir el agua en vino pero lo hizo con la colaboración de aquellos servidores, con su docilidad y su obediencia. Aunque seguramente no lo entendían.
Ayer, 24 de septiembre, celebrábamos la fiesta de la Virgen de la Merced. Y esto es lo que ocurrió también cuando a principios del siglo XIII en Barcelona, María la Virgen inspiraba a un joven mercader de ir a tierras lejanas a redimir cautivos. Él había visto el dolor de la separación de tantas familias y el peligro de perder la fe en una situación de cautiverio, en medio de un ambiente y de una cultura no cristianas. Y el Señor, a través de la Virgen María le inspiró el deseo de dedicar toda su vida a liberar cautivos.
Esto sucedía en Barcelona, aquel joven se llamaba Nolasco, San Pedro Nolasco, y esa Madre tomó el nombre de Nuestra Señora de la Merced, que para él y los que empezaron a trabajar con él en esta misión de caridad fraterna y evangélica significaba Madre de la Misericordia. Una inspiración que nace del corazón mismo del Evangelio: “estaba en la cárcel y vinisteis a verme” (Mt. 25,36). Porque en aquella época muchos cristianos de las costas del mar Mediterráneo eran llevados cautivos para ser vendidos como esclavos o utilizados como moneda de cambio en transacciones comerciales.
Devolver la libertad a los hijos de Dios, ésta es una misión no terminada, porque son muchas las formas de esclavitud en nuestro mundo. No sólo había cautivos en la Edad Media, también ahora hay esclavitud y servidumbres que mantienen encadenados a muchos hermanos nuestros y puede ser que incluso a nosotros mismos en la forma de tantas dependencias y adicciones que en nuestro mundo autosuficiente nos hemos ido creando.
El Señor quiere liberar a sus hijos pero quiere hacerlo con nuestra colaboración, con nuestra fidelidad, a través de nuestra entrega; no quiere hacerlo de otra manera. Pidamos a la Virgen María en esta advocación de la Merced que nos haga ser instrumentos de la misericordia de Dios para con todos los que nos rodean.
+ Salvador Cristau Coll
Obispo de Tarrasa