Carta pastoral de Mons. Jesús Murgui: Iniciando el curso: Sembrando ánimos y procesos de futuro
El obispo de Orihuela-Alicante reflexiona sobre el nuevo curso pastoral que ha comenzado recientemente
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El curso se ha iniciado en la pastoral de conjunto diocesana con el Encuentro de arciprestes del día 10 de septiembre, en la Casa diocesana de Espiritualidad 'D. Diego Hernandez' de Elche, para poner en común orientaciones y materiales para el nuevo
curso. Tarea, que de algún modo, se ha proyectado sobre los encuentros en las cinco Vicarías y en la Curia Diocesana, en los que se han expuesto las ideas centrales que mueven las orientaciones Pastorales diocesanas para el presente curso 2021-2022.
Hasta ahí todo coincide con lo básicamente programado, antes del verano, para el inicio normal del curso.
Pero una serie de circunstancias han completado y condicionado, a la vez, el panorama previsto. Ya el anuncio en mayo por la Santa Sede del proyecto para toda la Iglesia de que las diócesis se sumaran al itinerario preparatorio del próximo Sínodo de los
Obispos, nos puso en alerta, a efectos de programación, pero de hecho ha sido en este mes de septiembre cuando han llegado las orientaciones y primeros materiales sobre esta concreta participación diocesana. Esto nos ha llevado a presentar y a estudiar en Consejo Episcopal la aplicación de la tarea propuesta y a revisar en un Consejo del Presbiterio extraordinario el iter a seguir en nuestra Diócesis, integrándolo, en lo posible, en la programación ya prevista.
Además de esta conexión diocesana al itinerario preparatorio del Sínodo de los Obispos, hemos integrado en el calendario previsto para este septiembre la venida de la Cruz y el Icono de María de la JMJ de Lisboa, que nos afectaba de lleno a los días 17 y 18 de septiembre, visitando la Diócesis, por medio de diversos actos de norte a sur, desde Calpe a Orihuela, pasando por Benidorm, Alicante, Elche y Aspe, en un total de catorce distintos momentos que afectaban a varias parroquias, un hospital, un
colegio, un monasterio, así como a la Catedral y Concatedral, al Seminario y al Teologado. Ha sido una auténtica sinfonía de una hermosa diversidad de encuentros y celebraciones que tocó, en catorce distintos escenarios, una real diversidad de
espacios y personas, y que ha sembrado en muchos la luz y el consuelo del Señor.
Todo esto se ha materializado en un mes de septiembre, que como es lógico todos los cursos, y también en este, contempla diversidad de aperturas de curso. Especialmente destacan en el ámbito diocesano, la apertura de curso para profesores de religión en centros públicos y de la Escuela Católica (Tradicional ?Missio? en la Concatedral), la apertura de curso de los Colegios Diocesanos (este año para poder acoger a su numerosa asistencia también celebrada en S. Nicolás de Alicante), y la apertura de curso del Seminario Diocesano, en Orihuela como es tradición.
Todo este relato que se enmarca, lógicamente, en el ordinario despertar de cada inicio de curso pastoral en diversas parroquias, movimientos, servicios diocesanos y las más variadas comunidades y realidades eclesiales, nos hace notar por una parte que
aunque la pandemia nos ha afectado de muy diversas maneras, ha mostrado que estábamos en condiciones adecuadas para trabajar, pues, el curso pasado, aunque nos frenó y debilitó, no nos paró, y en muchos de nosotros ha redoblado las ganas y la
motivación de servir como Iglesia ante las muy acuciantes necesidades que nos reclaman, tanto en el campo de la caridad, prioritario, como del culto y la celebración de los sacramentos, en el que nos hemos resentido muchísimo ante las diversas
formas de retraimiento que ha originado la pandemia, y también en el campo de la evangelización y la catequesis en sus diversas formas.
Nuestra Diócesis ha tratado de seguir respondiendo en todos los frentes: desde la infancia hasta la tercera edad y la pastoral de enfermos y mayores; desde los servicios de acogida e integración de inmigrantes, hasta las más diversas iniciativas en el campo
de la caridad y la preocupación social. Además de esta pastoral total, integradora y creativa ante las nuevas circunstancias, el calendario de este inicio de curso se ha visto especialmente marcado, por razones lógicas, por aquello que mira a las edades más jóvenes y al campo educativo; esto ha estado reforzado, de modos diversos por la incidencia del ?Año de la Familia Amoris Laetitia?.
La especial preocupación e interés de nuestra pastoral en aquello que afecta a las edades más jóvenes, se ve de algún modo destacado por el Forum a realizar en los días 1 y 2 de octubre, en Elche, dentro del Sínodo de Jóvenes de nuestra Diócesis de
Orihuela-Alicante, en el que además de trabajar estos temas: la mujer en la Iglesia; la moral sexual; jóvenes cristianos y misión; la pastoral juvenil y vocacional; se presentará el documento que resume, a partir de 2254 respuestas, una aproximación a nuestra realidad juvenil, como punto de partida para el diálogo y el trabajo de futuras orientaciones de la pastoral de los jóvenes en la Diócesis.
El título con el que encabezamos este a modo de relato de lo que hemos vivido y estamos viviendo en los primeros compases de este curso no es fantasía, estamos tratando de sembrar realmente ánimos, pues las circunstancias, post-covid según algunos optimistas, no son en absoluto fáciles. Hay que empujar muy contracorriente pues la pandemia y tantos factores que la han rodeado, han dejado mucha debilidad y desvinculación, en una época de múltiples anemias espirituales. Importa reavivar los
ánimos desde la fe y la unión con el Señor (Eucaristía). E importa proseguir impulsando procesos que reactiven el amor a la misión y al compromiso en la propia comunidad eclesial, en los sacerdotes y los laicos. Estos últimos están llamados a un creciente despertar en la Iglesia, que conlleve un relevo generacional tan necesario en nuestras parroquias y servicios eclesiales, desde la catequesis a la caridad. Un laicado que renazca especialmente en los miembros más jóvenes de nuestras comunidades y familias, sembrando para ello procesos de futuro: que hagan cristianos completos, que promuevan cristianos presentes como tales en la sociedad, cristianos formados y acompañados en el seno de la Iglesia, para comprometerse y servir como discípulos de Jesús, misioneros en nuestra sociedad presente y en la del futuro.
Seguimos, en todo ello, acogiéndonos a la intercesión de Santa María, Madre de Dios, madre nuestra, madre de la Iglesia; poniendo bajo su protección el nuevo curso.
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