¿Cómo hablar del Espíritu Santo?: Símbolos y acciones

¿Cómo hablar del Espíritu Santo?: Símbolos y acciones
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Mons. Vicente Jiménez Queridos diocesanos:
Desde la Pascua de Resurrección hasta la solemnidad de Pentecostés celebramos la cincuentena pascual, que es un tiempo donde aparece la acción del Espíritu Santo en la Iglesia. En el tiempo de Pascua muchos adolescentes, jóvenes y adultos reciben la Confirmación, que es el sacramento del Espíritu Santo. ¿Cómo hablar hoy del Espíritu Santo? A la hora de hablar y escribir sobre el Espíritu Santo, partimos de una dificultad inicial: no tenemos propiamente una figura e imagen del Espíritu Santo; sólo tenemos símbolos y lo conocemos por sus acciones.
De Jesucristo tenemos figura e imagen. Figura, pues el Verbo se hizo carne y tomó nuestra naturaleza humana. Imagen, porque cada uno tiene de Jesucristo distintas representaciones. San Juan de la Cruz, por ejemplo, escribe: "¡Oh cristalina fuente, / si en esos tus semblantes plateados / formases de repente / los ojos deseados, / que tengo en mis entrañas dibujados!" (Cántico 11).
Del Padre no tenemos figura, pero sí tenemos imagen, a través de la experiencia del Padre de la tierra y desde ahí por vía de eminencia hablamos de Dios Padre.
Del Espíritu Santo no tenemos ni figura ni imagen. Es inmaterial. Tenemos que recurrir a símbolos y las acciones que realiza en los fieles. La Sagrada Escritura no nos presenta en ninguna parte un "retrato", no tiene rostro humano, ni siquiera un nombre que evoque una figura humana. La Biblia y la Tradición viva de la Iglesia recurren a símbolos: viento, fuego, lenguas, paloma, aceite? Son símbolos que nos remiten de manera inefable a su Persona, aunque no agotan su rico misterio.
Símbolos
Me voy a fijar solamente y de manera breve en el símbolo del aceite. El simbolismo de la unción con el aceite (óleo) y el crisma (aceite perfumado con bálsamo) es también significativo del Espíritu Santo. En la iniciación cristiana es el signo sacramental especial de la Confirmación. El Obispo unge con el santo crisma la frente del confirmando. Por eso en las iglesias cristianas de Oriente el sacramento de la Confirmación es llamado "crismación".
El aceite no es sólo alimento como el vino y el trigo, sino también ungüento, que perfuma el cuerpo (Am 6, 6), fortifica los miembros (Ez 16, 19), suaviza las llagas (Is 1, 6), alimenta continuamente la llama que ilumina (Ex 27, 20; Mt 25, 3-8). A diferencia del agua que corre y se evapora, el aceite empapa e impregna. Así sucede con el Espíritu Santo es como el aceite-crisma, para que el cristiano sea buen "olor" de Cristo (2 Cor 2, 15-16).
Acciones
Para hablar y escribir del Espíritu Santo, la Sagrada Escritura recurre siempre a la acción, lo representa actuando en nuestros corazones y en nuestras vidas. "Lo conocéis porque vive en vosotros y está en vosotros" (Jn 14, 17). Conocer al Espíritu es experimentar su acción, dejarse invadir por su luz y su fuerza bienhechoras, dejarse guiar por sus impulsos. Para conocer al Espíritu Santo hay que "sorprenderle" en el bien que nos hace cuando nos mueve a un buen pensamiento, a santos deseos, a acciones virtuosas. Hablar y escribir del Espíritu Santo nos hace bien en la Iglesia, ya que el Espíritu Santo es también para nuestra época el agente principal de la nueva evangelización.
El Espíritu Santo, manado del costado abierto de Cristo en la cruz, es el verdadero creador interno de la Iglesia. Su olvido en la vida cristiana se convierte en rutina en la acción pastoral de la Iglesia.
El Espíritu Santo es la ley interior de la Iglesia, que tiene poder de santificación para los hombres, ya que sólo Él es Amor, posee la energía capaz de recapitular en la persona todos los elementos dispersos que la constituyen.
Con mi afecto y bendición,
+ Vicente Jiménez
Arzobispo de Zaragoza