¿Eres tú el Rey de los Judíos?

¿Eres tú el Rey de los Judíos?

Agencia SIC

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Mons. Gerardo Melgar ¿Eres rey? Esta es la pregun­ta que Pilato hace a Jesús. Jesús, con toda claridad, le responde: "Tú lo dices: soy rey".

o que tiene que explicar Cristo a Pilato es que no es rey en el sentido que Pilato lo entiende, ni el reino al que se refiere Cristo pertenece a este mundo, por eso se lo dirá también claramente: "Mi Reino no es de este mundo".

Los reyes de este mundo están rodeados de lujos, de sirvientes, de poder, pero el reino que Cristo vie­ne a implantar en este mundo es el reino de la verdad, porque su misión es precisamente esa: "Dar testimonio de la verdad".

Su reino es el reino de la verdad y la vida, el reino de la justicia, del amor y la paz.

Todo el que quiera pertenecer a este reino debe encarnar en su vida estos valores y luchar para que sean una realidad en su vida. Debe estar al servicio de la verdad y de la vida, no de la mentira ni de la muerte. Debe luchar por la justicia como si­nónimo de la santidad y poner todo lo que esté en su mano para lograr ser santo. Debe vivir desde el man­damiento nuevo del amor, un amor que debe extenderse incluso a los que no nos quieren, a nuestros enemigos, y debe ser en su entorno y en el mun­do entero creador de paz

Cristo quiere reinar en el corazón de todos los hombres y ser realmente nuestro rey, pero para ello nos pide que estamos dispuestos a darle en nuestra vida el puesto de honor que le corresponde como nuestro Dios, nuestro Señor y nuestro rey, el pri­mer puesto en nuestra vida, como a nuestro único Dios y Señor.

La realidad de que Cristo sea nuestro rey debe llevarnos a pregun­tarnos y responder a esta pregunta: ¿es Cristo, en la práctica y en nues­tra vida, nuestro verdadero rey o hay otras cosas, pequeños diosecillos que reinan en nosotros mucho más que Cristo?

Admitir a Cristo como rey pide de nosotros que dejemos que Él nos trasforme y nos convierta en verda­deros seguidores suyos, que se toman muy en serio su fe y tratan de vivir de acuerdo con lo que esa fe les exige.

Admitir a Cristo como nuestro rey es y supone comprometernos en nuestra vida a luchar por vivir desde la verdad, por la defensa de la ver­dad; a vivir nuestra vida luchando por ser justos y santos, porque todos estamos llamados a la santidad; a luchar por la vida en este mundo de muerte, pero sobre todo de lucha por la vida que Él nos promete si somos fieles aquí en la tierra a lo que nos pide; a luchar por la paz y la concor­dia, la paz del corazón con Dios y con los hermanos, la paz que nos hace ser creadores de paz donde quiera y con quien quie­ra que este­mos.

Admi­tir a Cristo como rey supone encarnar en nosotros las mis­mas actitudes que Él vivió, su mismo estilo de vida; una vida de servicio, de amor a los demás, de entrega de nues­tra vida por la salvación de los otros.

Dejemos que Cristo sea nues­tro rey haciendo de nuestra vida un verdadero homenaje de entrega, de servicio y de encarnación de sus mismas actitudes y siendo testigos de ellas en medio de nuestro mundo.

Nuestro mundo necesita de testi­gos valientes que con su vida hagan presente a Cristo como rey de todo y de todos, testigos que con su vida y testimonio descubran a los demás que la vivencia de la verdad, de la justicia, del amor y de la paz, llena el corazón del hombre mucho más que los egoísmos, la mentira y los place­res pasajeros que ofrece el mundo.

Que nuestra vida sea una autén­tica proclamación de Cristo como rey del universo, rey de cada uno de nosotros, amando, progresando en la santidad, luchando por la vida y el respeto a la misma y ofreciendo nuestro amor y nuestro perdón a los demás.

+ Gerardo Melgar

Obispo de Ciudad Real