El verdadero rostro de Dios

El verdadero rostro de Dios
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Mons. Gerardo Melgar Queridos diocesanos:
Una de las grandes novedades que Cristo trae como misión al venir a este mundo es mostrarnos el verdadero rostro de Dios; lo hará a través de distintos ejemplos o parábolas mediante las cuales somos capaces de percibir lo que el Señor quiere revelarnos del Padre. En las tres parábolas que hoy escuchamos en el Evangelio, Jesús nos dice algo muy importante sobre Dios: Dios no es un Dios lejano y vengativo sino un Padre bueno, el mejor, que está cerca de nosotros, se preocupa de nosotros y es capaz de compadecerse de nuestras miserias y pecados perdonándonos. Nuestro Dios es un Dios que perdona y perdona siempre.
Además, otra verdad manifestada por Jesús nos conmueve: Él se alegra mucho cuando un pecador vuelve a casa; es un Padre experto en regalarnos la alegría del perdón.
Jesús, por tanto, nos muestra a un Dios Padre misericordioso que está dispuesto siempre a perdonarnos, por muchos que sean nuestros pecados; que nos espera cada día y cada momento; que le preocupa que no nos decidamos a volver y, por eso, todos los días llama a las puertas de nuestro corazón humano para que volvamos a la casa paterna; que no nos guarda rencor sino que nos da su abrazo lleno de amor cuando nosotros nos decidimos a volver. Es más: su alegría será mucho mayor cuando vea que nosotros -que estábamos lejos- queremos volver a formar parte de su familia y ser sus hijos.
Éste es el mensaje central de las tres parábolas que hoy escuchamos. Recordemos: en la de la oveja perdida, Él sale a buscarla, la encuentra y, lleno de amor y de alegría, la carga sobre sus hombros y la lleva al rebaño. Lo mismo en la parábola de la mujer que ha perdido la moneda: cuando la encuentra se alegra y se lo comunica llena de gozo a sus vecinos. Finalmente, en la parábola del hijo que se va de casa nos lo explicita aún más: aquel hijo cree que va a ser feliz separado de su padre y le pide la herencia y se marcha. Cuando está en tierras lejanas y ha buscado la felicidad separado del padre se da cuenta de que no tiene nada más que amargura e infelicidad. Entonces se acuerda de lo que bien que estaba en casa de su padre y decide volver. Ante su vuelta ¿cuál es la actitud del padre? Releamos el Evangelio: el padre estaba triste y preocupado por la marcha del hijo; todos los días salía al camino a ver si por casualidad volvía; un día le vislumbra a lo lejos y su corazón se llena de gozo y alegría; corre a su encuentro y le abraza; no le deja ni presentarle sus disculpas; prepara un gran banquete y por todos los poros expresa su alegría porque aquel hijo que estaba perdido ha vuelto a casa.
Éste es nuestro Dios. Nosotros hemos malgastado la vida de la gracia buscando la felicidad alejados de Él. Sin embargo, Él sigue esperándonos todos los días con los brazos abiertos para cerrarlos sobre nosotros y abrazarnos en cuanto nosotros nos decidamos a volver. Aquel hijo se puso en camino recordando lo feliz que era en la casa de su padre. Nosotros tenemos que ponernos en camino, el camino de vuelta a Dios, de conversión, de cambio de vida acercándonos al Sacramento del perdón donde Dios nos espera.
No tengamos miedo, por muchos y graves que sean nuestros pecados Dios nos espera. Acerquémonos al Sacramento del perdón y comencemos de nuevo nuestra vida junto a Dios. Dios ha querido regalarnos su perdón a través del perdón que el sacerdote nos da en el Sacramento de la penitencia. Todos sabemos que nos cuesta confesarnos porque debemos reconocer nuestra miseria pero debe animarnos mucho más la realidad del perdón que Dios nos da a través de tan precioso Sacramento.
Reiniciemos el camino hacia Dios convencidos de que Dios nos espera y se va a alegrar mucho cuando lo hagamos; pidámosle perdón y comencemos de nuevo a vivir la vida de Dios, la vida de la gracia, la vida junto a Él porque sólo así seremos realmente felices.
Vuestro obispo,
+Gerardo Melgar