Cristina, la última persona que vio con vida a Marta Obregón: "Su historia está viva"
Marta Obregón murió en 1992 , su causa de beatificación está abierta y su historia "está viva". Su amiga Cristina recuerda los meses que pasó con ella
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"Esta es Marta, tiene 22 años, te va a encantar y os vais a hacer amigos inmediatamente". ¿Quién es esa tal Marta? Es Marta Obregón, una joven católica de Burgos que murió asesinada en 1992 a manos del llamado "violador del ascensor". Con esas palabras te la presenta la persona que la vio por última vez y que la recuerda con mucho cariño. Porque sí, tiene algo que contarte.
¿Qué tiene que ver contigo la vida de esta joven? Pues, la historia de Marta es especial por lo que ha dejado a quienes la han conocido, y también a todos quienes no lo han hecho todavía: un gran legado de fe. Tan especial es, que se encuentra camino de ser beatificada por la Iglesia católica. Por lo menos, la documentación de su vida y su caso ya la tienen en El Vaticano. Luego, Dios dirá.
Cristina Borreguero es esa persona que la vio por última vez. Esta hoy catedrática de Historia y profesora de la Universidad de Burgos, llegó a la vida de Marta en sus tres últimos meses. A pesar del poco tiempo que compartieron, tanto Marta como ese tiempo fueron un regalo para ella. Su historia completa se encuentra en el libro "Hágase". Cristina evoca con nosotros algunos momentos.
La recuerda como una gran persona, una gran mujer y una gran comunicadora. Marta iba a rumbo a convertirse en periodista. Marta "Y hubiera llegado lejos", termina Cristina. Su carácter abierto y el ser "echada para alante", como dice ella, le prometían un gran futuro en esta porfesión.
Sin embargo, su verdadera proyección en la vida la tuvo en su relación con Dios. Cristina recuerda cuándo Marta afrontó ese "vuelco interior". De estar alejada de la vida de fe en su juventud, se embarcó en un viaje al centro de espiritualidad de Taizé, en Francia.
Al volver, amigas suyas de Burgos la convencieron para que probara otra experiencia de fe. Esta vez, el Camino Neocatecumenal. Marta continuaba con su "suma y sigue" espiritual. Había crecido con el movimiento del Opus Dei, se fue a Taizé y ahora emprendía ese bien espiritual que es el Camino Neocatecumenal. "Marta iba de descubrimiento en descubrimiento".
El primer cara a cara con Marta...en un desfile de modelos
Cristina lo rememora con una sonrisa. Se acuerda del Hotel Condestable, de Burgos, "que ya no existe", aclara. Pero, por cómo habla de esa primera vez, es como sí existiera.
Allí estaba organizando un desfile de modelos. Le faltaba algo fundamental: una persona que presentase el evento. Entonces, le hablaron de Marta. Como se suele decir: le "vendieron" a Marta Obregón: "Tiene muchas tablas, sabe estar muy bien ante el micrófono...", le dijeron.
Se decidió a conocerla. ¿Cómo resumiría el primer encuentro que tuvo con ella cara a cara? Cristina escoge dos palabras: "Me fascinó". De hecho, además de acertar con la presentadora que estaba buscando, Cristina encontró una amiga con la que mantuvo "una relación de amistad muy intensa".
Rebobinando unos meses de amistad
"Hablábamos de todo y nunca me habló mal de nadie". Cristina afirma que eso no es un decir. Ha tenido casi 30 años para "rebobinarlo" todo, como dice ella. "Tenía la gracia de caerle bien a los demás", reconoce.
Esos recuerdos los ha ido alimentando Cristina para valorarlos con toda profundidad. Como aquella vez en la que quedaron para ver un vídeo. Era sobre UNIF, un encuentro de universitarios con el papa, entonces Juan Pablo II. Marta saltó como un resorte: "¡Yo quiero ir ahí"!, le dijo a Cristina. Contagiada por ese fervor, allí se fueron juntas.
Sin embargo, en la última etapa de su vida, Cristina vivió con Marta una pequeña cuesta abajo. Su carrera le desilusionaba y su novio le había dejado. "No obstante, seguía amable", defiende su amiga.
El último día
"Ella estaba preocupada, inquieta, angustiada". Así se la encontró Cristina en el Club Arlanza de Burgos al que Marta solía ir a estudiar y a rezar. Salieron a dar un paseo para charlar. Para consolarla, Cristina le recordó una anécdota de Santa Teresa de Jesús.
Le habló de cuando la santa fue a Salamanca con una compañera a fundar un nuevo convento. Cuando dormían, la otra hermana preguntó a Santa Teresa: "Madre, ¿qué haría usted si los estudiantes entraran aquí, nos encontraran y nos mataran?". La Santa se giró y le dijo: "Si eso ocurriera, ya me ocuparía de eso. Entretanto, déjame dormir".
No sabe si esa vivencia de la santa fue una suerte de premonición para lo que iba a suceder. A las 21:40 horas, se separaron. "Cristina, descansa", se despidió Marta. "Me sorprendió que sus últimas palabras fueran de preocupación para mí".
Habían pasado cinco horas desde que se dijeran adiós. Sonó el teléfono en casa de Cristina. Las dos de la mañana. Al otro lado, los padres de Marta. Querían saber dónde estaba. Les contestó que se habían despedido a las 21:40 horas y que, a partir de ahí, no sabía nada más.
"Era extraño", asegura Cristina. Más todavía cuando, a la mañana siguiente, seguía sin aparecer. De Marta se supo cinco días después, cuando la encontraron fallecida en un descampado. Habían asesinado a una joven que amaba a Dios y quería ser misionera.
“Oh Dios: ayúdame por favor ¡ya! (que no hay tiempo, Señor…, que la vida es muchísimo más corta de lo que, pobres ilusos, pensamos. Que cuando tú quieras nos coges y nos llevas de este suelo que nos ha tocado vivir). Ayúdame pronto a encontrarte. Ábreme bien los ojos y mi corazón (…) Esa es una de las reflexiones que escribía Marta a Dios tiempo antes del fatídico momento. Impacta leerlo cuando se la está conociendo.
Marta y Dios: una relación que "está viva"
Lo importante para Marta, más que nada, era Dios. "Hablaba de él con mucha naturalidad y con mucha profundidad", resalta Cristina.
"Rezaba todos los días, por lo menos, media hora de rodillas". Es muy interesante cómo Marta se dejó enriquecer por la Iglesia. Disfrutaba de la Eucaristía del Camino Neocatecumenal, pero también de la oración, el estudio y la dirección espiritual que le ofrecía el club.
La historia de Marta Obregón tiene todos los ingredientes para ser, además de un regalo, un testimonio para los jóvenes. ¿Por qué? Cristina lo destaca: "Era normal y súper joven, una joven con guitarra en mano, alegre, natural y que se convirtió plenamente".
La reflexión final de Cristina es que la historia de Marta "está viva", por quién es ella y mirando hacia su proceso de beatificación.