La llamada de Dios en el Himalaya

El sacerdote de 37 años que descubrió su vocación a 8.000 metros de altura y sigue predicando desde allí 

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Pablo Valentín-Gamazo

Publicado el - Actualizado

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Siempre se ha dicho que Dios está en todas partes. ¿Incluso en el Himalaya, a más de 8.000 metros de altura en medio de la nieve? Sí. Ahí también llega cada día a través de la labor del padre Federico Juan Highton. A sus 37 años, este sacerdote argentino de la congregación de San Elías lleva casi tres años predicando en la cordillera del Himalaya y más de cuatro haciéndolo en Asia. El padre Federico está todo el día haciendo cosas. Tanto es así que la entrevista la ha respondido desde un todoterreno en el que le llevaban de camino a una aldea.

La primera preguna es obligada: “¿Cómo llega un sacerdote al Himalaya?”. El religioso contesta que Dios le estaba llamando a misionar allí. Esa inquietud le nació en su anterior destino. O, más bien, Dios se la recordó. “Yo estaba muy feliz misionando en Taiwán, y en la oración, el Señor me llamó a empezar la misión en el Himalaya. Desde que soy laico siempre tuve ese deseo. Y acabó siendo la voluntad de Dios”. Añade que la decisión tuvo que rezarla y pensarla durante varios años.

Después de decidirse, el padre Federico tomó su mochila y subió a la montaña para predicar. Así, el joven sacerdote llegó a las aldeas de Sikkin del norte, perteneciente a La India. Allí desarrolla su labor en uno de los cuatro distritos de esa zona del Himalaya, que hace frontera con China, Nepal y Bután.

Un sacerdote en el Himalaya, ¿para qué?

¿Y qué puede hacer un sacerdote allí? Su contestación es sencilla: “Predicar a Cristo”. Lo hace en compañía de unas religiosas en un colegio, por los pueblos y, probablemente, con ayuda “desde arriba”. “Alrededor del 98% de la población profesa la religión budista tibetana y católicos está empezando a haber ahora”, explica Federico, a la izquierda en la foto. 

El lugar en el que desarrolla su labor pastoral puede describirse como el sitio donde se encuentran belleza y pobreza. Le hemos pedido que nos haga una fotografía: “El lugar donde vivo es hermoso. Es un lugar pletórico, con paisajes fascinantes. Vivo en un valle a 1.500 metros de altura, a dos horas de la aldea en donde estoy misionando”.

En esos lugares la gente pasa necesidad material, pero también espiritual, que es la que el religioso argentino viene a atender. “La gente aquí necesita a Dios”, subraya. Lo dice porque en Occidente la costumbre de conocer a Dios pasa por la Iglesia. “Pero aquí no hay iglesia. Aquí hay mucha necesidad y mucha más pobreza en ese sentido, pobreza de no conocer a Dios”.

La historia escuchada en España tiene mucho valor. Aun así, el se define como “un pecador que quiere ser santo, estar lleno de Espíritu Santo y morir misionando”.

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