La historia del campeón del Tour de Francia que salvó a cientos de judíos durante la II Guerra Mundial

La nieta del ciclista recuerda a su abuelo arrodillado de noche en una capilla rezando ante la pequeña imagen de Santa Teresita del Niño Jesús, su santa predilecta

La historia del campeón del Tour de Francia que salvó a cientos de judíos durante la Segunda Guerra Mundial

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Con motivo de los 21 años de la muerte del mítico ciclista italiano Gino Bartali, la Diócesis de Asís rendirá homenaje a este deportista doble campeón del Tour de Francia (en 1938 y 1948) y tres veces campeón del Giro de Italia (1936, 1937 y 1946) que arriesgó su vida durante la Segunda Guerra Mundial para salvar a cientos de judíos italianos.

El homenaje consistirá en el rezo del Ángelus este miércoles 5 de mayo, fecha de su fallecimiento, a las 12:00, hora local, en la capilla privada de Gino Bartali que se custodia en el “Museo de la Memoria de Asís”. La oración la presidirá el Obispo de Asís, Mons. Domenico Sorrentino.

Durante toda su vida mantuvo en secreto su implicación activa en la protección de los judíos italianos y sólo después de su fallecimiento, el 5 de mayo de 2000, se descubrió la verdad, lo que le valió el ser reconocido por el Estado de Israel como “Justo entre las naciones” en 2013.

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Rescatar a perseguidos y ponerlos a salvo

Durante el período de ocupación nazi y fascista del centro y norte de Italia durante la Segunda Guerra Mundial, Gino se integró en una organización clandestina, organizada por el Rabino de Florencia Nathan Cassuto y el Arzobispo de Florencia Cardenal Elia Angelo Dalla Costa, que tenía como objetivo rescatar a perseguidos, muchos de ellos judíos, y ponerlos a salvo en las zonas del sur del país controladas por los aliados.

En aquella época Gino era un ciclista de referencia para el dictador Benito Mussolini y sus partidarios fascistas al haber ganado el Tour de Francia. Por eso, sus extraños entrenamientos por la zona de Toscana y Umbría en plena guerra, a pesar de que se habían suspendido todas las competiciones deportivas, no levantaron sospechas de los soldados italianos.

De esa manera realizaba el trayecto entre Florencia y Asís llevando documentos de judíos perseguidos a varios monasterios donde los integrantes de la red elaboraban pasaportes falsos para los perseguidos.

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Grave crisis personal tras la muerte de su hermano Giulio

Para lograr trasladar toda esa documentación sin levantar sospecha, Gino Bartali escondía las fotografías, documentos y pasaportes debajo del sillín y dentro de los tubos de su bicicleta. Bartali era el único que podía hacer ese trayecto por carreteras bajo control militar. El hecho de que fuese un deportista admirado por el régimen le permitía simular aquellos falsos entrenamientos no solo sin que le pararan en los controles, sino que incluso los militares italianos le aplaudían y animaban cuando lo veían pasar.

Gino Bartali sufrió una grave crisis personal tras la muerte de su hermano Giulio en un accidente de carrera en 1936. La tragedia llevó a Gino a plantearse el dejar el ciclismo. Sin embargo, su fe le ayudó a reponerse y en 1937 se hizo miembro de la Tercera Orden Carmelita, cuyos integrantes son laicos que viven su fe con la espiritualidad de los carmelitas.

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Santa Teresita del Niño Jesús, su santa predilecta

En memoria de su hermano, pidió que se dedicara una capilla a Santa Teresita del Niño Jesús en memoria de su hermano fallecido, capilla que fue consagrada en 1937 por el Cardenal Elia Dalla Costa. La capilla privada, inicialmente en Florencia, se trasladó en 2018 a Asís, donada por la familia del ciclista al “Museo de la Memoria de Asís”.

La nieta de Gino, Gioia Bartali, recuerda a su abuelo arrodillado de noche en esa capilla rezando ante la pequeña imagen de Santa Teresita del Niño Jesús, su santa predilecta.

“Siempre imaginé que la capilla del abuelo representa todavía hoy su hogar. Pocos objetos, sencillos, pero muy vinculados a él: un pequeño y modesto altar, la dulcísima imagen de su santa predilecta, Santa Teresita del Niño Jesús, y un reclinatorio de madera oscura donde, una noche hace muchos años, lo sorprendí de rodillas rezando. Fue la única vez, porque mi abuelo siempre vivió su fe con profunda discreción, devoción y humildad”, recuerda Gioia.