EN 'EL ESPEJO'

La fe de la iglesia rumana frente al comunismo: 7 obispos reconocidos mártires

Durante la persecución comunista de los años 50, muchos sacerdotes y obispos permanecieron fieles a Roma y al Papa

ctv-aw2-martirio-iglesia-rumana

José Luis Restán

Publicado el - Actualizado

2 min lectura

Cuando faltan poco más de dos meses para la visita del Papa Francisco a Rumanía, ayer se hizo público el reconocimiento del martirio de 7 obispos católicos de rito oriental bajo el régimen comunista de Nicolás Ceaucescu, en los años 50. Hoy contamos su historia en El Espejo.

En 1945, vivían en Rumanía un millón y medio de católicos de rito oriental, una iglesia viva y pujante, que volvió a la unidad con Roma en 1698. Las autoridades comunistas, con la connivencia de la jerarquía ortodoxa, decidieron suprimir esta Iglesia siguiendo órdenes de Moscú. La intención, en todos los países de la órbita comunista, era separar a los católicos del Papa.

Primero se lanzó una campaña para que el clero greco-católico se integrara en la Iglesia Ortodoxade 1.600 sacerdotes sólo cedieron 38. A pesar de ello, se declaró disuelta a la Iglesia greco-católica y fueron confiscados sus edificios y sus bienes. Después llegó la persecución física: cientos de sacerdotes greco-católicos fueron detenidos y presionados, aunque casi ninguno cedió. 

El obispo Ioan Suciu, de Alba-Julia, pronunció estas palabras en su catedral antes de ser detenido: “Nos someteremos a las leyes pero no haremos nada contra nuestra fe. Y si nos preguntan: ¿de qué parte estáis, de parte del pueblo o de parte del Papa?, responderemos: de parte de Dios, para que ayude a este pueblo”. Lo detuvieron el 28 de octubre de 1948 y murió a causa de las repetidas torturas físicas después de 5 años de calvario. Parecida suerte tuvieron los otros seis obispos de aquella Iglesia brutalmente perseguida.

Testigo de excepción de esta tremenda historia es Alexandru Todea, consagrado obispo en secreto en 1950 y encarcelado de 1951 a 1964. Los 13 años en prisión no lo hundieron: al salir reorganizó la Iglesia greco-católica en la clandestinidad y al caer el comunismo fue nombrado arzobispo y luego cardenal con Juan Pablo II. Al participar en 1990 en el Sínodo de los Obispos, Todea habló en nombre de esa Iglesia que había perdido sus templos pero que transformó las celdas de las cárceles en otras tantas capillas y abrió seminarios en las catacumbas rumanas del siglo XX. Durante el tiempo de la persecución fueron ordenados cerca de doscientos sacerdotes.