Manolo Jiménez, 23 años trabajando por el futuro de los niños africanos
El misionero salesiano llegó en 1996 a Togo y ahora desarrolla su trabajo en la República Democrática del Congo
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Obras Misionales Pontificias (OMP) ha presentado esta mañana su Memoria de Actividades correspondiente a 2018. Casi 11 000 misioneros españoles realizan su labor en los 1 111 territorios de misión dispersos por el mundo, aunque más de la mitad de los misioneros españoles se encuentran en América.
Durante 2017, OMP recaudó más de 18 millones de euros, que financiaron 1 224 proyectos.
Pero la Memoria aporta más datos: el 55 % de los misioneros son mujeres, y tienen una edad media de 75 años. Los laicos ganan peso: ya son 905 los que han aceptado la llamada a la misión, aunque la gran mayoría continúan siendo consagrados y religiosos.
Es el caso del padre Manuel Jiménez Castro, aunque él prefiere que le presenten como “Manolo Jiménez, salesiano de Don Bosco”. Lleva 23 años en África, primero en Togo y ahora en la República Democrática del Congo, donde es el provincial. Desde Kinshasa, la capital, coordina las 10 casas salesianas que la congregación tiene entre el Congo y la República Democrática del Congo.
El P. Manolo es natural de Tarifa, Cádiz, y tiene 59 años. Fiel a su carisma salesiano, en las casas de las que es responsable se ocupan de la “educación y la evangelización de la gente joven, particularmente de la más desfavorecida”.
Su objetivo: que los jóvenes tengan un futuro
Su trabajo diario se concreta en varios frentes: por un lado, la mayoría de las casas salesianas tienen un centro de acogida para menores que no tienen familia. Muchos perdieron a sus padres durante la guerra que asoló el país; otros son repudiados después de que sus madres viudas hayan contraído segundas nupcias y no sean aceptados por los nuevos maridos de sus madres.
Pero también hay casos de niños que son echados de casa acusados de brujería. “Consideran que la presencia del muchacho en la casa puede ser fuente de desgracias y entonces para alejarse de esas desgracias y lo echan de casa”, explica el salesiano.
Para estos niños, las casas salesianas han desarrollado un sistema de formación profesional. “Tenemos talleres de carpintería, de albañiñería, de mecánica del automóvil, de forja y soldadura...”, señala el P. Manolo. Estas casas también cuentan con Escuela de Educación Primaria y Secundaria, a las que también acuden niños que tienen familia.
Realizan una labor que el Gobierno de la República Democrática del Congo no tiene medios para llevar a cabo. “Ven con buenos ojos lo que hacemos. Nos apoyan moralmente, pero no económicamente. Funcionamos gracias a los dones que recibimos de bienhechores y a la realización de algunos proyectos de desarrollo, en los cuales agencias financiadoras creen en el valor de nuestro servicio y nos apoyan económicamente”.
Para el salesiano, el principal objetivo es que tengan un futuro. “Nuestra intención es darle a estos chavales la posibilidad de contar con una formación y una capacitación que les permita poder ser autónomos e independientes en la vida. El objetivo es la reinserción. Familiar cuando se puede y, cuando no, al menos social”.
Además, varias de sus casas tienen también parroquia, porque los obispos les piden que colaboren con ellos en el campo de la evangelización a los jóvenes. “Al final, cada casa hace un análisis de la situación del lugar donde está, ve cuáles son las necesidades más acuciantes de la población y establece los servicios que puedan resultar más útiles”.
El ébola no es la enfermedad más mortífera en el Congo
Si por algo está de actualidad la República Democrática del Congo es por el brote de ébola que azota el noreste del país. Comenzó el pasado agosto y alcanza los 1 413 muertos y los 2 108 contagios. Se ha convertido en la peor epidemia de ébola de la historia del país.
Pero el P. Manolo explica que en el país hay otras enfermedades. “El problema es que el ébola crea una muerte casi inmediata y con consecuencias muy desagradables. Pero lo cierto es que en África en general y en el Congo en particular, una enfermedad que ha causado y sigue causando más muertes es el paludismo o la malaria”.
Una enfermedad que en Europa está erradicada desde 1975, aunque tuvo un repunte en la década de los 90, tras la Guerra de Afganistán y la caída de la Unión Soviética. “No hay vacuna comercializada para esta enfermedad, entonces, cuando uno cae enfermo, recibe un tratamiento ordinario que normalmente permite a la persona recuperarse, pero la debilita. Yo he perdido la cuenta de cuántos paludismos he tenido ya”.
El P. Manolo también señala que en las zonas rurales también hay otras enfermedades menos conocidas que provocan diarreas, fiebres muy altas y que tienen una alta mortalidad. “Esas enfermedades no tienen el boom mediático del ébola, que asusta más, pero son enfermedades que se están llevando a la tumba a más gente”, sentencia.
Un halo de esperanza
El salesiano reconoce que África es un continente con muchos problemas. “El año pasado hemos tenido toda la fase preelectoral, hasta el 30 de diciembre, que fue cuando tuvieron lugar las elecciones, en las que hubo mucha inestabilidad, y en la prensa se hablaba del Congo justamente a causa de esa inestabilidad, de la represión, de las manifestaciones... Pero muchas veces en nuestros países hay otras realidades de las que no se habla y que son alentadoras. Por ejemplo, el crecimiento del Congo en base a la tasa de natalidad. Hoy en Europa esa tasa es negativa, y sin embargo en estos países hay una generosidad por parte de las familias para que haya una tasa de natalidad más alta”.
El P. Manolo también destaca el crecimiento de las comunidades cristianas en África. “Las Iglesias están llevando adelante la evangelización con un nivel de compromiso de los laicos y con una vitalidad a la hora de vivir la fe y la liturgia que a veces en nuestros países europeos ya no conocemos”.
En definitiva, explica el religioso salesiano, “hay una serie de valores que por desgracia son ignorados, y solo se presenta el rostro doloroso y miserable de los países africanos. A mí, como africano de adopción, esto me duele. En África no solamente hay problemas, hay también vida y esperanza, y eso es lo que hace que nosotros estemos aquí contentos de gastar la vida por esta gente que merece la pena”, concluye el P. Manolo.