Remedios, la joven amante de los tacones y la fiesta que se ha metido a carmelita descalza

A sus 25 años, deja la carrera de Enfermería, amistades y a su pareja por la vocación que ha encontrado en el convento de las carmelitas descalzas

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Redacción Religión

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Una joven que ama los tacones. Tiene muchos y le encanta comprarlos. Está a punto de terminar su carrera de Enfermería. Disfruta de la juventud con sus amigos, sale con un "chico muy guapo" y, muchas veces, reconoce, sólo tenía en la cabeza una palabra: fiesta. Ahora, su vestuario está un poco lejos de estar a la moda. A sus 25 años, se dedica a otras tareas y su juventud y la fiesta ha dejado paso a una vida diferente. El motivo del cambio se encuentra en una persona: Jesús.

Esa es Remedios, la joven amante de los tacones y la fiesta que se ha metido a carmelita descalza.

Fiesta, tacones y un "no sé qué" para empezar a conocer a Jesús

Cuando vino a España con toda su familia, Remedios fue a Madrid a empezar un módulo de Laboratorio. En sus planes no estaba hacer una carrera, pero, como descubriría más adelante, para alguien sí que lo estaba, además de sus padres. Ellos fueron quienes la convencieron para estudiar la carrera de Enfermería.

Hasta entonces, su vida en un piso de estudiantes en la capital tenía un lema: "Fiesta a tope". Era la primera vez que iba a vivir fuera de casa.¿Y Dios?Según cuenta Remedios a la Universidad Católica de Ávila,“no iba a misa, sólo quería ir de fiesta, fiesta y más fiesta”. El "chollo" se terminó cuando lo hizo el módulo: tocaba mirar de frente a la universidad.

Remedios cambió los edificios de Madrid por la Universidad Católica de Ávila, la UCAV. Allí su dinámica con la fe también se alteró: se volvió a enganchar a la Iglesia. Empezó a crecer en ella un "algo", un "no sé qué", que se acabaría transformando en su decisión libre de entregarse a Dios.

Parte de la culpa de que Remedios se acercase a Dios de nuevo la tiene el grupo de misiones de la facultad. Con otros jóvenes, participaba en actividades con las que se ponía en juego: cuidar y visitar a personas mayores durante el año o irse a misionar en verano a Chile. El cuidado de los ancianos tenía para ella un sentido especial, que estaba relacionado con la fe.

“En el pasado mi abuela me había inculcado lo de ir a misa y creer en Dios, aunque mis padres eran católicos sólo se iba a misa en Navidad, Semana Santa y poco más, pero mi abuela siempre insistía”, explica ella. Esta etapa fue también en la que conoció a Jesús, poco a poco, viendo cómo en ella ese Amor que sentía, era correspondido con creces.“Fui conociendo más a Jesús. Cada día era un poco más y si le conoces le quieres y si te abres un poco Él te lo da todo”.

Su primera visita a un convento

La primera vez que puso un pie, calzado, en un convento siempre la va a recordar. Fue también en Ávila. No había estado nunca en ningún convento de calusura. El Monasterio de la Encarnación, donde Santa Teresa fue priora, fue además el que le hizo "despertar".

“Cuando entré en la Encarnaciónme vino ya ese despertar, un sentimiento, y supe que tenía que ver algo conmigo”. Al principio, no le gustó demasiado eso que estaba sintiendo. “Yo le dije al Señor: ‘a mí no me metas estas cosas en la cabeza, que ya lo tengo todo planeado’.Y es que yo quería acabar la carrera,estaba conociendo a un chico muy guapo, pensaba en la casa de la playa, niños preciosos… Ydije no al Señor. Monja, no”.

Remedios retomó su vida normal.Le ilusionaba la misión que estaban preparando en la universidad con destino a Chile. Y...acabó en otro convento. Esta vez, conociendo a unas monjas de clausura a las que iban a pedir que rezasen por el viaje que iban a realizar.

A Chile se marchó con un secreto guardado. Durante esa última visita a las hermanas, una de ellas, de 22 años, le impactó con su testimonio. A Remedios se le removía la vocación por dentro. Trató de enfrentarse a eso como había hecho antes, desde el silencio:“la vocación va por dentro si no dices nada sólo lo sabéis tú y el Señor…”.

Y otra vez, las monjas: "Esto es lo que quiero"

Ese viaje, en el que iba a darse a los demás, le marcó. Su vocación pasó de estar dentro de ella a estar también fuera, por todas partes.“Allí vi mucha miseria, pero empecé a ver al Señor en cada una de las personas que nos encontrábamos, en la niña que pasaba frío, en la mujer que habían violado diez hombres…Eran historias trágicas pero aprendes a ver a Jesús en cada una de esas personas”, explica Remedios.

Lo que le tocó vivir en Chile despertó preguntas que empezaron a sumarse a la inquietud que llevaba por dentro.“Estaba estudiando Enfermería y así das la vida por los demás, pero¿a cuántas personas voy a cuidar? Y ¿a las que no voy a cuidar?”. Y, de nuevo, las monjas.

En esta tercera ocasión, ya lo supo: “mi lugar estaba dentro, que me veía dentro de las rejas”. “Era ya evidente, ¿qué hago ya aquí? Si soy toda tuya, ¿qué hago aquí?”, decía a Dios. Vio claramente su misión:“ellas rezan por todo el mundo, yo no puedo cuidar a todo el mundo como enfermera, pero sí puedo rezar por todo el mundo”. En aquel instante ya tuvo el convencimiento.“Esto es lo que quiero, y dije sí al Señor”.

"Me he enamorado de otro y me voy de carmelita descalza por Él"

Con esa claridad transformada en decisión, tocaba volver a España...y decírselo al que era su novio. Para Remedios, él era “el típico chico que querríamos para un futuro.Alto de 1,85. Jugaba al baloncesto, era ingeniero, y parecía que todo iba a ser perfecto”.

Antes de cruzar el Atlántico, ella ya le había dejado caer que el Señor la podía estar llamando para otra cosa. Al volver, se lo tuvo que decir: se había enamorado de otro, de Jesús.

Una vez que había dicho sí al Señor, supo que quería ser carmelita descalza. A pesar de las condiciones de vida austeras que llevan las monjas carmelitas, sabía que ése era su lugar. Y le suponía un gran reto: “Esto es radical porquesoy una chica a la que le gusta la moda, arreglarse, llevar tacones, pero ahora estoy muy feliz,encantadísima de dejarlo todo por el Señor”. Entre risas, confiesa que le va a costar “dejar los tacones, tengo muchos, compro muchos y no me dejan llevarlos al Carmelo”.

Las carmelitas de Zarautz: 10 enamoradas de Jesús

Las carmelitas descalzas de Zarautz han dado la bienvenida a Remedios. Con ella, ya son 10 en el convento. La mayor tiene 88 años y el resto cuenta con una media de menos de 50 años. Remedios no había llegado sola al convento. Poco antes, una chica de Pamplona, Carolina Martínez, ingresó justo después de terminar la carrera de Derecho en 2014. Dos años antes, otra joven, una madrileña de padre japonés, Akiko Tamura, también lo dejaba todo. En su caso, los estudios de cirugía torácica en la Universidad de Navarra.