Descubre la historia de tres de los siete nuevos santos de la Iglesia

Los beatos Pablo VI, Madre Nazaria y Oscar Arnulfo serán canonizados por el papa Francisco hoy en El Vaticano. 

El Papa Francisco en audiencias en la Sala Pablo VI del Vaticano

Pablo Valentín-Gamazo

Publicado el - Actualizado

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La Iglesia universal va a contar con siete nuevos santos. El Papa Francisco ha canonizado este domingo en la Plaza de San Pedro de El Vaticano en mitad del Sínodo a los obispos sobre los jóvenes.

Se trata de uno de sus predecesores, el beato y Papa Pablo VI, la Madre Nazaria, española de origen y fundadora de las Hermanas Misioneras de la Cruzada Pontificia, y de Mons. Óscar Arnulfo Romero, un obispo salvadoreño que apostó por los pobres hasta perder la vida.

Madre Nazaria, una santa madrileña de corazón boliviano

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Daniela Pérez acerca la figura de la Madre Nazaria, que será canonizada el próximo domingo

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Nazaria Ignacia March y Mesa es una nueva aportación de España para la Iglesia universal. Su testimonio y el milagro obrado por su intercesión la llevan a los altares como santa. A los nueve años sintió la llamada a seguir a Jesús. Poco más tarde, su familia se ve obligada a emigrar a México. En su viaje coincide con un grupo de Hermanitas de los Ancianos Desamparados y Nazaria decide servir con ellas en el año 1908.

Regresa a España hasta 1912 cuando la envían junto a sus compañeras a Oruo, Bolivia. Allí dedicó su vida a los ancianos durante 12 años, en los que pensó profundamente en su deseo de emprender “una cruzada por el Evangelio”. Así, acabó fundando su primer convento en 1925 después de abandonar a las hermanitas con un presupuesto de 40 centavos. Dos años más tarde son erigidas canónicamente dentro de la Iglesia como Congregación religiosa diocesana de las Hermanas Misioneras de la Cruzada Pontificia.

Su dedicación en Oruro fue a los más pobres: mujeres, hombres, niños y ancianos. La cárcel, la calle, el campo, las minas y los cuarteles fueron sus territorios de misión. También, bajo la dirección de Nazaria, encabezaron la lucha por los derechos de la mujer y la formación de las clases obreras y pobres: “Liga católica de Damas bolivianas”.

Por los hambrientos y la clase obrera también renunciaban ella y sus hermanas misioneras a su propio alimento. Llevaron a cabo proyectos como los “Comedores populares” o las “Ollas del pobre” para dar de comer a quienes padecían esa necesidad. Y, para los más necesitados, crea el “Hogar de pobres”, en el que ayudan a pasar los últimos días a los “olvidados” de la sociedad: dementes, ancianas, paralíticos, ciegos, etc.

Falleció en 1943 en Argentina, a donde también había llegado su obra. Hoy, esta presente en 17 países, incluida España, de Europa, África y América Latina. El Papa San Juan Pablo II conoció su historia y la hizo beata en 1992. 

San Pablo VI: un nuevo Papa santo en la Iglesia

El Papa Pablo VI, antes de serlo, era Giovanni Battista Montini. Sirvió a la Iglesia desde el papado durante 15 años, en la etapa 1963-1978. Entre los mayores méritos que se le recuerdan se encuentra la continuación del Concilio Vaticano II, que inició su predecesor, San Juan XXIII.

Su proclamación como santo de la Iglesia en este momento es intencional. Desde el pasado 3 de octubre se está celebrando el Sínodo de los obispos sobre los jóvenes. En ese contexto, Pablo VI será reconocido como santo. En gran parte, ese encuentro del Papa Francisco con los jóvenes se produce gracias a Pablo VI. Fue él quien insistió en recuperar los Sínodos como momentos de reflexión común, escucha y tradición de la Iglesia.

También fue en otro Sínodo, el de la familia, celebrado en octubre de 2014, cuando Francisco beatificó a Pablo VI. Ahora, lo va a reconocer ante el mundo como santo. Ya en octubre de 2014 le agradecía la celebración del Sínodo de la familia y lo definió como un “apóstol incansable, valiente en su humilde y profético testimonio de amor a Cristo y a su Iglesia”.

Las manos de Pablo VI fueron las que designaron al hoy San Juan Pablo II y al Papa emérito Benedicto XVI. También se le recuerda como uno de los Santos Padres que tomaron como propio el ardor misionero de San Pablo o San Francisco Javier. Junto con la conclusión del Concilio Vaticano II, dejó como legado encíclicas como la Humanae vitae, que escribió tras el mayo del 68 francés, y una pretensión: que el mensaje del Cristo resucitado fuera el motor de la Iglesia más allá de las acciones.

Mons. Óscar Arnulfo Romero: un obispo de los pobres

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Quizá pueda ser el más desconocido de los tres nuevos santos que la Iglesia reconoce y ofrece. Oscar Arnulfo Romero nace en 1917 en Ciudad Barrios, en el Salvador. Quiso ser sacerdote cuando asistió a una ordenación de niño. Estudió con los claretianos y los jesuitas en el seminario y fue enviado a Roma, donde permaneció hasta 1937.

En 1943 regresó a El Salvador a su barrio de San Miguel como párroco. Su servicio y su abnegación llamaron la atención. Fue designado como obispo auxiliar de San Salvador. La violencia del país cambió de nuevo su destino a para ser obispo de Santiago de María en 1947. Oscar era un patriota salvadoreño hasta que fue tomando conciencia de la situación que atravesaban sus hermanos en la fe.

El presidente del Gobierno por entonces, Arturo Armando Molina, encabezaba un ejecutivo que había asesinado a cristianos en las zonas rurales del país. Oscar no creía esos hechos al principio. Sin embargo, un nuevo cambio de rumbo en su vida le ofreció nuevas pruebas. Fue nombrado Arzobispo de San Salvador en 1977 por Pablo VI. A sus 59 años, su testimonio y cuidado pastoral reunió en la iglesia al clero y al pueblo, que se sentía protegido de las injusticias sociales. Por entonces,formó gobierno el general Carlos Humberto Romero, bajo sospechas de fraude electoral.

Desde el púlpito, Oscar defendía a los pobres. Sus palabras causaban desconcierto a la derecha pudiente y a la izquierda revolucionaria del país. Con enemigos en ambos extremos, la situación se recrudeció con el asesinato de más sacerdotes. Él mismo casi pierde la vida en un atentado con explosivos en 1980 cerca de la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús.

Lo hizo finalmente mientras celebraba misa en la capilla de un hospital en marzo del mismo año. Un disparo acabó con su vida. En su última homilía antes de ese momento pidió el cese de la represión al pueblo por parte del gobierno.