Blázquez recuerda la visita de Juan Pablo II a Ávila y Salamanca: "Sus discursos no han perdido actualidad"
El día 1 de noviembre hizo el Papa la primera visita fuera de Madrid que obviamente comenzó por el motivo de su viaje: el Centenario de la muerte de Santa Teresa de Jesús en Ávila
Madrid - Publicado el - Actualizado
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El día 11 de octubre celebramos los 60 años de la inauguración solemne del Concilio Vaticano II por el Papa Juan XXIII; y el día 31 del mismo mes hace 40 años comenzó el Papa Juan Pablo II la primera visita a España. El Concilio continúa siendo brújula para la Iglesia de nuestro tiempo, al que debemos volver constantemente.
La visita del Papa, por su mensaje, dimensiones y circunstancias, debe ser recordada. 60 y 40 años son cifras redondas y abultadas, ya que no solo deben ser traídas a la memoria como hechos relevantes, sino también actualizadas, como acontecimientos, cada uno en su orden, que el paso del tiempo no ha amortizado.
La visita de Juan Pablo II fue larga, extensa e intensa
Fue una visita larga, desde el día 31 de octubre hasta el 9 de noviembre; extensa, abarcó prácticamente toda la geografía española; intensa, ya que sus intervenciones fueron muy numerosas amplia en temas tratados en las diferentes intervenciones de los lugares del itinerario con diversas perspectivas complementarias de la vida cristiana y de la pastoral de la Iglesia.
Yo estuve en la Eucaristía del 1 de noviembre en Ávila por la mañana y por la tarde en el encuentro que tuvo el Papa en la Universidad Pontificia de Salamanca con los profesores de Teología de España, Facultades y Seminarios. Me refiero, a continuación, a estos dos hechos. Todos merecen ser releídos y considerados particularmente por las Comisiones Episcopales de la Conferencia, ya que en gran medida no han perdido actualidad.
La visita del Papa había sido programada para la apertura del Año Teresiano con ocasión del cuarto centenario de su muerte que aconteció el año 1581. La visita fue aplazada al año 1982 para la clausura a causa del atentado que sufrió el Papa en la Plaza de San Pedro el día 13 de mayo de 1981.
Las circunstancias políticas fueron también ingrediente de la visita. Habíamos realizado los españoles la Transición política y había comenzado la Iglesia a vivir en la nueva situación sociocultural. El día 28 había ganado las elecciones generales el partido socialista con 202 diputados. Un gobierno del PSOE aparecía como consolidación de la Transición, después de haberse desintegrado la UCD. Todo transcurrió satisfactoriamente, ocupando con dignidad cada uno su lugar.
El día 1 de noviembre hizo el Papa la primera visita fuera de Madrid que obviamente comenzó por el motivo de su viaje: el Centenario de la muerte de Santa Teresa de Jesús en Ávila, donde nació, profesó muchos años como religiosa carmelita y donde comenzó la reforma. Por la tarde visitó Alba de Tormes, donde La Santa murió el día 15 de octubre de 1581. Y a continuación, tuvo lugar el encuentro con los teólogos en el aula nueva de la Universidad.
El Papa a las monjas: "El mundo necesita vuestra presencia y vuestro testimonio, ya que corremos el riesgo de perder el sentido de lo divino y de la existencia humana"
Desde el emblemático lugar de la celebración eucarística (lienzo norte de la muralla, delante de la Puerta del Carmen y de la espadaña del antiguo convento donde vivió algunos años san Juan de la Cruz, como confesor de la Encarnación, y además sorprendentemente con buen tiempo) pudimos no solo contemplar el monasterio de la Encarnación sino también escuchar los gritos de alegría en el encuentro del Papa con las monjas contemplativas de España que tenía lugar en el huerta del convento. La oración, el discurso del Papa, los cantos habían cedido a los gritos de los varios de miles de monjas. Parece como si el silencio de la vida contemplativa, acumulado por las religiosas en el corazón, hubiera estallado en gritos de júbilo. Tantas mojas reunidas, el gozo del encuentro y la animación del Papa entre aplausos y gritos se hacía intermitentemente un alboroto ruidoso y festivo que llegaba hasta el lugar en que esperábamos para la Eucaristía.
Entre otras cosas, dijo el Papa a aquella exultante multitud de monjas: "La vida contemplativa ha ocupado y seguirá ocupando un puesto de honor en la Iglesia. "La vida escondida con Cristo en Dios" (Col 3, 3) constituye el centro de la vida consagrada y el sello que la identifica como contemplativa. El mundo necesita, más de lo que a veces cree, vuestra presencia y vuestro testimonio, ya que corremos el riesgo de perder el sentido de lo divino y de la existencia humana. Son muy necesarias en la Iglesia. Son profetas y maestras vivientes para todos; son avanzadilla de la Iglesia hacia el Reino".
A los profesores de Teología: Vuestra misión en la Iglesia es tan ardua como importante
Terminado el encuentro con las religiosas en la Encarnación, subió el Papa para la celebración de la Eucaristía. Fue una bella celebración, que anticipó el tono y la participación multitudinaria de los días siguientes. Algunos dijeron que tan prendidos estaban de la visita del Papa que no se separaban del televisor.
Saludó a la ciudad de Ávila, que custodia como un tesoro el recuerdo de la "Santa"; y nos confió que desde hace mucho tiempo deseaba realizar este viaje. La voz de Teresa ha resonado más allá de la Iglesia católica. "La oración cristiana es el hontanar de donde brota la experiencia de Dios y el mensaje de Santa Teresa". Hizo suyas las palabras de la Santa: "En este tiempo son menester amigos fuertes de Dios» (Vida 15, 5). Llamó el Papa la atención sobre algunas técnicas de oración donde Cristo no está presente, que dentro del cristianismo no tienen sentido. «Pongamos los ojos en Cristo nuestro bien" (Castillo interior I, 2, 11).
A lo largo de la visita fue señalando el Papa advertencias y exhortaciones. Nada puede suplir las lecturas de las intervenciones del Papa, ricas, claras, orientadoras en aquel momento y son también clarificación para el nuestro.
Estuve también presente en el encuentro con los profesores de Teología en Salamanca. Fue un discurso realmente antológico. También de esta categoría me pareció el discurso en el acto europeísta de Santiago de Compostela al terminar la visita y regresar a Roma. En el discurso pronunciado en Salamanca recogió el Papa palabras de otros discursos sobre la misión de la Teología pronunciadas en encuentros similares. Me permito recoger algunos párrafos. Recordó otros tiempos gloriosos de la Universidad de Salamanca, por una parte, como homenaje y por otra como desafío para los "tiempos nuevos y difíciles". "La fe es la raíz vital y permanente de la Teología, que brota precisamente del preguntar y buscar intrínsecos de la misma fe. La conexión esencial de la Teología con la fe, fundada y centrada en Cristo, ilumina con toda claridad la vinculación de la Teología con la Iglesia y con su Magisterio. Quisiera que no olvidarais estas palabras: vuestra misión en la Iglesia es tan ardua como importante".
El Papa con sus múltiples intervenciones abordó las diferentes tareas de la Iglesia. Recordó, con gratitud y admiración su pasado. Con amabilidad corrigió invitando al equilibrio "sin ambigüedades y reducciones". A los obispos les recordó que parte importante de su misión consiste en "aplicar correctamente, sin desviaciones por defecto o por exceso, las enseñanzas del último Concilio Ecuménico".
Articuló la memoria religiosa de nuestro pasado con la esperanza pendiente en el presente de cara al futuro. Pidió unir fidelidad y creatividad. Remitió al Concilio como referente inolvidable. Fueron días preciosos de magisterio papal itinerante, ejercido con amor y confianza. Vino como "testigo de esperanza" y agradecimos su mensaje. El Papa Juan Pablo II conocía la historia de la Iglesia en España y admiraba particularmente la historia de la fe, de la espiritualidad, de la santidad y de la evangelización, que muchas veces pudo constatar en sus viajes a América. Por esto, visitar España había sido un deseo largamente acariciado. No había podido cumplirlo a causa de las imitaciones impuestas por las autoridades de su país. Probablemente se había formado la idea de que España era un baluarte del cristianismo en el Occidente de Europa como su patria Polonia lo era en el Oriente europeo. Pero el sesgo de la sociedad española en proceso de secularización le desconcertaba e inquietaba. En este contexto visitar la patria de Santa Teresa de Jesús y de San Juan de la Cruz, la Universidad de Salamanca, donde habían sido maestros Francisco de Vitoria, Fray Luis de León y Domingo de Soto, las ciudades de Toledo, Santiago de Compostela, Zaragoza… le llenaban de satisfacción.
Monseñor Gabino Díaz Merchán, que era entonces presidente de la Conferencia Episcopal, al presentar el mismo año 1982 los documentos del Papa, dijo con la sobriedad y el acierto que le caracterizaban: "El mensaje de los grandes místicos fue la oportunidad para afianzar a los creyentes en los puntos fundamentales de la vida cristiana, esenciales para el testimonio evangélico de fe y de comunión que necesita el mundo contemporáneo"