El cardenal Omella recuerda a san Valentín: "Enamorarse de Dios es el más grande de los romances"

El purpurado recuerda el testimonio del obispo que casaba de forma clandestina a parejas jóvenes durante la persecución cristiana del emperador Claudio II en Roma

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Redacción Religión

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“Debemos colocar el amor en el centro de toda actividad apostólica, porque no existe mejor plan pastoral que el amor”. Estas palabras del cardeal Juan José Omella, presidente de la Conferencia Episcopal Española y arzobispo de Barcelona, resuenan en este 14 de febrero, día en el que se recuerda al santo romano Valentín.

Este obispo del siglo III que, desafiando una prohibición del emperador romano Claudio II, casaba a parejas jóvenes a escondidas. Fue encarcelado y martirizado el 14 de febrero del 270. Muchos años más tarde, en 495, y para contrarrestar las fiestas paganas de los romanos, llamadas Lupercales, dedicadas al amor y la fecundidad, el Papa Gelasio I decidió reivindicar su día.

Enamorarse de Dios

En este día, Omella ha elegido la frase de san Agustín en la que recuerda que "enamorarse de Dios es el más grande de los romances".

En una carta enviada a sus diocesanos con motivo de la festividad de la familia, el cardenal de Barcelona expresó que "el amor conyugal es un signo del amor de Dios y, paradójicamente, no hay un amor más vulnerable. Mientras que el amor por los hijos lo soporta todo, el amor conyugal necesita cuidados continuos». ¿Cómo podemos conseguir que el matrimonio sea una verdadera historia de amor? ¿Cómo mantener viva la llama?"

Un proyecto de vida

Para conseguirlo," es importante

una convivencia que sea positiva, con delicadeza en el trato y pequeños detalles, como una caricia, una palabra de ánimo, un regalo inesperado… Es necesario también un proyecto en común que se refleje en lo más cotidiano, por ejemplo, en el trabajo, en la educación de los hijos, en los planes de futuro…, pero que tenga también en cuenta el papel que debe tener la fe en esa aventura compartida. Con un

en común, el matrimonio se alimentará y crecerá".

Amar al otro "es aprender a ver en él la belleza de los tesoros que Dios ha puesto en su corazón. Aunque hombre y mujer son distintos, están llamados a descubrir la grandeza de su complementariedad, a vivir su diferencia como una riqueza y a valorar mutuamente todos los dones que atesoran, pero que a menudo parecen escondidos".