Carta pastoral de Mons. Eusebio Hernández: Con María, levántate y ponte en camino

Carta pastoral de Mons. Eusebio Hernández: Con María, levántate y ponte en camino

Agencia SIC

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Celebramos hoy el último domingo del tiempo de Adviento y emprendemos la última semana de este tiempo que nos conduce, en su recta final, hacia la solemnidad del nacimiento de Cristo.

Este domingo tiene una peculiaridad especial que es su carácter mariano. En el evangelio de san Lucas (1,39–45) que hoy escuchamos en la Misa, se nos presenta la Visitación de María a su prima santa Isabel.

Hay que destacar de este texto la actitud de servicio de María que, a penas embarazada, acude en la ayuda de su prima Isabel: “María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a un a ciudad de Judá”. El evangelista señala dos verbos que subrayan la actitud de la Virgen: levantarse y ponerse en camino.

María ha comprendido el don gratuito de Dios que ella porta en sus entrañas, lo que nos indica la carta a los Hebreos (10,5–10): “Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un cuerpo; no aceptaste holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije: He aquí que vengo ?pues así está escrito en el comienzo del libro acerca de mí? para hacer, ¡oh Dios!, tu voluntad”.

En el misterio de la Encarnación se ha dado un doble sí a Dios Padre, el del Verbo, Cristo y el de María. Cristo por ello se ha hecho pequeño y frágil por nosotros y se ha hecho carne en una mujer humilde y sencilla.

El Catecismo (457) recoge, para explicarnos este misterio unas palabras de san Gregorio de Nisa:

“Nuestra naturaleza enferma exigía ser sanada; desgarrada, ser restablecida; muerta, ser resucitada. Habíamos perdido la posesión del bien, era necesario que se nos devolviera. Encerrados en las tinieblas, hacía falta que nos llegara la luz; estando cautivos, esperábamos un salvador; prisioneros, un socorro; esclavos, un libertador. ¿No tenían importancia estos razonamientos? ¿No merecían conmover a Dios hasta el punto de hacerle bajar hasta nuestra naturaleza humana para visitarla, ya que la humanidad se encontraba en un estado tan miserable y tan desgraciado?» (San Gregorio de Nisa, Oratio catechetica, 15: PG 45, 48B).

El primero en recibir esta salvación es el mismo Juan Bautista en el seno de su madre Isabel: “Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo”.

En estos días que nos faltan hasta la celebración de la Navidad, debemos pedirle al Señor que también podamos ahora saltar de alegría en nuestro interior por la Buena Noticia que se repetirá con insistencia en las celebraciones propias de estos días.

Que podamos vivir la experiencia de lo que anuncia el profeta Miqueas (5,1–4): Él, Jesús, será nuestra paz.

Alcanzar esta paz, hará que entremos, como María, en una actitud de servicio generoso a los demás, podremos levantarnos y ponernos en camino. Es decir, vencer nuestro egoísmo y nuestra comodidad, para descubrir que la vida se multiplica cuando se entrega con generosidad y amor.

Os deseo a todos una feliz Navidad y a todos os bendigo.

+ Eusebio Hernández Sola

Obispo de Tarazona

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