Carta pastoral de Mons. Francisco Pérez: La fe soporta la prueba
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Hay un sentimiento generalizado y es que la sociedad está necesitando una cura especial o si queremos una conversión hacia el bien que muchas veces viene atacado por la mentira y por las falacias de todo tipo. Los signos de los tiempos nos impulsan a mirar con la esperanza que nace de un proyecto que Jesucristo nos ha propuesto como camino de vida, libertad y amor verdadero. Así lo entendió San Saturnino y por ser coherente con su fe murió mártir. Se ha puesto de moda la “apostasía silenciosa” por parte del hombre autosuficiente que vive como si Dios no existiera. El mundo moderno arrastra con sus corrientes relativistas, con su ausencia de verdad y virtudes, con la promiscuidad en sus diversos factores como modo de vida. Pensemos un momento lo que sucede en las formulaciones relativistas que acosan no sólo la razón sino las actitudes.
El buenismo como enaltecimiento social trata de convencerse que en el mal entendido progreso, todo vale. Nos han quitado a Dios: Dios a la sacristía…y no pasa nada. Nos han quitado los “valores cristianos”… y no pasa nada. Nos han quitado la libertad personal…y no pasa nada. Nos han quitado las “virtudes cristianas”… y no pasa nada. Nos han quitado la familia…y no pasa nada. El matrimonio y los valores familiares cada vez se entienden menos…son objeto de desprecio, son confundidos o ridiculizados… y no pasa nada. Nos han convencido de que el aborto es libre y justo…y no pasa nada. Nos han dicho que la eutanasia es buena y digna…y no pasa nada. Y la culpa es de los cristianos rancios que están anticuados y no progresan. Y siguen afirmando que lo cristiano es una marca que a nadie favorece porque es algo que sucedió y hoy no tiene sentido porque ha pasado de moda. Sin embargo Jesucristo nos exhorta: “Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya; pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia…Si me han perseguido, también a vosotros os perseguirán” (Jn 15, 17).
El buenismo se enaltece y considera que todo es válido mientras las ideologías relativistas así lo afirmen. La santidad, por el contrario, se amolda y vive de la ley de Dios que muy bien afirma y confirma el decálogo (los diez Mandamientos). “No pongáis vuestra esperanza en los príncipes, en un hijo de hombre que no puede salvar, que exhala el espíritu, vuelve al polvo, y en ese mismo días fenecen sus pensamientos” (Sal 145,3–4) ¡Cuidado con tocar y ponerse por encima de Dios! Las consecuencias son muy graves y perniciosas. Por eso hemos escuchado “que el colmo de vuestra dicha sea pasar por toda clase de pruebas y sabed que, al ponerse a prueba vuestra fe, os dará aguante…dichoso el ser humano que soporta la prueba, porque una vez aquilatado recibirá la corona de la vida que el Señor ha prometido a los que le aman” (St 1, 2–4). Así lo vivió San Saturnino sin ambigüedades y poniendo, ante todo, la “obediencia a Dios antes que a los hombres” (Act 5, 29). Es un fuerte grito de lealtad a nuestro Dios que ha reverberado a lo largo de dos mil años hasta ahora, y aún es un desafío tan poderoso que nos encontramos clamando por tal lealtad.
El buenismo ridiculiza la bondad y para bueno sólo existe la suma Bondad que es Dios. Cuando el ser humano detenta y solapadamente se convierte en el “dios de sí mismo”, se cae en la destrucción del auténtico humanismo. Corren tiempos especiales que aumentan la desilusión, la amargura existencial, la falta de perspectivas, la violencia en sus diferentes modos, la mentira como blanqueo de la verdad… Es el momento para exponer con sencillez y gozo lo que procede del Señor sabiendo que hemos de obedecer a él antes que a las propuestas de un relativismo pernicioso. Debemos obedecer testificando y narrando la salvación que tenemos en Jesucristo, sin importar lo difícil que sea para nosotros; y no podemos, no debemos llamar bueno a lo que Dios llama perversión o abominación. Y al estilo de San Saturnino debemos enfrentarnos a todo, sin importar lo que se nos pida. Permanecer firmes por Cristo, ya que Dios nos da la gracia y el coraje para hacerlo. ¡Que Dios nos conceda valor apostólico, fe que no se diluye en el buenismo sino en la santidad de vida y en un fuerte grito de lealtad al Señor como lo hizo San Saturnino. ¡San Saturnino ruega por nosotros!
+ Francisco Pérez González
Arzobispo de Pamplona y Obispo de Tudela
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