Carta pastoral de Mons. Gerardo Melgar: Llamados a discernir los mensajes y elegir los auténticos

Carta pastoral de Mons. Gerardo Melgar: Llamados a discernir los mensajes y elegir los auténticos

Agencia SIC

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Queridos hermanos y amigos todos:

En la era de las co­municaciones, llegan a nuestra vida todo tipo de mensajes in­vitándonos a vivir un determinado estilo de vida. Nos obligan a tener que estar constantemente eligiendo aquellos mensajes que más y mejor se corresponden con nuestras con­vicciones y valores.

Entre estos valores, hay unos que provienen del mundo y de la sociedad actual. Estos llevan cla­ramente una llamada a vivir de acuerdo con un estilo de vida muy peculiar, lleno de laicismo y de poca o ninguna valoración de Dios y de la fe en Él.

Son mensajes que animan e inci­tan a vivir la vida desde la munda­nidad, a luchar por tener más, gozar todo lo que se pueda y hacer lo po­sible por tener poder sobre los de­más. Ofrecen esos valores mundanos como requisitos para obtener la feli­cidad o los identifican con lo que es la felicidad humana.

En dichos mensajes se excluye a Dios y su mensaje de salvación, invi­tando al ser humano a vivir como si Dios no existiera, promoviendo ante todo y sobre todo un materialismo egoísta y una concepción de la vida humana sin Dios.

Son todos ellos mensajes que provienen de un mundo seculari­zado y secularista, que van en una misma dirección: que el ser huma­no actual se olvide de Dios, que lo ha creado y redimido y le sigue ofreciendo su amor a pesar de sus fallos, equivocaciones y pecados, para centrar su interés en los ídolos modernos del tener, el poder y el gozar como los talismanes de la fe­licidad actual y de la modernidad.

Frente a estos mensajes llenos de mundanidad que, al final, dejan al ser humano actual vacío de sen­tido, nos llegan también otros pro­venientes del mensaje de Jesús, de su persona y de su evangelio, que llaman a la conversión y a la encar­nación en nuestra vida con un estilo de vivir totalmente contrario al que nos ofrece el mundo.

Así es el mensaje de Juan el Bau­tista en el evangelio de este domingo. Él se autodefine como la voz que gri­ta en el desierto: «Preparad el cami­no al Señor, allanad sus senderos; los valles serán rellenados, los montes y las colinas serán rebajados; lo torcido será enderezado, y lo escabroso será camino llano».

Este es un mensaje que invi­ta a preparar el camino al Señor. Consiste en que nosotros abramos nuestro corazón a Dios, que quiere nacer en cada uno, que le dejemos entrar en nuestra vida, tanto en la personal, como en la familiar y so­cial. Él nos trae la salvación, el sen­tido a la vida y, desde Él, encontra­remos sencillo lo difícil, y sentido a todo cuanto somos y vivimos.

A re­cibir este mensaje nos anima el testi­monio de tantos mártires de nuestro tiempo que defendieron su fe incluso has­ta la muerte, a costa de su vida, y de tantos santos que encarnaron en su vida el estilo de Jesús y que gri­tan en el corazón del hombre actual que solo Dios y la fe en Él dan sen­tido a nuestra vida.

Nos encontramos en un momen­to de nuestra historia lleno de men­sajes que gritan a nuestros oídos y a nuestra conciencia. Son mensajes muchas veces contradictorios, que nos hacen estar continuamente en vela, para saber hacer un discer­nimiento y poder decidirnos acer­tadamente por aquellos que están de acuerdo con nuestros principios más profundos y personales y con aquellas creencias que tenemos más arraigadas en nosotros.

A este discernimiento y elección nos ayuda también el testimonio cristiano de tantos cristianos ac­tuales, silenciosos, que, junto a no­sotros, gritan con su testimonio de vida que su fe en Cristo es lo más importante para ellos.

Es el grito de todas esas perso­nas que están luchando en nues­tra sociedad por la defensa de la vida, por la justicia en medio de un mundo injusto, por la honradez en medio de un mundo de trapicheos y por la autenticidad en medio de un mundo de corrupción.

El seguimiento de Jesús nos urge a este discer­nimiento y decisión, porque, como nos dice Él mis­mo: «Ningún siervo puede servir a dos señores, por­que, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero» (Lc.16, 13).

Preparemos el camino al Señor, huyamos de todo cuanto pueda haber en nuestra vida que impida o dificulte que el Señor nazca en nuestro corazón, para que el Señor entre en nosotros y nos transforme con la vivencia de su mensaje evangélico.

+ Gerardo Melgar Viciosa

Obispo Prior de Ciudad Real

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