Carta pastoral de Mons. José Manuel Lorca: Bautismo de Jesús
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Al finalizar los años de la vida oculta de Jesús, se dispuso a iniciar el tiempo de la predicación del Reino de Dios y Juan el Bautista le abrió el telón en esta dramática aventura presentándolo en sociedad: «Viene el que puede más que yo y no merezco desatarle la correa de sus sandalias». El Bautismo de Jesús marca el punto de arranque de su tarea, su misión profética, que después continuará en la Iglesia. Jesús va a inaugurar el tiempo de la predicación, con el Bautismo que quita el pecado del mundo, con el Espíritu Santo y fuego, no solo con agua, sino con la fuerza de Dios que hace hijos y perdona sus pecados. Por esto podemos ver cumplidas las palabras de Isaías: «Consolad, consolad a mi pueblo… gritadle que se ha cumplido su condena y que está perdonada su culpa… Súbete a un monte elevado, mensajero de Sión, alza la voz con brío, sin miedo y di que aquí está Dios, el Señor».
Se destaca, como una nueva creación, la bajada del Espíritu Santo sobre Él y la voz del cielo. Según la tradición del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento, la comunicación del Espíritu significa la inspiración profética. Jesús es ungido para esta misión y nos da ejemplo de humildad, de sencillez; acude a la predicación de Juan con todos, entre todos, sin señalarse en nada y sin tener pecado, pero se solidariza con nosotros y se pone ante Dios como garante por nuestros propios pecados; Él lleva sobre sus hombros los pecados de la humanidad. El regalo de Dios está en que en nuestro bautismo nos asimilamos sacramentalmente a Jesús, descendemos, como Jesús al agua, «para subir con Él, renacer del agua y del Espíritu para convertirse, en el Hijo, en hijo amado del Padre y vivir una nueva vida» (cf. CIC, 537). Así, pues, nuestra vida cristiana exige corazón sencillo y humilde, se trata de escuchar la Palabra de Dios, como Jesús, y ser fieles a ella todos los días. Pero nos debemos vigilar, porque cada día algo tiene que morir dentro de nosotros y algo tiene que nacer. Cada día debemos ser menos egoístas, sensuales, vanidosos… y ser más como Jesús. Nuestro Señor no nos engaña cuando nos habla que para ser como Él hay que aprender a no despreciar la cruz, que la cruz «es el verdadero rostro de Cristo», también es el verdadero rostro del cristiano. Por el bautismo, Dios nos invita a cambiar, a seguir al Crucificado, a morir al pecado y a renacer a los valores cristianos.
Tenemos por delante un horizonte ilimitado: estar vigilando para crecer en santidad…, hasta no tener descanso. Crecer más en santidad es una exigencia que se nos impone y estamos obligados a ello, porque el que nos da la fortaleza, ilumina nuestro camino, perdona nuestros pecados y nos da a comer su Cuerpo y a beber su Sangre… es el Señor, Creador de cielo y tierra.
¡Qué hermosura más grande sentirse libre e independiente de toda atadura! Qué pena da el ver a tantos, que se llaman cristianos y se dejan arrastrar por todo lo que les aleja de Dios, entre otras cosas, el materialismo, el relativismo, el consumismo… Es todo lo opuesto a sus compromisos bautismales. Hoy has de ser fuerte en la fe y decir vuelvo los ojos a Jesucristo. Celebremos con gozo el Bautismo de Jesús.
+ José Manuel Lorca Planes
Obispo de Cartagena
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