Celso Rodríguez y Ángel Vesga, los dos religiosos redentoristas asesinados en Valencia en los años treinta

Se clausura la fase diocesana de 91 mártires pertenecientes a la Archidiócesis de Valencia que fueron martirizados en los años treinta. Entre ellos, estaban ambos redentoristas

Celso Rodríguez y Ángel Vesga, los dos religiosos redentoristas asesinados en Valencia en los años treinta

Redacción Religión

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Con motivo de la celebración este sábado, 22 de enero, del martirio de San Vicente en el año 304, se ha clausurado la fase diocesana de 91 mártires del siglo XX pertenecientes a la Archidiócesis de Valencia que fueron martirizados durante la persecución religiosa desencadenada en la década de los años treinta en España.

El grupo de mártires está compuesto por 66 sacerdotes diocesanos, ocho religiosos y religiosas y 17 laicos. Entre los ocho religiosos se incluyen dos redentoristas pertenecientes a aquella comunidad de Valencia: los Hermanos Celso Alonso Rodríguez y Ángel Vesga Fernández.

En el año 2002 se solicitó por parte del Postulador General P. Antonio Marrazzo la apertura de la causa. En aquel momento, la Archidiócesis de Valencia pidió a la Congregación que, en vez de tramitar la causa de forma independiente, se incluyeran en la causa diocesana compuesta por sacerdotes, laicos y religiosos.

Los redentoristas llegaron a Valencia en 1917 y se establecieron en la iglesia del Temple. Su tarea fundamental era la predicación en todo el levante español. Con la sublevación militar de julio de 1936, se desencadenó una violenta persecución religiosa de la que Valencia no quedó al margen. La comunidad se dispersó el 20 de julio de aquel año. Cada uno de los redentoristas vivió su propia odisea: dos ancianos murieron, dos fueron martirizados, tres sufrieron prisión y los tres restantes malvivieron en medio del conflicto.

La vida de Celso Alonso Rodríguez

Nació en Rioseras (Burgos) el 28 de julio de 1896. Procedía de una familia sencilla, humilde, pero profundamente religiosa. Hermano del también redentorista P. Ángel Alonso Rodríguez (1893-1969).

En 1913, con 17 años, entró de postulante para Hermano Redentorista en El Espino (Burgos); hizo su profesión temporal el día de Navidad del año 1920 y el 25 de marzo de 1924, la perpetua. Su vida la vivió en las comunidades de Madrid, (Perpetuo Socorro y San Miguel), El Espino (Burgos), Astorga (León), La Coruña, Carmona (Sevilla) y Granada.

Desde Granada fue destinado a Valencia, hacia finales de 1935, para atender al anciano P. Antonio Mariscal. Se dedicó fundamentalmente a sacristán y a enfermero. En todo se hizo querer por su sencillez, cordialidad, alegría y entrega, pero más que en nada por su abnegación en el oficio de enfermero.

Cuando estalló la persecución religiosa estaba atendiendo al P. Mariscal en el Asilo de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados; al morir el anciano el 26 de agosto de 1936 quedó como enfermero en el Asilo, junto a otro Hermano Jesuita, Beato José Tarrats, en la misma situación que él. Delatados por un anciano, fueron detenidos ambos el 28 de septiembre de 1936 y llevados en un coche a la Chezka de la Plaza del Horno de San Nicolás. De allí los sacaron a las afueras de Valencia y dejándoles escapar corrieron mientras les disparaban; ellos iban gritando: Viva Cristo Rey. Su cadáver fue encontrado el 1 de Octubre en la margen derecha del antiguo cauce del Turia, en el llamado Azud de Oro, en la demarcación parroquial de la actual presencia redentorista en la ciudad.

Así era el Hermano Ángel Vesga

Ángel Vesga nació en Herramelluri (La Rioja), el 1 de octubre de 1886. Ingresó como postulante en 1902 en El Espino (Burgos); allí tomó el hábito el 25 de diciembre de 1903. Durante el noviciado se instruye en los tres oficios que va a desempeñar en su vida: zapatero, carpintero y albañil.

Profesó el 16 de octubre de 1910. Su vida transcurrió por todas las comunidades españolas donde hay alguna obra que realizar: El Espino (Burgos), Astorga (León), Madrid, Cuenca (San Pablo), Nava del Rey (Valladolid), Barcelona y por último Valencia. El H. Ángel era muy trabajador; desempeñó distintos oficios, ya que era hábil para todo: lo mismo se le veía haciendo de zapatero que de albañil; aunque su especialidad era el oficio de carpintero. De temperamento fuerte, en alguna ocasión tuvo algún encontronazo con los cohermanos; pero intentó superarse en ese carácter y buscar la santidad a la que le impulsaba su vocación.

Al estallar la persecución religiosa y salir de la comunidad, se refugió en varias casas de amistades; en agosto de 1936 fue escondido en la guardilla de un edificio oficial donde una señora muy cercana a los redentoristas estaba de portera. Le buscaron una identidad falsa para pasar como tío de la señora. Pero el 30 de septiembre de 1936 fue descubierto por los milicianos, lo sacaron de la casa y se lo llevaron y ya no se supo más de él hasta que se encontró su cadáver en un cañaveral. El P. Vicente Arroyo lo vio pasar entre una la patrulla de milicianos armados. Su cadáver fue recogido el día 4 de octubre siguiente, junto con el de un joven sacerdote diocesano de Valencia, D. Andrés Vilagrassa, en un cañaveral que había detrás de la Estación de Aragón, junto a la Acequia de Mestalla y el Camino de Algirós.