El cura que recorre la Cáceres profunda para servir a sus fieles: “En la carreteras necesitamos ayuda de Dios"

Robert Muthini, de origen keniata, es párroco de 4 pueblos que apenas suman 1.200 habitantes. Pese a que los servicios esenciales menguan, la fuerza de la Eucaristía está presente

José Melero Campos

Publicado el - Actualizado

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Santiago de Alcántara, Cedillo, Herrera de Alcántara y Horcajo son municipios pertenecientes a la provincia de Cáceres. Entre los cuatro, apenas suman 1.200 habitantes. Como otros tantos pueblos de la geografía española, conocieron tiempos mejores. Sus vecinos son víctimas del fenómeno de la despoblación. Cada vez son menores los servicios. Lo que permanece inalterable es la fe de quienes viven en estas cuatro localidades cacereñas.

De ello puede dar fe el Padre Robert Muthini, que desde hace tres años es párroco de estos cuatro municipios extremeños. De apenas treinta años, licenciado en Matemáticas y de origen keniata, asegura en Ecclesia que nunca ha sentido el desprecio de sus feligreses por su color de piel.

“Yo esperaba algo parecido al llegar pero nunca tuve nada raro. Solo los niños más pequeños, que nunca vieron un sacerdote africano, me dicen que soy de otro color. Pero no hay problema, estamos en la frontera con Portugal, donde hay mucha inmigración”, explica con una sonrisa.

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Los viajes en carretera para atender a los fieles, todo una odisea para Robert Muthini

El Padre Robert Muthini reside en Santiago de Alcántara. A 42 kilómetros se encuentra Cedillo, el municipio más retirado de los cuatro donde el religioso ejerce como párroco. Ya solo acudir hasta allí le supone recorrer con su vehículo unos 84 kilómetros entre ida y vuelta.

Pero al cuentakilómetros hay que sumarle los viajes al centro educativo de Valencia de Alcántara, donde imparte clases de Religión, las reuniones pastorales, visita a los enfermos y a las residencias de mayores, o clases de catequesis para la Confirmación de los chicos: “No son solo las Misas, sino mantener el contacto con el pueblo. Dos o tres veces a la semana visito los cuatro pueblos”, precisa.

Pese a que se lo toma con humor, es consciente de que cada viaje por carretera es una aventura, ya que no son precisamente las más seguras: “Las ruedas las cambio cada poco tiempo”. Pero al desgaste del vehículo se unen los jabalíes y ciervos que de manera repentina aparecen en el trayecto: “Necesitamos la ayuda de Dios porque no sabes lo que te puedes encontrar. A veces conduzco de noche y no ves bien. El otro día al venir de un pueblo había una manada de ciervos y tuve que bajarme”, comenta.

Pero Robert Muthini sabe que está al servicio de sus fieles, que agradecen la inmensa labor que desarrolla su párroco en una zona donde, a falta de servicios, la importancia de la fe se multiplica: “Aquí los vecinos están más unidos a su párroco. Te tratan como a un vecino más, porque te consideran uno de ellos”, expresa con satisfacción.

“El otro día estaba cocinando y no tenía cebolla. La vecina me lo dio sin problema. En la ciudad ese sentido familiar y comunitario se está perdiendo. Aquí en los pueblos los vecinos te cuentan sus problemas y tienen más sentido de lo nuestro”, agrega.

Cada vez menos habitantes, pero la Eucaristía sigue siendo fundamental

A lo largo de los tres años como párroco, Muthini también ha sido testigo de cómo la población ha ido menguando de manera progresiva en Santiago de Alcántara , Cedillo, Herrera de Alcántara y Horcajo. La elevada edad media de sus vecinos, hace que haya celebrado numerosas defunciones este tiempo: “Es impresionante la cantidad de gente que he enterrado. Son pueblos donde la mayoría son mayores. Los jóvenes y adultos se marchan, y esto preocupa cada vez más a los sacerdotes. De aquí a diez años no quiero ni pensar lo que tendremos”, se lamenta.

Pero como decimos, para los 1.200 vecinos de esta zona de Cáceres la Eucaristía es esencial. No poder celebrarla es matarles en vida: “Es como un árbol cuando le falta agua. En el confinamiento lo comprobé”.

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Pese a la edad avanzada de la mayoría, se sobreponen a los achaques para asistir: “Con muletas, carritos o desde la otra punta del pueblo. Todos vienen como pueden. La gente mayor no abandona. Cuando doy la comunión a los enfermos veo la delicadeza de cómo reciben a Cristo, y me da vida porque a pesar de todo, está la sabiduría de los mayores. No tienen estudios, pero saben donde está el Señor y la Eucaristía”, reflexiona el Padre Robert Muthini.