Encontrar sentido en el sufrimiento y la enfermedad: "Curar cuando se puede, pero cuidar siempre"

La médico geriatra Amaya Palomo profundiza en ECCLESIA sobre la necesidad de "acompañar al que sufre", uno de los temas clave de las Jornadas de Pastoral de la Salud de la CEE

Sara de la Torre

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No podemos olvidar la ternura y la perseverancia con las que muchas familias acompañan a sus hijos, padres y familiares o enfermos crónicos. Este es uno de los ejes sobre los que han girado las Jornadas de Pastoral de la Salud organizadas por la Subcomisión Episcopal para la Acción Caritativa y Social, que concluyeron este 29 se septiembre.

La atención brindada en la familia es un testimonio extraordinario de amor por la persona humana que hay que respaldar con un reconocimiento adecuado y con unas políticas apropiadas. ECCLESIA ha desarrollado este acompañamiento en el sufrimiento y desde la enfermedad con Amaya Palomo Iloro, médico Geriatra del Hospital de Torrejón, que ha participado en las jornadas. El tema central del encuentro profundizó en cómo abordar la convivencia con el sufrimiento, desde el punto de vista humano y cristiano.

— ¿Cómo se acompaña el sufrimiento?

— Acompañar el sufrimiento es sobre todo “estar”, más que “hablar” o más que “hacer”. El enfermo y la familia sufren porque la enfermedad atenta directamente a la integridad de la persona y le afecta en todos sus niveles; personal, de salud, social, relaciones, familiar... Y al final, eso afecta al propio paciente y a todo su entorno, especialmente a la familia que está cerca y que le quiere. Acompañar ese sufrimiento pasa por ofrecerse “como agarradero”, porque el sufrimiento no es otra cosa que una tormenta en la que “se mueve el barco” y uno no tiene donde sostenerse. No sabe cómo afrontar esa amenaza que supone la enfermedad y todos los cambios que supone. Por eso, el acompañar, el ofrecerse desde una actitud compasiva y empática, es fundamental a la hora de acompañar.

Encontrar el sentido en el dolor

— ¿Y cómo ofrecer luz en ese acompañamiento? ¿Cómotomar conciencia de ese dolor cuándo no lo palpamos cerca?

—A veces pensamos que el sufrimiento no tiene sentido, pero lo tiene en el momento en que lo llenamos de amor. Podemos regocijarnos en el dolor o podemos intentar el apoyarnos unos a otros en encontrar el sentido.

— De esto hemos aprendido mucho en la pandemia…

— Efectivamente, hemos valorado el contacto físico, el abrazo, el agarrar la mano… Todo ello es algo que también necesitamos, como el llorar juntos, que también sana y libera. Esa cercanía en los momentos difíciles también es algo que tenemos que hacer desde el de la pastoral sanitaria y desde todos los hospitales y todos los estamentos sanitarios.

cuidar

— En las Jornadas de Pastoral de la Salud se ha hablado de las consecuencias del modo en que la ley de eutanasia trata la objeción de conciencia.

— La objeción de conciencia tratada de forma generalizada es algo que como profesional sanitario no entiendo. Es una situación en la que parece más una persecución que otra cosa. Creo que en los momentos de sufrimiento tenemos sobre todo que acompañar con el apoyo, con el compromiso, con la compasión. Desde luego que a aquel paciente que pide la eutanasia tenemos que acompañarle más. Y es aquí donde el profesional católico también tiene que estar, porque aunque por principios no vayas a participar, tienes que hacerte presente, ofrecerle tu respeto y acompañar en todo momento. Yo intento dar luz tanto al paciente como a la familia, transmitirles esa tranquilidad de que las cosas “se hacen bien”, que se está cuidando bien, que ni se hace de más ni se hace de menos, simplemente se cuida. Porque hay que curar cuando se pueda, pero cuidar, hay que cuidar siempre.