Jesús Pulido: «Ser obispo no es algo que uno elige»
El operario diocesano, director de la Biblioteca de Autores Cristianos, toma posesión esta mañana como obispo de Coria-Cáceres
Jesús Pulido
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Hoy mismo, 19 de febrero, Jesús Pulido Arriero, toma posesión como obispo de Coria-Cáceres. Y llega con el deseo de «sumar», de participar «juntos» porque «el que camina solo está perdido». Operario diocesano de 56 años, cambia ahora sus proyectos como director de la Biblioteca de Autores Cristianos (BAC), la editorial perteneciente a la Conferencia Episcopal Española, y sus tareas como director de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe. «Quizás uno esperaría algo más grandilocuente y emocionante. Sin embargo, la comunicación fue casi como un cambio de destino. Solamente que, en este caso, es algo totalmente diferente e inesperado».
—Después de tantos años trabajando para los obispos, de pronto ahora usted está «al otro lado».
—En la Hermandad de Sacerdotes Operarios trabajamos normalmente al servicio de los obispos diocesanos en el campo de las vocaciones. A mí me ha tocado secundar su ministerio con tareas de carácter general en Salamanca, Roma, La Habana… y últimamente en la CEE, en Madrid. En estas tareas destacaría sobre todo la importancia de la confianza de los obispos. Creo que es lo que hace crecer a las personas. Sentir confianza es un estímulo que invita siempre a ser mejor, a responder a las expectativas. Esto que he experimentado en primera persona me gustaría que pudiera hacerlo ahora desde «el otro lado», como usted dice: Saber contar con los demás, poner confianza en los colaboradores, ser capaz de formar equipo, de coordinar y crear ambientes en los que todos puedan superarse y desarrollar sus mejores potencialidades, asumiendo las propias responsabilidades. Los obispos con los que he podido trabajar más de cerca son maestros de comunión.
—¿Cómo ha tomado tener que aparcar sus planes como director de la BAC, además de sus tareas como director de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe?
—La Comisión Ejecutiva de la CEE acaba de aprobar el plan de ediciones de la BAC para 2022. En este curso va a hacerse realidad un proyecto de publicaciones que hemos venido elaborando durante estos últimos años: Una serie de comentarios al Concilio Vaticano II con especial atención al desarrollo y a la recepción de los documentos conciliares sobre todo en España y América latina. El profesor Santiago Madrigal SJ, con un comité científico, ha coordinado este proyecto, que considero puede ser una gran aportación en estos momentos de la Iglesia. Lógicamente las Obras completas de Joseph Ratzinger marcarán esta etapa de la BAC. Por otra parte, colaborar en la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe ha sido una experiencia muy enriquecedora. Me ha impresionado la mirada pastoral con la que el presidente, Enrique Benavent, y los obispos miembros de la Comisión, afrontan las cuestiones doctrinales sobre los diversos aspectos de la fe y la vida cristiana. Ahora están preparando el próximo encuentro obispos-teólogos para junio de 2022, si Dios quiere, cuyo objetivo es favorecer el intercambio entre las preocupaciones pastorales y la investigación teológica, entre la fe y la razón, planteando temas de actualidad que requieren estudio y reflexión.
—Como director de la BAC y de Sígueme, ¿qué podría destacar de estas etapas?
—En realidad han sido dos etapas muy diferentes, como distintas son también las editoriales y diversas las responsabilidades que he tenido en ellas. En Ediciones Sígueme destacaría las publicaciones sobre la Biblia. Cuando me destinaron a Sígueme, acababa de terminar la licenciatura en Sagrada Escritura y disfruté mucho preparando algunos diccionarios, comentarios o estudios especializados de carácter exegético y teológico. Sígueme tiene colecciones temáticas; en cambio, la BAC está organizada diversamente. Más que los temas, lo importante son los autores; y más que investigaciones punteras, pretende apoyar con sus publicaciones la vida y la misión de la Iglesia universal y española: la formación cristiana, la liturgia, la doctrina social, el derecho, la defensa de la vida, ahora la sinodalidad... La BAC ha logrado a lo largo de los años un fondo impresionante, un auténtico tesoro, que recoge gran parte de la cultura y del patrimonio inmaterial de la Iglesia. Seguramente se trata del mayor esfuerzo editorial católico en España. Siendo propiedad de los obispos, se encuentra en una situación inmejorable para establecer sinergias y colaboraciones con otras instituciones eclesiales y unir fuerzas para llevar adelante proyectos de mutuo interés, que serían difíciles de acometer por separado.
—¿Cómo fue ese momento en el que recibe la llamada que «cambia» la vida de un operario diocesano?
—Fue bastante desconcertante. Quizás uno esperaría algo más grandilocuente y emocionante. Sin embargo, la comunicación fue casi como un cambio de destino. Solamente que el destino, en este caso, es algo totalmente diferente e inesperado. Creo que siempre lo recordaré por la soledad y el apuro del momento, acentuado por el obligado secreto que impide cualquier tipo de desahogo con personas de confianza. Esta situación me hizo ver que ser obispo no es algo que uno elige, sino más bien un acto de obediencia. Por eso, es muy difícil negarse sin tener razones sólidas. Si uno pudiera pensárselo detenidamente y consultarlo adecuadamente antes de responder, quizás se convertiría ya en una elección personal, y seguramente serían muchas las razones para salir corriendo. «Hoy no es fácil ser obispo» es la frase que más he oído estos días.
—Llega a la diócesis como «el esperado» después de dos años sin obispo…
—La verdad es que es una presión añadida. Es sorprendente cómo estos casi dos años de sede vacante no han llevado a un desinterés por la figura del obispo, sino a una mayor «expectación». A pesar de que la diócesis ha seguido funcionado muy bien, incluso en una situación tan difícil como la pandemia, la comunidad cristiana no ha llegado a la conclusión de que se puede vivir sin obispo, sino, al contrario, ha intensificado su esperanza. Esto es fruto, sin duda, de la labor extraordinaria que ha realizado el administrador diocesano, Diego Zambrano, y el colegio de consultores, que han preparando con todo interés la ordenación. No puedo menos que dejar pública constancia de mi sincero agradecimiento por su entrega y sentido eclesial. También he podido constatar cómo ha contribuido a mantener la vitalidad eclesial durante este periodo el Sínodo diocesano que se celebró de 2014 a 2017 con gran participación de todos y que llevó a unos compromisos concretos asumidos en común. Espero no defraudar las expectativas y sumarme a una Iglesia en marcha, haciendo mías cuanto antes las conclusiones y orientaciones del Sínodo diocesano y la dinámica eclesial que ha generado para anunciar el Evangelio y construir el proyecto humanizador del Reino. Aún no he visitado la diócesis, mi contacto hasta ahora ha sido con el administrador diocesano, el colegio de consultores y los múltiples mensajes de sacerdotes, religiosos y laicos, que me han manifestado su acogida, lo cual agradezco sinceramente.
—Usted ha dicho que la escucha, la colaboración, el trato con los santos de la vida ordinaria en Coria-Cáceres… es lo que le pondrá en su lugar y le enseñará a ser Pastor como el Señor quiere y la diócesis necesita. ¿Y qué cree que necesita la diócesis?
—No me atrevo a decir lo que necesita la diócesis. Esto es lo que quisiera aprender escuchando y en el trato con las personas. Por los informes e informaciones que he recibido, se trata de una diócesis muy rica pastoralmente, que despliega todos los carismas y ministerios de la Iglesia: El anuncio del Evangelio y la transmisión de la fe, la celebración de la liturgia y el cultivo de la espiritualidad, el compromiso social y caritativo, la vida comunitaria y la presencia en la vida pública. Las parroquias, las comunidades religiosas, Cáritas, los hospitales, los centros de acogida y atención a los necesitados, los colegios, los santuarios y casas de espiritualidad, los centros de estudios teológicos, el seminario… todo esto y las personas comprometidas en estas realidades será lo que me ponga en mi lugar como servidor.
—En sus primeras palabras dijo que «aprendería a ser obispo caminando». ¿Cómo se camina en este momento dentro de la vida de la Iglesia en España?
—En los diversos destinos que he tenido a lo largo de mi vida me he dado cuenta de que no hay un máster ad hoc, que, por mucho que uno estudie, la escuela final es la práctica, la vida. Soy consciente de que mi experiencia sacerdotal de 31 años de ministerio es limitada. En estos momentos me resultan mucho más evidentes mis lagunas que mis fortalezas. Y sé que es mucho más lo que tengo que aprender que lo que puedo aportar. Tengo voluntad de aprender, de apoyarme en los demás, de respetar a las personas. A ejemplo de san Pedro de Alcántara, patrono de la diócesis, y poniéndome bajo su protección, me gustaría presentarme «descalzo», pobre, necesitado, y como quien camina por terreno sagrado. La respuesta a «cómo se camina como obispo en la Iglesia de España» sería «juntos». Creo que no hay otra forma. Quien camina solo es porque está descarriado y perdido.
—Permítame para terminar que como compañeros de Publicaciones de la CEE le dé la enhorabuena por su nombramiento y «me atreva» a decirle que le vamos a echar de menos en la Casa…
—Muchas gracias, el sentimiento va a ser mutuo. También yo los echaré de menos. Desde que formo parte del Consejo Editorial de ECCLESIA he leído todos los números, incluso a veces subrayándolos, y ha sido un medio extraordinario de información y formación permanentes para estar al día en noticias y en sintonía con la marcha de la Iglesia. Para esta nueva etapa histórica de ECCLESIA, mis mejores de deseos y todo mi apoyo para que siga siendo un medio de comunicación de referencia en información religiosa, adaptándose a los nuevos retos de nuestra sociedad.