Juan Daniel Alcorlo, profesor de la Universidad San Dámaso: "Ante las dificultades todos tendemos a huir de la realidad"
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"El cansancio del corazón sacerdotal, síntoma de la nostalgia por una vida no cumplida" es una de las charlas que Juan Daniel Alcorlo, párroco de Galapagar (Madrid) y profesor en la Universidad San Dámaso, ha impartido en el último encuentro de la Provincia Eclesiástica de Oviedo, celebrado en Santander del 5 al 7 de noviembre.
-El título de las charlas que ha impartido estos días menciona el "cansancio del corazón sacerdotal" ¿A qué se refiere con esta expresión?
-El drama de la vida, a fin de cuentas, es el mismo para un hombre que es sacerdote y para otro que no lo es. Sea uno sacerdote, soltero, esposo, o religioso, tiene siempre el mismo trabajo que hacer: afrontar lo que tiene delante. Esto no es posible si no se tiene a alguien que le haya educado para ver las cosas, como hacía Jesucristo con los Apóstoles, a los que orientaba para que miraran. El problema de la madurez es el problema del corazón, de la adultez de la vida humana y cristiana.
En ocasiones, en la vida sacerdotal o religiosa ?como en la matrimonial?, uno siente que, habiendo apostado por Jesucristo, quizá se ha perdido algo de la vida, como si se mirara hacia atrás con la desconfianza de que quizá esa no ha sido la mejor elección. Esto es lo que digo cuando hablo del "cansancio del corazón", una expresión que retomo de un encuentro que el Papa acaba de tener con los sacerdotes en Roma. El Papa habla de este "cansancio del corazón", especialmente en la edad adulta, cuando el sacerdote mira hacia atrás y en vez de ver realizaciones y frutos ve que quizá haya sido una equivocación.
-También se refiere estos días a la "memoria del primer amor".
-Ante las dificultades, todos tenemos la tentación de salirnos de las circunstancias. "Si no fuera sacerdote, si estuviera en otra parroquia, si tuviera otro obispo…" Ante las circunstancias hostiles o adversas el primer movimiento es huir de la realidad. Lo que nos rescata es volver a las razones primeras por las que dijimos "sí" a Jesucristo. Y no sólo eso: tendríamos que ir a las razones primeras de nuestra consagración bautismal: somos Hijos de Dios, hemos sido creados, y el mero hecho de existir ya es un bien.
-¿Cómo es el discernimiento que se realiza en el Seminario o en los noviciados, para llegar a saber si uno realmente tiene vocación?
-Cualquier institución vocacional siempre debe consistir en suscitar el ejercicio de la libertad del educando. El Seminario, por muy bueno que sea, no puede sustituir la libertad del que se está formando. Ni el mejor de los Seminarios podría evitar que alguien se juegue esa libertad. Cuando uno entra en el Seminario tiene indicios, pero no seguridad de ser ordenado sacerdote, seguridad que sólo tiene el día de su ordenación.
En general, la relación con los formadores incluye toda una tarea de conocimiento personal, de estudio, así sucede también en la relación con las parroquias o lugares donde uno puede ponerse a prueba. La tarea del director espiritual, que no es propiamente la del formador, también es muy importante. Hay aspectos de la vida de cada uno que pertenecen a la intimidad, pero otros aspectos son necesario ponerlos encima de la mesa, y cuando se sale del Seminario, uno tiene que tener un mapa de quién es, cuáles son sus tendencias, dificultades, carácter, para poder prever los puntos que tendrá que seguir cuidando, porque no lo tiene todo hecho.
-La inmadurez generalizada en nuestra sociedad, ¿afecta también a los jóvenes con vocación?
-De la misma manera, porque el sujeto es el mismo. Uno puede saber que está llamado a la pobreza, la virginidad y la obediencia, y vivirlo de una manera negativa. Puede venir al Seminario, inconscientemente, buscando una autoridad, buscando afecto, buscando un sustento económico, es decir, no estar movido por una rectitud. Esto es importante, porque al principio parece hacer cosas normales, pero al final, como no le mueve el amor a Cristo, la Gloria de Dios o el amor a los hermanos, eso va dinamitando la propia vida. El resultado es que cinco años después de ordenarse, deja el Ministerio. ¿Es que se ha convertido en otra persona diferente?
Tenemos ante nosotros la urgencia de la nueva evangelización para una sociedad que fue cristiana pero que ha rechazado a Cristo. Los jóvenes tienen personalidades más débiles porque la tarea educativa en casa, la figura del padre o la autoridad muchas veces brillan por su ausencia.
(Esta Hora ? iglesiadeasturias.org)