Los frutos del camino ecuménico: “Es posible la amistad en Cristo entre nosotros”

La Universidad Eclesiástica de San Dámaso organiza una mesa redonda para reflexionar que "bajo la Palabra de Dios aprendemos juntos lo que es hacer el bien"

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Redacción Religión

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"El ecumenismo es relevante para la humanidad entera, porque la búsqueda de la unidad se convierte en necesario. También para entender los problemas del mundo, los problemas del ser humano, su espiritualidad”. Así lo han reflexionado en una mesa redonda titulada “Haz el bien, busca la justicia (ls 1,17)”. Organizada por la Facultad de Teología de la Universidad San Dámaso (UESD), en colaboración con el Centro Ecuménico Julián García Hernando, Ángel Castaño, de la Universidad San Dámaso; Marius Picu, de la Iglesia Ortodoxa Rumana y Alfredo Abad, de la Iglesia Evangélica Española, han profundizado en las palabras de Isaías.

“Dios quiere que Judá no solo practique la justicia, sino que abrace el principio de hacer siempre el bien. Dios quiere que no solo cuidemos a los huérfanos y las viudas, sino que obremos con justicia y busquemos el bien para ellos y para cualquier persona marginada por la sociedad”. La palabra hebrea para bien es “yaw-tab’” y significa estar contento, alegre, ser agradable, hacer el bien, hacer algo hermoso.

Vivir en paz y con justicia.

“Ser cristiano significa ser discípulo”, ha comenzado Castaño. “Todos los cristianos están bajo la Palabra de Dios, aprendiendo juntos lo que es hacer el bien, y quiénes son los necesitados de solidaridad”. A medida que la sociedad se vuelve más indiferente ante las necesidades de los demás, nosotros, como hijos de Dios, debemos aprender a hacer nuestra la causa de nuestros hermanos y hermanas oprimidos diciendo la verdad a los poderosos y, si es necesario, defendiéndolos para que puedan vivir en paz y con justicia.

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Por otro lado, Abad ha explicado que el estudio sobre la evolución histórica de la amistad como analogía teológica desde Elredo de Rieval, “propone un horizonte de amistad espiritual, la que comienza y nace en Cristo”. Refiriéndose al texto de Isaías “nos hace comprender que la vivencia de la fe debe ir siempre acompañada por una praxis coherente con aquello que se profesa. El culto a Dios resulta vacío si no va acompañado por la compasión y la misericordia «aprended a hacer el bien; buscad la justicia, socorred al oprimido, proteged el derecho del huérfano, defended a la viuda»”.

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Referencia cristiana para el crecimiento espiritual

En el actual momento histórico en el que las relaciones personales se modifican y pierden sus referencias tradicionales tanto en su significado como en su praxis, las enseñanzas del abad de Rieval ofrecen una guía que, sin ser novedosa, son plenamente actuales y gana en valor, otorgando una referencia cristiana para el crecimiento espiritual.

El gran asunto que el hombre debe resolver a lo largo de su existencia terrena es el uso que hace de su libertad. Ésta es probablemente el motor de la existencia humana. La libertad origina en el hombre una legalidad dinámica y un régimen de vida que le relaciona con Dios, con el mundo, con los demás y también consigo mismo. La “libertad vivida”, como se la describe en el título del libro que comentamos, permite al hombre y a la mujer ser verdaderos interlocutores de Dios.

Dimensión espirirual y social

Por su parte, Pico destacó la importancia del encuentro de “ideas y no de ideologías”. Porque, según ha dicho, “cuando empiezas a aceptar, aprendes a descubrir y poco a poco a amar”. ¿Qué pasa cuando se rompe el amor entre los amigos, entre los esposos, entre los hombre y mujeres?, se ha preguntado. “No hay nadie en el mundo que no haya pasado por un momento de incertidumbre o que se sienta traicionado. ¿Dónde está ahí el amor de Dios?”.

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En este sentido ha resaltado cómo se unen la dimensión espiritual, que nos lleva a unirnos en oración; y la dimensión social, que nos impulsa a dar testimonio juntos del amor de Cristo hacia el prójimo y a defender la dignidad inviolable de toda persona. En consonancia con el texto de Isaías, orar por la unidad de los cristianos debe ir acompañado de un compromiso común para afrontar los desafíos de la injusticia y escuchar los gritos de los que sufren por cualquier causa. “El trabajo común que se viene realizando entre las Iglesias es un signo de esperanza para la humanidad”.