Saturnino Pasero, una vida entregada a los demás en Benín: "Para mí, la misión es todo"

Conocemos la historia del misionero madrileño: "La ayuda de la Iglesia ha sido fundamental para anunciar a Jesucristo"

Redacción Religión

Publicado el - Actualizado

2 min lectura

Durante casi cuatro décadas el sacerdote Saturnino Pasero ha estado de misión en Benín. Cuando llegó al país, allí no había cristianos. Él fue la punta de lanza de la evangelización de aquellos lugares: “Me fui para responder a la llamada, a estar presente en las zonas donde el Evangelio no había sido anunciado todavía”. Y es que allí en Benín, la Iglesia no existía: “Nos pidieron ir a un lugar donde no había nada pero en el que se sentía un deseo por parte de algunas comunidades de seguir el camino de Jesús”.

Después de 38 años en Benín, Saturnino considera que realmente esta misión es su vida: “Siempre he tenido muy presente mi vocación. Siempre he visto claro que tenía que ser cura en los lugares donde más se me necesitara. Fue la Sociedad de Misiones Africanas la que me sirvió como cauce para realizar esta labor. Con 24 años me fui a Benín”.

Allí, Saturnino ha vivido muchas transformaciones políticas, sociales y culturales: “Por aquel entonces era la República Popular de Benín, marxista y leninista. Vivimos el cambio político del país. Los únicos extranjeros que había allí eramos nosotros, los misioneros católicos. No había nadie más”.

Una de las cosas que más han animado a Saturnino es que ha tenido muy claro que aquella era su vocación: “Desde entonces supe que aquel era mi camino. Me ordené y desde entonces he estado allí. Es un servicio de primera evangelización. Optamos por el Benín para perpetuar la presencia española que desde 1981 había allí, entre ellos el Padre Francisco Fernández”.

Durante su tiempo de misión, Saturnino tenía por delante el difícil reto de llegar a la sociedad e inculcarles el mensaje del Evangelio. Para ello tuvo que aprender mucho sobre la cultura de Benín: “Mi gran experiencia es la de estar allí presente. Veía, oía y callaba. Me ha tocado siempre vivir en minoría, con la mayoría musulmana. El cauce para encontrarme de primeras con esta realidad ha sido la lengua. He tenido que aprender cuatro lenguas. No concebía mi presencia sin hablar la lengua que es la expresión cultural por excelencia”.

La labor de este misionero era clave para que el mensaje de Jesucristo llegara a todos: “Siempre he tenido en cuenta que el testimonio que yo daba era vital para que el Evangelio se hiciera presente allí. Según me acercara yo, el evangelio se acercaba, si yo era aceptado, el evangelio era aceptado, si yo era rechazado, el evangelio era rechazado. A mi nadie me hacía caso las primeras veces que yo llegaba a aquellos pueblos. Me di cuenta que en esos lugares había muchos problemas con gente discapacitada. Me ocupé de todos ellos y operamos a muchos. Esa fue la puerta que se abrió para que nos acogieran en aquella zona. Así se ha desarrollado mi vida”.