Carta pastoral de Mons. Gerardo Melgar: Domingo gaudete

Carta pastoral de Mons. Gerardo Melgar: Domingo gaudete

Agencia SIC

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Celebramos este domin­go el llamado domingo gaudete, el domingo de la alegría.

Vivir la vida cristia­na con verdadera alegría siempre ha sido importante, pero hoy lo es de una manera especial, porque nuestro mundo y nuestra sociedad son un mundo y una sociedad tristes, a pe­sar de que con el ruido y el bullicio se quiera disimular.

Hoy nos encontramos con un mundo en el que muchas personas se sienten angustiadas por tantas cosas.

El paro produce angustia y triste­za en el corazón y en la vida de tantas personas que carecen de un trabajo que dignifique sus vidas y les pro­porcione los recursos necesarios para vivir dignamente toda la familia.

La corrupción, el trapicheo y la mentira que aparecen como un fenó­meno generalizado en los estamen­tos con poder, han ido creando un ambiente de desconfianza, de rabia y repulsa, que no producen precisa­mente alegría, sino tristeza y rabia de que sea así.

La proliferación de las rupturas matrimoniales y familiares llenan de amargura el corazón de tantas perso­nas, de tantos matrimonios que las sufren en sus propias carnes, produ­ciendo soledad, desesperanza en in­cluso odio hacia la otra persona.

Hijos que sufren y que son los au­ténticos paganos de la falta de enten­dimiento de sus padres y de las heri­das de las familias.

Situaciones y situaciones que es­tán al día hoy y que han ido creando un mundo y un ambiente llenos de tristeza, de egoísmo, de soledad, de discordia y de insatisfacción entre los seres humanos.

Lo único que puede vencer esa in­satisfacción del hombre actual es pre­cisamente el testimonio, tanto perso­nal como comunitario, de alegría y esperanza oxigenantes, fundado en la fe en Cristo, liberador, vivo y pre­sente entre los hombres que sufren por cualquier motivo.

Es el testimonio de alegría de los creyentes el que debe suscitar en los demás estas preguntas y este interro­gante: ¿qué secreta esperanza alegra la vida de estas personas o de este grupo de creyentes?

Es la pregunta que surge esponta­nea cuando uno se acerca a un con­vento de monjas de clausura y lo pri­mero que le sorprende es la alegría que tienen y lo primero que se pre­gunta es: ¿qué tienen estas personas que sin tener nada de lo que el mun­do ansía para ser feliz, estas personas sin tener nada de eso, sin embargo, se les ve mucho más felices y mucho más ale­gres?

La res­puesta a todos estos interrogan­tes es que es la fe en Cristo, el origen y la motivación de dicha alegría. Se­guir a Cristo produce alegría, da sen­tido a todo cuanto nos sucede en la vida y es la respuesta a los interro­gantes más profundos del hombre. Nos hace vivir incluso los momentos de dolor y de necesidad con esperan­za y con verdadera alegría.

San Pablo, en la segunda lectura de este domingo, invita a los cristia­nos de Filipos a estar siempre ale­gres. Es una invitación que tenemos que recoger cada uno de nosotros como cristianos: debemos estar y ser testigos de la alegría que sentimos nosotros siendo seguidores de Cris­to, porque el seguimiento del Señor llena de alegría, de paz y de sentido la vida del hombre.

Dice el papa Francisco en la ex­hortación apostólica Evangelii gau­dium, en su primer párrafo: «La ale­gría del evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuen­tran con el Señor. Quienes se dejan salvar por Él, son liberados del peca­do, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Cristo siempre nace y renace la alegría» (EG 1).

El cristiano debe vivir su vida de fe con verdadera alegría, porque esta surge de la conciencia que el seguidor de Jesús tiene del amor y del perdón de Dios.

Fe y tristeza son dos polos opuestos que no pueden darse en el cristiano. El cristiano debe ser una persona ale­gre, porque por encima de sus fallos siente en él el amor y el perdón de Dios.

La fe lleva a la alegría y brota del encuentro con Jesu­cristo y, a la vez, nos impulsa a comunicarla a los demás y, al comunicarla a los demás, esta alegría se renueva en no­sotros, es la alegría de la evangelización, de la entrega a los demás y de la comunicación de la buena noticia de Jesús.

El Señor está cerca. Quiere en esta Navidad nacer de verdad en el corazón y en la vida de cada uno de nosotros, preparemos nuestra casa, nuestro corazón y todo nuestro ser. Hagámosle un hueco, un sitio en nuestro corazón y en nuestra vida, para que Él entre en nosotros, nos transfor­me y nos alegre demostrándonos lo mucho que nos quiere.

+ Gerardo Melgar Viciosa

Obispo Prior de Ciudad Real

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