Darse a los demás sin esperar nada a cambio: Un grupo de jóvenes se propone que Cañero, en Córdoba, "todos se hagan misioneros"
'Solidarios por un bien común' conoce de cerca el proyecto 'Misión País', organizado por estudiantes universitarios que dedican parte de su tiempo a evangelizar y acompañar a los más necesitados

Misión País
Publicado el
4 min lectura
En el barrio cordobés de Cañero, el bullicio habitual ha adquirido un tinte distinto durante una semana: cánticos, oraciones y visitas inesperadas que rompen la rutina de los vecinos. Se trata de 'Misión País', una experiencia de misión protagonizada por jóvenes universitarios que dedican parte de su tiempo a evangelizar y acompañar a los más necesitados. “Estamos haciendo la 'Semana de Misión País', donde un grupo de jóvenes venimos una semana a amar y a entregarnos por Cristo”, explica Cristina, una de las jefas del proyecto, para el programa 'Solidarios por un bien común' en TRECE.
La iniciativa, con base en la parroquia San Vicente Ferrer, cuenta con la guía espiritual de la Virgen, conocida como la Mater. Los jóvenes se integran plenamente en la vida del barrio: visitan casas, animan residencias de ancianos, participan en la pastoral del instituto local y abren las puertas de la parroquia a todo el vecindario. “Lo guay es hacer que todo el pueblo se haga misionero. Que las puertas estén abiertas y todo el barrio misione junto”, resume Bruno, otro de los coordinadores.
"No es una vibra: es seguir la verdad"
La misión va más allá de una acción puntual. Para los jóvenes, supone un modo de vida. “'Misión País' es responder a una llamada. Vivir en la alegría de amar y entregarse al mundo. No es una vibra, como dicen hoy, es seguir la verdad: el camino, la verdad y la vida”, afirma Cristina, subrayando que la oración es el pilar fundamental de su actividad. “Sin oración no tendría sentido 'Misión País'. Es la Virgen la que va al pueblo y nos utiliza como instrumentos”.
Acompañados por el asesor espiritual, el Padre Eduardo, los jóvenes cuentan con orientación constante para vivir la misión desde la fe y la profundidad. “Les voy acompañando. Ellos a veces solo ven lo concreto de ese año, pero yo les ayudo a mirar más allá, a ver cómo el proyecto va creciendo y cómo la Virgen abre puertas. Si no fuera a través de ellos, no tendría la fecundidad que tiene”, asegura el sacerdote.
La misión también impacta al párroco de San Vicente Ferrer, el Padre Pablo, que valora el testimonio joven como un signo de esperanza: “A mí 'Misión País' me aporta una confirmación de la esperanza. Cristo sigue tocando las vidas. Yo os aseguro que no conozco a gente hoy más feliz que estos treinta y tantos locos”.
Evangelizar en lo cotidiano
Entre las actividades más significativas está la visita puerta a puerta. Cada pareja de jóvenes recorre una calle, llama a las casas y se presenta. “El objetivo no es solo hacer una visita, sino que la Virgen quiere llegar a sus corazones”, explica Cristina.
Bruno cuenta una experiencia muy personal: “El año pasado conocí a Mari, una mujer sola con un hijo con discapacidad. Nos abrió su casa, no quería que nos fuéramos. Este año vamos a verla por sorpresa”.
Mari recuerda con emoción aquel primer encuentro: “Se me quedó una cosa muy grande. Vinieron muchos misioneros. Me contaron cosas bonitas que me gustaron. Me trajeron estampitas de la Virgen, una se la di a mi hija. Dan alegría, dan vida”.
También visitan la residencia 'Jesús Nazareno'. Claudia, una de las voluntarias, describe esos momentos: “Primero nos presentamos, luego ellos cuentan su vida, sus anécdotas. Jugamos, cantamos canciones de su época. Les encanta que les escuchemos. La Mater une amistades”.
En el instituto Fidiana, la misión se vive también entre los más jóvenes. Aurora, profesora de Religión, destaca la labor de los misioneros con sus alumnos de segundo de Bachillerato: “Les tengo mucho cariño. Es una alegría verlos elegir su camino. En centros públicos es un reto impartir Religión, pero iniciativas como esta lo hacen más fácil”.
El Padre Pablo reconoce el valor del testimonio juvenil: “A las señoras mayores no hace falta conquistarlas, pero un joven tocando la vida de otro joven, eso sí tiene valor. Hay un chico que fue misionado y hoy está con nosotros llamando a puertas. El fruto es real”.
“La Iglesia tiene futuro”
La experiencia misionera no solo transforma el barrio, sino también a los propios voluntarios. Muchos repiten año tras año, y algunos descubren su vocación a través de este servicio. “La alegría de entregarse a los demás no te la da nada más”, afirma Claudia. Bruno lo resume con sencillez: “Aquí entendemos lo que es amar sin esperar nada”.
En un país donde muchos jóvenes se sienten desconectados de la Iglesia, estos universitarios son la prueba de que hay futuro. Que la fe, vivida desde el servicio, tiene fuerza para cambiar realidades. Que la esperanza no es una palabra vacía, sino un rostro, una sonrisa, una canción que se canta en un hogar donde antes solo había silencio.
“Yo tengo mucha esperanza en la Iglesia”, concluye el Padre Pablo. “Y verles a ellos solo me lo confirma. Cristo sigue tocando vidas. Y donde Cristo toca, florece la alegría”.