Hakuna o 'Effetá', vehículos para crear futuros sacerdotes: "No es gente rara"
El 19 de marzo, festividad de San José, se celebra el Día del Seminario. TRECE ha estado en Getafe para conocer el día a día de los seminaristas: "No paramos, pero somos felices"
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En una sola frase, Charly ha derribado todos los muros que circulan todavía hoy sobre los seminarios: “Cuando entré creí que era el único que había hecho cosas en la vida, pero me he encontrado con gente que ha vivido un montón de cosas y no dejas de aprender”.
Charly ingresó en el seminario diocesano de Getafe en septiembre junto a Juan y Marcos. El día a día es disciplinado pero es un no parar: oración, estudio y partidos de fútbol forman parte de su día a día, como hemos podido comprobar en 'ECCLESIA al día'.
Como cada 19 de marzo, festividad de San José, se celebra el Día del Seminario, aunque en las comunidades autónomas donde no es festivo se adelanta al domingo 17. Este año el lema es 'Padre, envíanos pastores' en un contexto donde las vocaciones escasean.
Con todo y con ello, un total de 143 jóvenes fueron llamados al sacerdocio y han ingresado en los seminarios españoles este curso que se inició en septiembre, de manera que el número de seminaristas asciende a 956. En el último año, la Iglesia ordenó a 79 nuevos sacerdotes.
El grupo Hakuna o 'Effetá', vehículos para descubrir la vocación
Ni Charly, ni Juan, ni Marcos saben muy bien por qué acabaron en el seminario. Estuvieron meses luchando contra la llamada de Dios. Charly por ejemplo había completado sus estudios de Derecho y ADE en Sevilla, hasta que sintió la vocación el último año de carrera: “Yo conocía el grupo Hakuna, y me vine a Madrid a vivir con ellos hace tres años. Luego la vocación iba y venía, hasta que entré en el seminario hace seis meses”, ha relatado.
La experiencia de Juan es diferente, ya que sintió la llamada de Dios durante un retiro con 'Effetá', un retiro católico que organizan jóvenes para jóvenes. Fue con pocas expectativas, pero un sacerdote le invitó a vivirlo: “Desde que he entrado en el seminario soy feliz. Hubo un año de pelea con el Señor porque podía ser una alucinación”.
Marcos y su hermano, ambos italianos, ingresaron en el seminario getafense a comienzos de curso. El primero estudió la carrera de fisioterapia, campo en el que trabajó cuatro años. Trató de dar la espalda a la vocación, hasta que no pudo resistirse: “Mis padres dicen que mejor no planear nada porque Dios tiene sus planes”, ha contado entre risas.
Javier, formador en el seminario: "Queda una felicidad tremenda, pero hay que renunciar a cosas"
Los tres seminaristas cuentan con un formador, Javier, que fue ordenado sacerdote en 2015. Es el primer curso que asume este papel, pero asegura que le está sirviendo para renovar su vocación: “Los chicos se portan bien, para responder a la vocación hace falta un punto de buena disposición que ya tienen”, asegura.
Cuestionado si supone mucha renuncia ingresar en un seminario para formarse al sacerdocio, Javier apunta que no es un paso sencillo, pero sí gozoso: “Queda una felicidad tremenda, pero hay que renunciar a cosas. Nadie deja algo bueno si no es por algo mejor”, ha apuntado.
Así lo cree también Juan: “Cuando entras, piensas que es reprimirse y renunciar a todo, pero ahora soy más feliz que antes”, ha subrayado.
Por su parte Charly tenía miedo a cómo podía tomarse la noticia sus amigos y allegados: “Cuando lo conté se quedaron flipados, pero al ver que iba siempre con la Iglesia tampoco fue tan drama, pero uno de mis miedos al entrar en el seminario es que fuera peña rara que no ha hecho nada en su vida o están aburridos y se esconden allí. Hay esa idea pero no es la realidad”, apostilla.