La Hermandad de los Gitanos de Madrid celebra su XXV aniversario
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En Madrid todos la conocen como Los Gitanos, aunque esta hermandad, que ahora cumple sus 25 años de vida, se llama en realidad Hermandad Sacramental, Carmelitana y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús de la Salud y María Santísima de las Angustias. A Julio Cabrera, su hermano mayor desde hace más de 15 años, le brillan especialmente los ojos cuando habla de ellos, de los titulares, del Señor y de la Virgen. Y se queda atrapado en sus imágenes. «¡Qué te voy a decir yo de la Virgen! ¡Para nosotros es la más guapa!», exclama, con esa «cara muy bonita» y ahora, además, vestida de reina con saya nueva.
La encargaron precisamente para el XXV aniversario, en tisú de plata bordado en oro y con un detalle único: en el forro lleva una tela especial en la que van impresos en tinta los nombres de los devotos que han hecho donativos para poder confeccionarla. No le faltan a la Señora las delicadezas en el arreglo, como la toca de sobremanto enrejillada, los puños de guipur y el pañuelo de encaje en su mano izquierda. Estos días se la puede venerar así en la parroquia El Carmen y San Luis, sede canónica de la hermandad, antes de que a finales de la semana que viene, al comenzar noviembre, «la vistamos a difuntos». Luto riguroso.
También el Cristo ha estrenado túnica, en terciopelo granate bordada en oro, e igualmente en su interior lleva los nombres de aquellos hermanos que por suscripción popular han contribuido con los gastos. Cabrera muestra cómo los nombres de todos los contribuyentes, los de la Virgen y los del Señor, han sido plasmados también sobre piezas del forro para enmarcar (en la imagen inferior). El Cristo, elegante, camisa de doble puño con gemelos bajo la túnica, luce por primera vez una túnica bordada y, por eso, no va al completo.
Mariano Martín Santonja, el bordador sevillano que ha elaborado las piezas de ambas imágenes ?y que además es el vestidor de la Virgen? explica que para el Señor no se quería una «túnica bordada de arriba abajo para que no le restara movimiento». Además, en una talla que nunca ha llevado túnicas bordadas, el cambio podría ser muy brusco. Por eso, se ha hecho solo cuello, bocamangas y desde la rodilla hasta el bajo. ¿Y la Virgen? «La peculiaridad es que le hemos hecho unos volantes abajo para darle un aire gitano», explica, que al fin y al cabo ella es la Señora de Los Gitanos.
El bordado usado en túnica y saya es «a realce», explica Martín Santonja. «Se hace aparte, sobre plano, y se traspasa al terciopelo: se rellena con muletón y se puntea, y así coge el volumen». El punteado se hace con hilos de distintos colores y brillos para así «jugar con los matices» y que el bordado no sea «una pasta de oro». Los motivos son todos vegetales, con hojas de acanto que se revuelven sobre sí mismas y que simbolizan la divinidad de Cristo, el sacrificio, su Pasión… Pero también rosas o azucenas para representar la pureza de María.
Sigue así Martín Santonja (en la imagen inferior, junto a Cabrera, con sus creaciones) la escuela de Juan Manuel Rodríguez Ojeda, bordador sevillano de principios del siglo XX que revolucionó el bordado de las cofradías penitenciales. «Creó un estilo regionalista», metió colores a los mantos y a los palios e incorporó a las telas elementos y figuras que había descubierto en las pinturas renacentistas del Vaticano, como jarras, lacerías, columnas o capiteles. Su obra culmen fue el manto de terciopelo verde con malla que la Esperanza Macarena estrenó en 1900, conocido como Camaronero.
XXV aniversario fundacional
La bendición de ambas piezas se llevó a cabo el pasado viernes, 22 de octubre, cuando la hermandad celebraba por todo lo alto los actos de su XXV aniversario fundacional. Fueron un grupo de sevillanos afincados en Madrid los que en octubre de 1996 vieron nacer una hermandad, filial de Los Gitanos de Sevilla, que habían impulsado con todo su cariño. «Los primeros años fueron duros, pero muy ilusionantes», rememora Cabrera, sevillano «y sevillista», puntualiza, que se hizo hermano en enero de 1997 y que es hermano mayor desde hace 13 años. Al comienzo, a falta de tallas daban culto a cuadros con las imágenes de sus titulares.
Las figuras de Nuestra Señora de las Angustias y del Señor de la Salud llegaron en 1999, y en la Semana Santa del año 2000 realizaron su primera estación de penitencia. Fue desde los Jerónimos, donde tenían su sede canónica entonces. Nada que ver una procesión por el barrio de las Letras que por el centro de Madrid, reconoce Cabrera después de llevar ya once años afincados en El Carmen. «La hermandad ha ido creciendo año tras año y, desde que estamos aquí, ha habido una explosión de hermanos», hasta los 700 actuales.
En esto han ido a la par que las grandes hermandades de Madrid. «Aquí hubo mucha tradición de procesiones en los años 20 y 30 del siglo pasado ?destaca Cabrera?; la Guerra Civil lo paró todo, hasta que en los 40 se formó la cofradía del Silencio, que reunía a muchas hermandades». Después, entró todo en un letargo hasta que en los 90, continúa «hubo un florecimiento con Los Estudiantes, nosotros, y las más recientes, la Borriquita, las Tres Caídas…». Hay un «buen entendimiento» entre todas, aunque Cabrera pide sumar más esfuerzos.
La juventud es uno de los pilares en Los Gitanos. «Tenemos un grupo bastante concurrente de jóvenes, que son semilla de cofrades». El futuro de las hermandades, que son poso de la «religiosidad popular» de Madrid, está en ellos. Por eso se les «mima» y además les dan «libertad para que ellos desarrollen sus ideas». Hablamos de juventud y viene al recuerdo la JMJ Madrid 2011, que para Los Gitanos fue un puntal en su historia. Ellos fueron los anfitriones en la parroquia de El Carmen de la Hermandad de los Panaderos de Sevilla, que trajo a Madrid a su Virgen de Regla para el vía crucis que se celebró en la Castellana. Y aquí a Cabrera se le vuelven a iluminar los ojos: «¡Ojalá volviera otra JMJ!».
La pandemia paró todo en Los Gitanos. Dos años sin procesión, aunque Cabrera recuerda con especial cariño el altar de culto que se montó esta pasada Semana Santa. «De entrada, todo lo que no sea estación de penitencia… Pero fue mucho mejor de lo esperado y muy reconfortante». Los devotos se acercaron masivamente a venerar a unas imágenes que ya de por sí son muy queridas en el barrio. En condiciones normales, Los Gitanos procesiona el Miércoles Santo, pero a Cabrera casi le emociona más el Jueves y el Viernes Santo, porque son riadas de personas las que se acercan a venerar las imágenes. «Vienen para verlos mejor, o porque no pudieron ir a la procesión». Unas visitas que tampoco se interrumpen a lo largo del año; la capilla donde están las imágenes, en el lateral derecho del templo, «es la consecución lógica de la catequesis que hacemos en la calle».
Tampoco pudieron sacar a la Virgen del Carmen el pasado 16 de julio, que habitualmente portan los costaleros de la hermandad en el paso del Señor. No debería haber «problema» para recuperar todo este próximo año, se muestra esperanzado el hermano mayor. Como no lo ha habido para la salida de Jesús del Gran Poder de Sevilla hace quince días, y aquí a Cabrera se le vuelven a iluminar los ojos, tercera vez, porque pudo estar allí y verlo.
Los actos del XXV aniversario de la hermandad se completaron con un triduo a la Virgen y la entrega de medallas a los hermanos que también cumplían 25 años en la hermandad. También hubo un diploma para todos. Asimismo, se ha editado y presentado el libro Dibujando una hermandad, que recoge los dibujos con los que se ha ido explicando a lo largo de los años qué es una hermandad. Todo, de forma desenfadada y divertida, porque como explica su dibujante, Francisco Javier Pérez, «esta hermandad tiene un origen gitano, sevillano, madrileño, rociero… ¡alegre!».
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