Las oficinas de protección de menores de las diócesis y las congregaciones se reúnen este jueves
Desde la puesta en marcha de las oficinas en las diócesis españolas hace dos años, se han contabilizado un total de 506 denuncias por abusos sexuales a menores
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Este jueves, 31 de marzo, se reúnen las oficinas de protección de menores y prevención de abusos de las diócesis, las congregaciones religiosas y otras instituciones eclesiales. Un encuentro que tendrá lugar en el salón San Isidoro del edificio Sedes Sapientiae de la Conferencia Episcopal Española, ubicado en el número 4 de la madrileña calle de Manuel Uribe.
Desde la puesta en marcha de las oficinas en las diócesis españolas hace dos años, se han contabilizado un total de 506 denuncias por abusos sexuales a menores. Unas oficinas que han servido de instrumento para canalizar las denuncias y con el objetivo de atender a las víctimas de abusos sexuales en el seno de la Iglesia.
Desde que abrieron sus puertas, estas oficinas han recibido 506 denuncias sobre abusos sexuales, tal y como informó el pasado 11 de marzo el secretario general y portavoz de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Luis Argüello.
El Secretario General del episcopado precisó que de los 506 casos, en 103 de ellos el acusado ya ha fallecido. Si bien, los casos se investigan aunque el presunto agresor haya fallecido o aunque el caso haya prescrito.
Precisamente, el portavoz de los obispos desgranó que la mayoría de las denuncias, un total de 300, obedecen a asuntos ocurridos hace más de treinta años. Todas estas denuncias se han recibido a través de las 202 oficinas abiertas, sesenta en las diócesis y el resto en las congregaciones religiosas. Se refieren a sacerdotes, curas diocesanos y religiosos.
"Queremos apartar a personas que son indignas, que no haya lobos que se disfracen de corderos y que no se pueda decir que la Iglesia es un lugar inseguro para los niños", subrayó el también obispo auxiliar de Valladolid en rueda de prensa.
De esta manera, la Iglesia española quiere mirar a la cara a los rostros y las historias de las víctimas, pedirles perdón, acompañarlas, intentar sanar sus heridas, entender bien cómo pudo suceder este horror para impedir, en lo posible, que se repita en el futuro.