Leticia Moreno: “Las Misioneras Rurales no tenemos casa fija y acudimos donde nos llaman los párrocos”

La hermana explica que "vivimos de la providencia y no podemos recibir nada de la gente con la que estamos trabajando, ni del párroco que nos llama ni del obispo de la diócesis"

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Redacción Religión

Publicado el - Actualizado

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Corría el año 1922 cuando

, hija de una acaudalada familia asturiana, lo dejó todo para vivir en un rancho de adobe con tejado de palma en la malagueña Sierra de Gibralgalia, cerca de Pizarra, y convertirse así en la primera misionera de las Doctrinas Rurales. Una de las continuadoras de su obra, la hermana

, ha pasado por los

Montero explica que “

.

Cuenta que “el Padre Arnaiz se dio cuenta del aislamiento tan grande que tenían algunas personas que vivían en estos pueblos de Málaga por falta de infraestructuras. Su corazón de apóstol indicó que era necesario dar a conocer a Jesús en este tipo de sitios. María Isabel es la fundadora de las misioneras de la doctrina rurales. Ella dijo que se quería dedicar a esto y que aún siendo de una familia pudiente, se quería ir a vivir a una chocita para vivir con la gente más humilde para enseñar a leer y escribir y ayudar en todo lo que pudiera”.

“No tenemos casa fija”

“Cuesta un poco entender porque no tenemos casa fija, acudimos donde nos llama el párroco y siempre con permiso del obispo del lugar. Solemos estar un curso o dos para poner en marcha la misión y luego, si es posible, volver un tiempo breve para que no se olvide la presencia, que se encargan de mantener los voluntarios de cada lugar. Vivimos de la providencia y no podemos recibir nada de la gente con la que estamos trabajando, ni del párroco que nos llama ni del obispo de la diócesis en la que trabajamos porque María Isabel decía que, como íbamos a los sitios más pobres, no nos iban dar el dinero a nosotras”.

Desde aquella primera misión, como recuerda la hermana Leticia, “cuando el padre Arnaiz le abrió los ojos a María Isabel, que estaba dispuesta a irse a Japón, y él le dijo que no era necesario irse tan lejos, que en el campo malagueño había muchísima necesidad, siempre acudimos a los lugares donde llega poco la presencia de la Iglesia por la falta de infraestructuras, como pasaba con Gribralgalia que, en aquella época, estaba a dos horas caminando desde Pizarra, que era lo más cercano”. En la actualidad, continúa Leticia, “ante la falta de sacerdotes, son muchos los que llevan varias parroquias y en esos pueblos tan pequeños hace mucho bien que se instale un grupo de misioneras que conviva con los vecinos, formen grupos de pastoral de la salud, catequesis... y visite a los enfermos”.

Misión en Gibralgalia

Con motivo del año jubilar, un grupo de misioneras ha retomado aquella primera misión de Gibralgalia, en cuyo templo descansan los restos de la fundadora y se ha podido ganar la indulgencia plenaria. Además, han instalado una exposición para que todos aquellos que acudían entendieran lo que hizo este grupo de mujeres que, como asegura la hermana Leticia, “en su día fueron muy criticadas por abandonar la Misa y la comunión diaria, para atender esas zonas, pero como les decía el Padre Arnáiz debían: "dejar a Dios por Dios". Además, a los dos meses de estar allí, “san Manuel González les concedió permiso para tener el Santísimo si preparaban un lugar digno. Así que adecentaron otro rancho con el techo de palma, lo mas dignamente que pudieron, con las imágenes de una capilla que tenía María Isabel en Madrid. Allí estuvo “viviendo” el Señor Sacramentado como en otro Belén, hasta que se terminó la iglesia en diciembre de ese mismo año y fue bendecida por el entonces obispo, hoy santo, el 24 de diciembre de 1922, que en aquella ocasión celebró la confirmación de 133 serranos”.