“Los pacientes con problemas mentales son auténticos pobres, sufren la enfermedad y el estigma”

ECCLESIA conoce la labor de Gerardo Dueñas, capellán que acompaña espiritualmente a pacientes con trastornos mentales: "Es importante conocer sus nombres y mirarles a los ojos"

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“Los pacientes con problemas de salud mental son auténticos pobres, porque sufren la enfermedad y el estigma”

José Melero Campos

Publicado el - Actualizado

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Las previsiones son desoladoras. Una de cada cuatro personas tendrá un problema de salud mental a lo largo de su vida. Los efectos de una sociedad repleta de incertidumbres -especialmente a raíz de la pandemia- hace que los trastornos se hayan visto incrementados. Depresión, ansiedad o trastorno de la personalidad suelen ser las patologías más frecuentes, pero no la única. En los casos más graves aparecen las autolesiones o tendencias suicidas.

Estas últimas han crecido de manera alarmante en los últimos años: en 2020 un total de 4.000 personas se quitaron la vida, batiéndose todos los récords desde que hay registros en 1906. La enfermedad mental estaba detrás de casi todos los casos. En los últimos años la prevención de la salud mental se ha hecho cada vez más visible, pero aún existe una gran estigmatización y temor a acudir al psicólogo o psiquiatra para pedir ayuda.

Como en otras enfermedades, la prevención es fundamental. Según la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental, una atención temprana desde la infancia y la adolescencia podría reducir en un tercio la incidencia de los trastornos mentales. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha advertido que 2030 la primera causa de discapacidad será la enfermedad mental, mientras las administraciones tratan, tímidamente, de reaccionar. Pero queda mucho por hacer.

España cuenta con centros psiquiátricos públicos, privados y concertados orientados al tratamiento a personas que presentan trastornos de salud mental. En función del grado de gravedad, las terapias varían. Lo que muchos desconocen es que el acompañamiento espiritual que proporcionan los capellanes a estos pacientes es fundamental dentro de un proceso integral de recuperación. Al menos para muchos de ellos, independientemente de sus creencias.

Uno de estos capellanes es Gerardo Dueñas quien, desde abril de 2011, acompaña a personas en un hospital psiquiátrico de Madrid -no está autorizado a facilitarnos el nombre del centro-. Responsable de la Comisión de Salud Mental del departamento de la Pastoral de Salud de la Conferencia Episcopal Española, ha compartido en ECCLESIA su enriquecedora experiencia junto a estos pacientes.

El acompañamiento espiritual de los capellanes en los centros psiquiátricos forma parte para muchos del proceso de recuperación. Más aún en los últimos años, en los que parece haber más conciencia de los trastornos de salud mental y la importancia de la prevención, sobre todo después de la pandemia...

Uno de los aspectos positivos de la pandemia es que ha hecho que caigamos en la cuenta de la relevancia que tiene en nuestra sociedad los problemas de salud mental. Ha aumentado la incidencia. Las ultimas estadísticas revelan que los casos de suicidio en España han aumentado un 10% a raíz de la pandemia. Todos hemos conocido personas cercanas que han sufrido diversos problemas de salud mental, porque el ámbito de la salud mental es amplísimo. A veces pensamos en patologías supergraves con un estigma tremendo, pero quién no conoce a una persona con depresión, a un joven con problemas de trastorno de la conducta alimentaria, o con problemas de adicción a sustancias, a videojuegos... Es algo cotidiano en nuestra sociedad y ahora la pandemia ha puesto más de relieve.

De once años para acá se le ha ido ganando terreno en la concienciación, o al menos empieza a formar parte de la agenda de los medios de comunicación. En tu caso, ¿recuerdas tu primera vez con un paciente?

No sé si estamos peor o mejor que hace once años a nivel de concienciación y acompañamiento. A nivel personal he hecho un proceso importante. Recuerdo cuando me comunicaron unas semanas antes que el obispo me enviaba como capellán del hospital psiquiátrico público de Madrid, a mi me pasó de todo por dentro. Porque yo había estudiado, tenía conocimientos de psicología, hice un máster de acompañamiento psicológico y espiritual, pero una cosa es estudiar la teoría y otra ir a un hospital psiquiátrico. Yo dije 'madre mía, a ver qué voy a hacer'.

Pero con la ayuda de Dios, nunca he rechazado nada que me han propuesto en la Iglesia, asumí que tenía que estar ahí y estos años me he enamorado de la pastoral de salud mental. Es un lugar apasionante donde encontramos a los pobres de los pobres en Madrid. En Madrid no hay grandes problemas de hambre o necesidades vitales, pero los pacientes que padecen problemas de salud mental e ingresan en centros psiquiátricos son los auténticos pobres.

Invito a pensar que si a mi vecino le diagnostican un cáncer, ¿qué hago, qué sentimientos me asaltan? Pues seguramente de cercanía, en qué te puedo ayudar, pero si me entero que a otro vecino le diagnostican esquizofrenia, pues mis sentimiento es intentar no cruzarme en el descansillo de la escalera o no compartir el ascensor. Son dos enfermedades graves, posiblemente a nivel físico más el cáncer, pero es una enfermedad. Ese estigma lo sufren los pacientes constantemente en el metro, en la casa, en el trabajo, en el autobús y eso duele. Tenemos que acompañar. Es nuestra tarea. El papel de la pastoral de la salud mental es estar donde nadie quiere y recordar que Dios se ha querido quedar con quien sufre. Es lo que queremos anunciar con nuestra presencia, formar parte de la familia del hospital.

¿Qué aporta a los pacientes este acompañamiento? ¿Qué buscan?

Todo el mundo tiene necesidad de ser acompañado a nivel espiritual. A nivel físico mental toda su persona se ve alterada y hay que acompañar todas las dimensiones de la persona, y dentro de ella es la dimensión espiritual que no es solo de los creyentes, sino que es una dimensión humana. Todos tenemos la necesidad de sentirnos reconciliados, de expresar nuestros miedos y eso no es solamente en el ámbito de lo psicológico, sino también de lo espiritual, de las creencias donde fundamentamos nuestra vida.

No sé si mi presencia, yo hago lo que puedo, pero la presencia de los capellanes espirituales que trabajamos en la pastoral de la salud mental estamos llamados a acompañar esa dimensión espiritual, dar sentido de por qué estoy sufriendo esto, cómo lo puedo vivir. Mi experiencia de estos años es que evidentemente las personas con problemas de salud mental tiene los mismos problemas espirituales que el resto de la población y necesitan ser acompañados igual. En casos incluso concretos y en los casos más de película, en el que el origen del sufrimiento sea patológico por ideas delirantes o lo que sea, incuso en ese caso aunque el sufrimiento tenga una raíz patológica, el sufrimiento es real y siempre lo podemos acompañar.

En caso de los pacientes creyentes darle sentido desde la espiritualidad cristiana: ¿cuál es la respuesta que Dios a dado a nuestro sentimiento? Es la cruz de Jesús, que ha venido a compartir nuestra cruz, y compartiendo nuestras cruces como una enfermedad de cualquier tipo, incluido la salud mental, al compartir la cruz le da sentido, porque es lugar de Resurrección, lugar de vida plena que Dios nos promete y Jesús nos ha anticipado.

¿Cómo es ese acompañamiento, qué herramientas se pueden emplear para el acercamiento?

No hay un modelo propio. Hay una parte de atención sacramental, con celebración diaria y administración de los sacramentos. También con mucha creatividad, porque los pacientes de salud mental tienen sus particularidades y hay que hacelo con paciencia. Y luego estando allí. La población general piensa en un hospital donde cada uno está en su habitación, pero en los hospitales psiquiátricos no funciona así, de hecho se procura que lo pacientes estén durante el día el mínimo tiempo en la habitación para que no se encierren y estén en la cama. Están circulando por las unidades, el jardín, etc. se trata de ponerse a tiro, de preguntar.

Algo importante por ejemplo es la pastoral del nombre, conocer el nombre de los pacientes. En el caso de los de larga estancia o crónicos es más fácil porque llevan muchos años con nosotros. En los agudos van variando. La importancia de saber el nombre es personalizar, es preguntar qué te pasa. Y otra cosa muy sencilla es mirar a los ojos. Normalmente por este miedo o el estigma los pacientes sienten rechazo y no les miran a los ojos. Mirar a lo ojos es decirle al otro me importas, me importas lo que sufres, lo que piensas.

Son técnicas sencillas pero sirven para hacer del otro un interlocutor. Es decirle, me importas. Y a Dios le importas. Y eso lo hacemos no por la fe que los otros tienen porque no acompañamos solo a los que tienen fe, sino a los que quieren. Yo acompaño por mi fe.

¿Hay historias de conversión?

Hay historias preciosas, de conversión en plan show no recuerdo, pero sí de muchas personas, sobre todo en pacientes agudos o que están durante una temporada por desintoxicación, por adicción o trastornos de personalidad, que han reavivado la fe que tenían, que estaba dormida, escondida, que incluso pensaban que habían perdido, y que el ingreso ha sido momento de volver a descubrir a Dios en su vida. Es una de las cosas más bonita de nuestra vida. La crisis siempre es una oportunidad, y un ingreso en un psiquiátrico es una gran crisis. Es algo para recordar porque es fuerte esta vivencia. Es momento de replantearse cómo vivo, cuáles son mis prioridades, qué es lo verdaderamente importante para mí. Nuestra presencia en estos casos es ser instrumentos de Dios. Es Dios quien actúa y nosotros somos testigos de esa conversión y de volver a poner a Dios en su vida. Gente que llevaba años sin pisar una iglesia empieza a acudir a la celebración cada día o domingo, a leer el Evangelio, ponerse delante de Dios con autenticidad y plantear quien soy yo realmente. Me gusta decir muchas veces a los pacientes cuando hablamos y te piden ayuda que estás en una crisis grande, pero tienes muchos recursos como psiquiatras, psicólogos, terapias, recursos personales o familiares... pero también el recurso espiritual, porque Dios está actuando, te sostiene. Todos trabajamos por el bienestar del paciente. Estoy convencido de que cuando una persona es acompañada espiritualmente de manera sana, contribuye a su bienestar, y en el caso de los pacientes de salud mental también.

En un mundo repleto de incertidumbres... ¿Nos dirigimos hacia una sociedad donde los trastornos de salud mental irán en aumento?

No sé que decirte. No son tiempos fáciles, pero cuándo lo ha sido. No sé cómo será la situación. La sociedad es cada vez más frágil, una juventud líquida que le falta la fe y otros valores asociados. Peo hay que ser optimistas. Tenemos que ocuparnos, dar lo mejor de nosotros sabiendo que es Dios quien gobierna la historia, y nosotros hacemos lo que podemos. Lo que no hagamos cada uno de nosotros no lo hará nadie, pero hay que ser optimistas porque somos creyentes y la última palabra la tiene la Resurrección. No es espiritualizar los problemas, sino caer en la cuenta de que cada momento tiene su dificultad, pero que siempre a lo largo de la historia el espíritu nos ha ido hablando. Hay que mirarlo no sé si con optimismo, pero sí con esperanza.

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