"Me abandoné en Él": El renacer de Celia, un testimonio de fe y superación tras un accidente devastador

Celia Canseco, una joven de 26 años, experimentó un giro radical en su vida cuando un accidente la llevó a replantearse sus prioridades, reflexionar sobre su existencia y su relación con Dios 

Redacción Religión

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El 15 de diciembre de 2019, la vida de Celia Canseco, una joven malagueña de 26 años, dio un giro inesperado. Mientras caminaba por el campus de la universidad hacia la biblioteca, un camión la atropelló, marcando un antes y un después en su existencia. "Iba dando un día normal a un examen y de repente noté el golpe por la espalda" recuerda Celia en 'Ecclesia Es Domingo' en TRECE, "y cuando intenté girarme vi el camión que se abalanzaba sobre mí". Este suceso no solo la dejó con graves heridas físicas sino que también la llevó a una profunda reflexión sobre su vida y su fe.

Tras el impacto, Celia se encontró tirada en la carretera con las ruedas del camión sobre su pecho. A pesar de la gravedad de la situación y del intenso dolor, experimentó una sensación de paz inexplicable. "En el momento que llegó a la ambulancia, todo ese dolor que estaba camuflado... me sobrevino, y yo notaba en la ambulancia cómo estaban gritando, poniéndome vías... y yo, sin embargo, tenía una paz y una sensación superbonita que creo que nunca seré capaz de explicarla" afirma.

Fue en ese momento cuando sintió que se estaba muriendo y se entregó a la voluntad de Dios. "Le dije a Dios que me abandonaba en Él y que fuese lo que Él quisiera, que yo quería vivir, evidentemente, pero que de alguna manera sabía que su decisión iba a ser la correcta," explica.

El poder de la fe

Aunque la fe siempre había estado presente en su vida, Celia reconoce que no la había cultivado activamente. Sin embargo, justo antes del accidente, se había confesado, hecho una novena y comulgado, actos que ahora ve como una preparación divina para el momento que iba a vivir

Durante su estancia en la UCI, la visita diaria del capellán para darle la comunión fue una fuente de fortaleza inmensa. "Una cosa que yo jamás me hubiese imaginado es que a mí lo que más fuerza me daba era que todos los días el capellán de mi colegio mayor, venía a darme la comunión," comenta.

Celia ve sus cicatrices no como marcas de dolor, sino como "marcas de guerra". "Las cicatrices lo que te ayudan es a salir más fuerte," declara. "Si las sabes incorporar bien, aceptar y darle un sentido a ese dolor, sales reforzado". Su experiencia le ha enseñado a valorar lo realmente importante, como disfrutar de los momentos sencillos, pasar tiempo con la familia y amigos, y no comprometer su vida por el éxito material.

Un nuevo enfoque de vida

El accidente cambió la perspectiva de Celia. "Yo creo que lo mejor es que era una Celia que no tenía miedo, que la verdad todos los días daba gracias por el regalo de estar viva y sobre todo que disfrutaba de cada momento," asegura. 

Ahora, anima a otros a entender que "cada día es un verdadero regalo" y a vivir la vida al máximo, sin miedo, confiando en que los planes de Dios son mejores que los suyos. Celia concluye que "cuando te abandonas en Dios y confías en que sus planes son mejores que los tuyos, al final te acaban pasando cosas superbonitas"