El Monasterio de Santa María de Valbuena de Valladolid, uno de los centros de conservación del patrimonio más importantes de España

El programa 'Solidarios por un bien común' de TRECE accede a este espacio de la Fundación Las Edades del Hombre, donde la fe, el arte y la historia convergen para asegurar la pervivencia del patrimonio religioso

Fundación Edades del Hombre

Redacción Religión

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El arte sacro no solo se contempla, también se protege. En un rincón histórico del corazón de la Ribera del Duero, el Monasterio de Santa María de Valbuena alberga desde el año 2000 el Centro de Conservación y Restauración de la Fundación Las Edades del Hombre, un espacio donde la fe, el arte y la historia convergen para asegurar la pervivencia de nuestro patrimonio cultural más espiritual.

El monasterio se ha convertido en el corazón de un proyecto que preserva las piezas más significativas del patrimonio religioso y artístico de la Iglesia. 'Solidarios por un bien común', en TRECE, ha tenido la oportunidad de visitar las instalaciones.

Entre las robustas paredes de un edificio del siglo XII, se desarrollan programas de conservación y restauración de bienes religiosos, tanto para instituciones eclesiásticas como para particulares.

Según David Muriel, director de proyectos de la Fundación, “la Fundación Las Edades del Hombre se encuentra desde el año 2000 en el monasterio de Santa María de Valbuena y desarrolla una labor educativa muy significativa a través de programas específicos”.

 Educación para conservar el legado  

Una de las piedras angulares de la Fundación es su programa educativo, enfocado en acercar el patrimonio religioso a las nuevas generaciones. Alejandra Aparicio, responsable del proyecto educativo, explica en qué consisten sus trabajos: “Tenemos cinco talleres adaptados según el currículum escolar. Desde niños de seis años hasta alumnos de bachillerato pueden experimentar la restauración de arte como si fueran auténticos profesionales”.

Los jóvenes visitantes, como los del Instituto Julián María, participan en talleres que simulan intervenciones reales: “Lo primero que les enseñamos, tenemos aquí un pequeño bodegón, luego lo que hemos hecho es una réplica de las pinturas murales que están en la capilla de San Pedro”, relata Aparicio.

Para los más pequeños, los talleres son multisensoriales y adaptados a sus edades, mientras que los mayores se enfrentan incluso a un 'scape room' temático que les obliga a pensar como restauradores o monjes medievales. “El taller de 'Habemus Scriptorium' es muy importante dentro del contexto monástico. Les enseñamos a escribir su nombre en letra gótica sobre pergamino”, añade.

 Talleres que dan nueva vida al pasado  

El trabajo en el Centro de Restauración no se limita a actividades educativas. En las profundidades del monasterio, los profesionales restauran obras de gran formato que llegan desde todos los rincones del país. “Tenemos ahora mismo obras de Sevilla que han venido por otras piezas que están expuestas en la Catedral. Se ha optado por restaurar todo el conjunto escultórico y las tenemos aquí en proceso”, comenta Consuelo, una de las restauradoras del centro.

El proceso es meticuloso: las obras deben aclimatarse 24 a 48 horas antes de ser intervenidas para evitar daños por cambios de temperatura o humedad. “Por mucho que el propietario quiera hacerlo, es un bien de interés cultural y tiene que pasar por la Comisión de Patrimonio”, subraya Consuelo, mientras explica el proceso de restauración de un lienzo atribuido a El Greco.

La Fundación también colabora con exposiciones de renombre. Algunas obras seleccionadas para las muestras de Las Edades del Hombre pasan por sus talleres para una puesta a punto antes de ser exhibidas al público. “A veces nos sirve como moneda de cambio. Pedimos una obra a un prestatario y, a cambio, la restauramos”, añade.

 Una misión de todos  

Más allá del aspecto técnico, la Fundación defiende la implicación social en la conservación del patrimonio. “La parte que tiene que ver con la educación y la corresponsabilidad a nivel social es fundamental para la Fundación”, afirma David Muriel. Desde la Fundación creen firmemente que conservar el patrimonio “como elemento dinamizador de nuestros pueblos y ciudades” es una labor que debe compartirse con la sociedad.

Para Alejandra Aparicio, este enfoque también implica inclusión: “Estamos dispuestos a adaptar lo que sea necesario. Han venido personas con ciertas dificultades y lo adaptamos. Sobre todo el arte sacro, algunas veces incluso desconocido para nosotros, tiene mucho que ofrecer”.

El compromiso del equipo queda resumido en una frase de Consuelo: “Tenemos una misión importante, que al final es devolver ese esplendor con el que se realizaron las obras”. Con esa vocación, el monasterio de Valbuena no solo conserva muros centenarios, sino también la memoria y el alma de un legado que se niega a desaparecer.