Ricardo de Luis Carballada: “Para transformar el mundo tenemos que transformarnos primero nosotros mismos”

El dominico, profesor en la Facultad de Teología de San Esteban, ha participado en la en la 51ª Semana Nacional de Vida Consagrada del ITVR

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Redacción Religión

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Encontrar un destino al que conducir la propia vida tiene un proceso de transformación”. Esta es la idea clave sobre la que ha versado la ponencia de Ricardo de Luis Carballada, dominico del convento de San Esteban de Salamanca y profesor en la Facultad de Teología de San Esteban, en las áreas de Misterio de Dios y Escatología.

En su participación en la 51ª Semana Nacional de Vida Consagrada del ITVR, ha explicado a los consagrados que “la esperanza activa en ese proceso nos transforma también a nosotros, al mundo y la historia”.

El religiosa ha advertido a los consagrados que “no podemos separarnos del mundo, porque «somos relación y en relación», por tanto parte del mismo. De esta forma, debemos apuntar a un destino hacia que a través de nuestra formación debemos conducirnos”.

Vivir la misión de la Vida Consagrada

En su reflexión, ha insistido en la “peregrinación” como “una categoría para entender y vivir la misión de la vida consagrada”. Por eso, el tiempo, “es el tránsito hacia una consumación que está todavía por llegar. Debemos mirar a un futuro sin permitirnos la nostalgia y atender a una tensión que nos debe ocupar en ese tiempo que nos queda por vivir”.

Sobre este asunto ha profundizado destacando a los más de 250 participantes presenciales (más de 2500 de forma virtual) que “el tiempo de nuestra vocación es el que se da entre la llamada primera y el proceso de renovación a lo largo de nuestra vida”. El dominico ha puesto un ejemplo de cómo debe ser esa transformación, en concreto en una comunidad “donde a lo mejor sentimos que el ambiente no es muy fraterno”. La solución, ha dicho; “pasa por ser más fraterno yo mismo y así transmitírselo a todos los demás”.

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El tiempo objetivo vs el tiempo subjetivo

Para este proceso de cambio, el religioso ha recordado que “el tiempo subjetivo no siempre coincide con el objetivo. Es el tiempo de Dios, el tiempo que cada uno necesita desarrollar y que no deben contraponerse. El tiempo es lo que hace que la realidad sea cambiante, en movimiento. Son cambios fundamentales sobre los que se constituyen los elementos para el orden social y cultural. Por lo tanto, es la base del resto de las relaciones humanas”.

Por eso, el sentido de nuestra existencia, “es recordar que nuestra vida es un don que recibimos para darnos a los demás, porque nadie puede darse la vida a si mismo.

Pero hay que recordar que el tiempo no es infinito y a veces los consagrados y los católicos en general no acabamos de ser conscientes de ello: Es un tiempo de transformación y conversiones en el que tenemos que aproximarnos cada vez más a Dios y hacer que nuestro mundo también se aproxime”.

El profesor ha concluido asegurando que “si nos ponemos en relación con las situaciones del conjunto, vemos que la interdependencia humana nos pide construir mejores relaciones colectivas: Confianza, gratitud, responsabilidad, solidaridad”.