Rocco Buttiglione: "Muchas cosas que pensábamos ciertas serán de manera diferente en el cambio de época"
Miembro de la Academia Pontificia de las Ciencias Sociales y exministro italiano, asegura que el cristianismo no es una ideología sino una experiencia de vida

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El exministro de Estado y vicepresidente de la Cámara de Diputados de Italia, el filósofo Rocco Buttiglione, miembro de la Academia Pontificia de las Ciencias Sociales, ha participado en el IX Simposio internacional “Más allá de la fe secular”, organizado en la archidiócesis de Granada por el Instituto de Filosofía Edith Stein, en colaboración con otras organizaciones dentro y fuera de la diócesis, como el Centro de Teología y Filosofía de la Universidad de Nottigham o el Centro para el Pensamiento de Juan Pablo II en Varsovia.
—Qué relación tienen diáspora, comunidad y solidaridad, porque a priori parecen palabras y conceptos enfrentados.
La diáspora es el punto de partida. Especialmente los jóvenes. Nacemos en una comunidad. Hasta un cierto punto, tenemos la impresión que esta comunidad es demasiado pequeña para nosotros; que, para crecer, tenemos que salir de esta comunidad. Y decimos “yo”. No simplemente “yo como hijo”, sino “yo” como “yo”. Y eso es necesario. También una cierta pelea con la familia de origen es necesaria, pero, como dice Sigmund Freud, después habrá reconciliación. Pero, para ser adulto, hay un tiempo en que tengo que separarme. Y esa es la diáspora. Pero después viene un tiempo en que tengo que reconciliarme y, nuevamente me reconcilio cuando encuentro otra persona con la cual voy a constituir otra comunidad. Y en este momento me doy cuenta de cuánta gratitud tengo que dar a la comunidad de la cual estoy saliendo. En la relación entre estas dos comunidades se crea una familia más amplia. Y la solidaridad es el elemento en la sociedad que nace del encuentro de comunidades, familiares y no familiares, naturalmente.
—Vivimos un tiempo de globalización, diversidad más cercana a nosotros, la sociedad ha cambiado mucho y el Papa incluso habla de un “cambio de época”. Cómo es la presencia cristiana en este contexto, en el que quienes tenemos cerca tiene otro punto de vista sobre la vida, proviene de otra tradición religiosa o está alejado de la fe.
Los hombres son hombres. En cualquier cultura que crezca siguen siendo hombres. Muchas veces nosotros hablamos los unos a los otros diciendo las palabras de la ideología: “Yo, en cuanto español, tengo que decir eso…”, “yo, en cuanto católico…”, “yo, en cuanto protestante”. Pero si hablamos entre nosotros, nos encontramos como hombres, vemos que tenemos muchas cosas en común. La diversidad está muy bien, pero hay también lo que es común a todos. Sobre lo que es común construimos también el reconocimiento de la diversidad. Cristo sabe lo que está en el corazón de los hombres. Se puede hablar de Cristo en la lengua de la experiencia cotidiana, no en la lengua de la ideología. También el cristianismo puede convertirse en ideología, algunas veces. Pero, en principio, no lo es. Es un acontecimiento de vida. Una experiencia de vida que yo he encontrado, que fue buena para mi vida y que quiero compartir con otros, para que también su vida sea más buena.

—Es esa línea que propone el Papa Francisco con la fraternidad humana...
El discípulo misionero es uno que encontró en Cristo una alegría y quiere compartir esta alegría. Si Cristo no es una alegría, es muy difícil compartirla. Nadie lo quiere.
—En la Iglesia, no debemos olvidar nuestro origen: el origen de la fe y el origen de nuestro propio encuentro con la fe.
El cristianismo es la Buena Noticia que, entrando en la amistad con Jesucristo, se entra en la vida de Dios. Y esta vida es la vida más rica, no se inicia después de la muerte, se inicia hoy. Hace la vida de cada día una vida más humana. Y cómo entro yo en la vida de Dios, en la vida de Jesucristo. No es que vivió hace dos mil años. Lo encuentro por medio de sus amigos. Él ha creado una amistad que se llama Iglesia y que llega hasta nosotros: encontrarnos como amigos porque lleva esta raíz común. Es la creación de una personalidad nueva, una personalidad comunional. Una personalidad que no puede afirmarse a sí misma sin contemporáneamente afirmar -no diré toda la humanidad-las personas concretas que están cerca de mi. No puedo pensar un bien mío sin pensar al menos en un bien de mi mujer, de mis hijas, de mis amigos, de mi barrio. Esa personalidad comunional nace de la Eucaristía. Pero, sociológicamente, tiene que hacerse visible. No puede ser un hecho ontológico que no tiene ningún efecto sobre la vida. Debe ser una realidad sociológicamente perceptible. Tiene que hacerse comunidad humana.
—En la solidaridad, hay un paso más que es la caridad…
Solidaridad es la dimensión sociopolítica de la caridad. La caridad es general, pero en la sociedad qué significa caridad. Significa “cargarse los unos por los otros”. Trabajar para ti también. Llegará un día en que tú trabajarás por mi. Porque tú perteneces a mi vida y yo pertenezco a tu vida. Esta es la caridad. La solidaridad es la expresión concreta de la caridad.
—Como político italiano, cómo ve la situación que vivimos en el mundo actualmente, como es la guerra de Rusia contra Ucrania… Y otras amenazas que tenemos en este mundo global del que hablábamos, como es el tema de la pobreza, y a nivel personal el drama de muchas familias rotas, la agresión contra la vida en todas sus formas…
Vivimos un cambio de época y muchas cosas que pensábamos ciertas (fueron ciertas en la época que pasaron) serán de manera diferente en la época que se abre ahora. Nadie sabe en la época que se abre ahora cómo será. Hay un gran filósofo político italiano, Maquiavelo, que no era un santo, pero entendía cómo es la política. Él decía que la política se hace de esa manera: en la política siempre hay el choque entre los grandes, los potentes, y el pueblo. Los potentes quieren explotar al pueblo y se pelean entre ellos, pero tienen el interés común de explotar al pueblo. El pueblo tiene el interés a no ser explotado. Y el pueblo es más fuerte si es unido. El problema es el de construir realidades (en política se llaman partidos políticos) que tengan la capacidad de representar al pueblo; de juntar al pueblo y de representar al pueblo. Por eso se necesita educar una generación que tenga entrañas de pueblo; vea el sufrimiento y los problemas del pueblo, pero que tenga también cabeza de clase dirigente. Porque no es suficiente repetir el dolor ni el sufrimiento del pueblo. Qué se hace. Debe saber cómo funciona el mundo para encontrar en el mundo las respuestas adecuadas a los problemas del pueblo. El problema que tenemos ahora es que los que saben cómo funciona el mundo no tienen entrañas de pueblo y se preocupan más del interés propio que del interés del pueblo. Y los que dicen hablar en nombre del pueblo no entienden cómo funciona el mundo y proponen soluciones que no son soluciones. Hay que hacer un gran trabajo de formación cultural, de educación cívica y sobre eso puede nacer una nueva etapa política positiva para Europa y para el mundo.