La soprano de Valladolid que cantó para San Juan Pablo II en su viaje a Madrid: "Una de las experiencias más importantes de mi vida"
Raquel Esther cuenta en Mediodía COPE cómo tuvo la oportunidad de cantar ante el Papa durante su visita de 1993
Madrid - Publicado el
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"Cuando tenía 4 años y cantaba, las vecinas me escuchaban y pasaban a casa a decirme lo bien que lo hacía". Así cuenta como fueron sus primeros pasos en el mundo de la música la soprano Raquel Esther, nacida en Valladolid y que desde muy pequeña tuvo un don para la música, un don para cantar.
Fue su madre la que le transmitió ese amor por la música, ya que le cantaba desde que estaba en la cuna, como ha confesado este miércoles a Pilar Cisneros y a Jorge Bustos en Mediodía COPE. Ese don para cantar lo fue cultivando durante su etapa escolar y, a sus 14 años, llegó a ser elegida como representante de su colegio para el primer Festival de la Canción Misionera.
Raquel decidió llevar su carrera profesional hacia la música espiritual. Grabó 15 discos de música religiosa, música que se sigue escuchando ahora en misa. "Tuve la suerte de cantar música de grandísimos compositores de la música religiosa contemporánea como Francisco Palazón o los Villancicos Espirituales de José Luis Martín Descalzo, en la que es su única obra musical".
Cantar ante el papa
Precisamente por haber grabado tantos discos de música religiosa, a Raquel Esther le nombraron representante de este tipo de música en España y tuvo la oportunidad de cantar para San Juan Pablo II el Canto de Bienvenida. Lo hizo durante la ceremonia de canonización del beato Enrique de Ossó y Cervelló en 1993, en Madrid. "Me concedieron el mayor honor y fue algo indescriptible", aseguraba Esther: "Ver frente a mí a 40 coros venidos de toda España y cantar ante Juan Pablo II ha sido una de las experiencias más importantes y trascendentes de mi vida". "Ahí sentí una verdadera llamada a seguir cantando música espiritual".
lo más importante para ella: sus padres
Cuando más alto se encontraba en su carrera como soprano... su madre enfermó y decidió dejar a un lado su carrera profesional como soprano para dedicar su vida a cuidarla. Primero cuidó a su madre y, más tarde, también a su padre. Y así fue durante 10 años, las 24 horas del día, algo que para Raquel supuso un reto y un aprendizaje después de haber estado en un lado y en otro de la vida: en la cumbre de su carrera profesional y, finalmente, cuidando a sus padres. Todo esto lo cuenta en su libro que se titula precisamente, ‘Una niña que sabía cantar’.
La vida de Raquel ha estado siempre marcada por Dios, tanto en las alegrías como en las tristezas, y también es un ejemplo de evangelización a través de la música.