El poder terapéutico del perdón: “Estar en paz con los demás disminuye la depresión, la ansiedad y la hostilidad”

La psiquiatra Mar Álvarez reflexiona en 'Ecclesia al Día' sobre las bondades que tiene perdonar, un pequeño acto que puede llegar a ser “sanador”


Redacción Religión

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Este jueves se celebraba el II Foro sobre el Perdón y la Reconciliación, una iniciativa de la Conferencia Episcopal Española (CEE) y el Instituto de Espiritualidad de la Universidad Pontificia Comillas (UPC) en la que se abordaron temas como, por ejemplo, si el perdón tiene realmente un poder terapéutico, entre otros.

La psiquiatra infanto-juvenil Mar Álvarez Segura fue la principal ponente en este coloquio y ahora en 'Ecclesia al Día' ha reflexionado sobre los beneficios terapéuticos que tiene perdonar a los demás: “El perdón tiene una capacidad de liberación a la que llamamos terapéutica, pero que en realidad va más allá porque alcanza el fondo del alma”. “Con el perdón uno se libera del rencor, del resentimiento, del odio y de la tristeza, y en un momento dado llega a ser sanador”, asegura.

“Está demostrado que estar en paz con los demás disminuye la depresión, la ansiedad y la hostilidad”, explica la psiquiatra, quien añade que “muchos cuadros depresivos o de ansiedad van acompañados de una hostilidad o de una amargura que te acompaña toda tu existencia”.

LIBRE Y SOBRENATURAL

Mar Álvarez Segura sostiene que el perdón “te quita un peso de encima” y que eso, además, “se transforma en una vida más plena, en una aceptación de uno mismo y en unas relaciones mucho más sanas”.

“Siempre se dice que el perdón tiene que ser libre, que requiere de la voluntad humana para empezarlo, pero eso no es suficiente para completarlo”, explica la psiquiatra, porque “el corazón alcanza un estado de paz y de compasión sobrenatural, que muchos identifican con Dios, pero que otros saben que no ha podido venir solo de ellos”.

MITOS ALREDEDOR DEL PERDÓN

Detrás de las bondades que tiene el perdón existen mitos que se creen reales, pero que no lo son: “Muchas veces pensamos que afligirnos es como darle una victoria al ofensor y por eso nos negamos a reconocer lo dolidos que estamos”. “Puede que esa ofensa no nos parezca tan grave, pero desde luego sí que puede ser significativa para alguien y le ha podido dañar mucho”, defiende la psiquiatra.

“El problema del resentimiento es que llega un momento en el que te acostumbras a esta amargura y salir de ahí incluso da cierto vértigo”, asegura Mar Álvarez, que concluye diciendo que “el primer paso, y el más costoso, es aceptar el dolor y la ofensa con todo lo que implica”.