El testimonio del padre Modesto, responsable de Proyecto Hombre Guadalajara: "El adicto esconde un problema"
La organización desembarcó en Castilla-La Mancha hace 27 años
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Muchas veces nos quedamos corto a la hora de alabar el trabajo que desempeñan organizaciones con el objetivo de reinsertar en la sociedad a personas que, por circunstancias diversas, han quedado excluidas socialmente: desempleo, adicciones, limitaciones físicas o psíquicas... Entre las más destacadas está Proyecto Hombre, que hace 27 años desembarcó en Castilla-La Mancha.
Tres décadas en las que, con su director general al frente, el padre Modesto Salgado, han logrado hacer su presencia en las cinco provincias de la región: “Llevo 29 años dedicado a la rehabilitación de adictos. En Castilla-La Mancha comenzamos en plena plaga de la heroína, cuando la gente necesitaba de centros residenciales y terapia. Luego llegarían los nuevos consumos y con ellos habilitamos centros de día. La mayoría de los que atendemos actualmente son adictos a la cocaína, y cada vez a edades más tempranas”. Pero el hachís o la marihuana entre adolescentes no se quedan atrás en el porcentaje de atendidos.
Hace casi tres décadas, Salgado recuerda cómo el problema de la heroína era la segunda cuestión que más preocupaban a los españoles, tal y como reflejaban las encuestas oficiales: “Se generó una alarma social al tratarse de un fenómeno muy visible, con miles de jóvenes tirados en las calles, con sida... Por aquel entonces, atendíamos en la región a unas cien personas. A día de hoy, esa cifra ha aumentado hasta los 400. El problema es hoy mayor que hace treinta años, pero no es tan visible, ya que a los cocainómanos o alcohólicos les padecen su entorno. No es una realidad visible, y eso hace que en las encuestas la preocupación por estas cuestiones hayan caído al puesto veintitantos”.
Normalmente, cuando los adictos dan el paso para pedir ayuda en Proyecto Hombre, lo hacen con una coraza: “Es la consecuencia de haber sido rechazados durante años”, confiesa Salgado. “Solo cuando ven que se trata de un lugar acogedor empiezan a sacar todos sus problemas que le han llevado al consumo”.
Las víctimas suelen llegar con una idea equivocada. Piensan que su problema es la adicción al alcohol o las drogas: “Lo que se esconde detrás son problemas personales como los complejos, sus relaciones familiares, la autoestima... y si no es capaz de arreglarlos, seguirá enganchado”.
En Proyecto Hombre se ofrecen dos tipos de programa. Los centros de día, con horario vespertino generalmente, donde los adictos se reúnen con los terapeutas y psicólogos para tratar su problema. Por otro lado, se encuentran las comunidades residenciales donde, en un clima familiar, conviven durante un año aproximadamente para iniciar el periodo de rehabilitación: “Aquí realizamos trabajos de tipo afectivo y corregir los comportamientos que le hicieron depender de sus adicciones. Trabajamos mucho la honestidad y la recuperación de la autoestima. Les empezamos a dar responsabilidades, como cuidar de la huerta, del campo, la cocina... es decir, el mantenimiento de la casa”.
La experiencia del responsable de Proyecto Hombre en Castilla-La Mancha revela que de las cientos de personas que han pasado por estos centros se han reinsertado y no han vuelto a caer: “Son personas que jugaron con la droga por diversos motivos, pero luego se rehabilitan. Cuando una persona delinque y está en la cárcel, solo genera gastos a la sociedad, pero si logramos rehabilitarles, en lugar de originar gastos da beneficios porque trabaja, cotiza...”
Pero también se produce el efecto inverso. Personas que vuelven a caer presos de sus adicciones: “La terapia suele prolongarse por un año, y muchos de ellos a los seis meses se auto engañan pensando que están bien y abandonan el tratamiento. No aguantan el internamiento y vuelven a recaer. Con el paso del tiempo, algunos vuelven a nosotros, reconociendo que han fracasado. Pero para los que culminan el proceso, el 80 o 90% no recaen”.
Lo que más preocupa al padre Modesto Salgado es contemplar cómo son cada vez más jóvenes los que acuden a Proyecto Hombre para pedir ayuda por su adicción a la cocaína o la marihuana: “La mayoría están obligados por las familias o por las instituciones. Son adolescentes de 14, 15 o 16 años. Una vez llegan, se piensan que vamos a hablarles de lo malo que es la droga, y se sorprenden cuando abordamos sus problemas, su relación con la familia, los estudios... y claro, se descolocan, porque son temas de los que les apetece hablar, ya que nunca lo habían hecho anteriormente”.
Por su parte, los que están más motivados son aquellos que superan los cuarenta años: “Es cierto que llegan más deteriorados después de media vida enganchados, pero son conscientes de que o se lo toman en serio, o se mueren”.
Una cuarta parte de los pacientes son mujeres. De hecho, Proyecto Hombre abrió un programa de rehabilitación para madres con hijos pequeños: “Aquí la tarea es doble. Rehabilitarse y enseñarles a ser mamás, porque durante la adicción les tenían abandonados. Muchas de las criaturas llegan en pésimas condiciones”.
Para Modesto, han sido tres décadas que han dado para multitud de anécdotas y vivencias, como la visita de Felipe VI o de Ainhoa Arteta al centro. Pero lo que más emociona al director general es reecontrarse con chicos rehabilitados que pasaron por sus manos: “Hace poco me encontré a una chica que había formado parte de nuestro programa en nuestros inicios, y a la que no había vuelto a ver. Me dio un abrazo enorme y me confesó que si no es por mí, ella y su marido estarían muertos”.